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jueves, 21 de septiembre de 2023

La Madama.



Carmona se acercó al cuerpo que estaba en el piso, resultaba a simple vista una enorme muñeca desarticulada, sin tocarlo y luego de observar unos minutos le dijo a Garmendia:

—La ahorcaron con su fular, pero está llena de moretones, le dieron con ganas.

A los costados varias mujercitas pálidas miraban la escena sin palabras ni lágrimas.

La muerta era la dueña del prostíbulo, “El faro rojo”, una madama rancia y odiosa a la que nadie lloraba.

 

La policía científica se llevó el cuerpo, mientras Carmona hacía preguntas a las chicas, Garmendia daba vueltas buscando algo que ni él sabía que era.

—Quién  encontró el cuerpo —pregunto Carmona.

Una morena muy bonita respondió:

—Yo, salía a acompañar a un cliente y  la vimos en el suelo, pensé en una caída, pero al acercarme vi las marcas en el cuello,  ya no tenía pulso, escuché un auto y corrí a la calle, vi un coche blanco salir derrapando.

— ¿Derrapando?

—Sí a gran velocidad y largando humo…

—¿Y su cliente que dijo?

—Nada, cuando entré estaba parado como un tonto mirando el cadáver y temblando, le tuve que dar algo fuerte y esperar a que se repusiera, parecía un zombi, luego llamé al 911.

 

En otra habitación muy amplia, arreglada  con varios sillones, cortinados y espejos, Garmendia imaginó que sería la sala de espera de los visitantes, se destacaba sobre las paredes las fotos de hermosas chicas, jóvenes y para todos los gustos. Garmendia las fue mirando una por una, de pronto escuchó una voz:

—Todas somos hermosas cuando llegamos, pero en pocos años nadie nos reconoce.

La que hablaba era una mujer rubia, muy delgada y el pesado maquillaje la hacía parecer mayor.

—Soy Nene Solís —dijo mirando  fijo a los ojos del detective.

—¿Cómo era la madama?

–Mala, lo que le ha pasado lo buscó con sus desplantes, alguien se cansó de sus malos modos e insultos… y tomó justicia por sus propias manos, a muchas de las chicas las traía engañadas, llegaban del campo a trabajar en casas de familia, y Maira, por la fuerza las obligaba a quedarse en el prostíbulo —Nene se sentó en uno de los sillones y siguió hablando—le quitaba los documentos, otras veces las dominaba con drogas, algunas creen que Buenos Aires es un lugar de ensueño, pero pronto despiertan y ya es tarde.

—¿Quiénes son las que vinieron obligadas?

—Pregúntele a ellas, ya no tienen miedo, seguro que van a hablar.

Fue Carmona el que  recogió las declaraciones. Las mujeres fueron soltando sus historias, algunas llegaron por su cuenta, otras fueron pescadas por un grupo que tenía la madama a su servicio para esos menesteres, el grupo era una señora mayor a la que llamaban la señora Oribe, que fingía ser una ricachona, necesitada de ayuda en su casona de Buenos Aires y las contrataba como mucamas, pronto las chicas se daban cuenta del engaño y si intentaban escapar, los dos  muchachos integrantes del grupo,  las hacían obedecer, eran unos matones encargados de calmar a golpes a las chicas que se ponían difíciles.

Por el momento necesitaban encontrar al trío, seguramente ellos ya sabían de la muerte de Maite y se habían resguardado en algún  aguantadero.

Las mismas chicas dieron datos y los encontraron en una villa del Gran Buenos Aires. Sin embargo, los datos que aportaron no sirvieron para aclarar el crimen de la madama, ese día, ellos regresaban en micro desde Mar del Plata, casualmente el horario posible del crimen, coincidía con la llegada  a Retiro. Quedaron libres por el momento, pero deberían responder por las denuncias de algunas chicas.

Entre las fotos de las mujeres que se mostraban en el salón de espera, Garmendia pidió a Nene que lo ayudara a reconocer, si todas ellas seguían trabajando  en el “El faro Rojo”.

Garmendia preguntaba nombres, sólo tres ya no figuraban en el  prostíbulo. Dos escaparon juntas y por lo que conocía Nene, vivan en Brasil, comenzaron otra vida  lejos de los burdeles. La tercera, la habían traído del sur engañada. Era castigada continuamente por los matones de Maira, era una rebelde nata, con el último intento de fuga, fueron brutales,  debieron llevarla al hospital, la dejaron abandonada en la puerta del Htal  Fernández y huyeron a toda velocidad, un transeúnte la asistió y entre varios la entraron a la guardia, pero falleció unos días después.

La joven se llamaba Mariela Junco, era de Río Gallegos, ninguno de sus parientes pudo explicar cómo había llegado a Buenos Aires, pensaron que se había escapado con su novio, pero el joven desmintió toda fuga. Lo detuvieron mientras averiguaban sus movimientos desde el día que ella desapareció a la fecha de la denuncia de los padres.

 Las cámaras del aeropuerto demostraron que la jovencita subió a un avión acompañada por una señora mayor, reconocieron a la Oribe y dos acompañantes que las seguían como perritos falderos, ya en la ciudad se perdieron sus rastros. Los padres de mariela no lograban  entender cómo se dejó engañar siendo una chica inteligente y buena. Garmendia sospechaba que la muerte de Mariela y las de Maite y Oribe, una semana después, estaban relacionadas. ¿Pero cómo comprobarlo?

 

 

El detective se encontraba en su oficina cuando unos golpecitos en la puerta anunciaron visitas, era Nene, Estaba furiosa  porque habían clausurado “El farol rojo” y desahogó su enojo con Garmendia que la escuchaba mudo.

—Diga algo, ¿por qué cerraron el salón?

—No fuimos nosotros, es el juez quien ha dado la orden…

—¿Y nosotras qué? Tenemos que trabajar —Nene daba vueltas por la oficina con movimientos nerviosos— diga algo Garmendia, ¿Por  qué?

—Muy simple señora, hay  un crimen y hasta que no se aclare va a permanecer así…

Entró Carmona a paso apurado e interrumpió el enojo de Nene. Casi a los gritos exclamó:

—La  encargada de pescar a jovencitas inexpertas fue encontrada muerta en una casita de la villa “La Cárcova”.

Garmendia y Nene quedaron sin palabras.

—Según declaraciones de los vecinos en esa casa vivía un hermano de la  Oribe, pero él nada pudo aportar, trabajaba en el Correo  y la encontró al llegar a su casa luego de su jornada diaria —así declaró el hermano— sus compañeros confirmaron que no abandonó  en ningún momento sus obligaciones. Su muerte era igual que la de la madama, golpes y ahogo.

 

Los dos crímenes se complicaban y eran pocas las pistas, tanto Garmendia como Carmona  pensaron en las dos chicas que se fueron a Brasil, urgentemente pidieron información  y desde San Pablo las primeras investigaciones recibidas, no ofrecían dudas, las chicas trabajaban en diferentes restaurantes de la zona y desde su llegada, un año atrás, nunca salieron del país vecino.

Las pistas no arrojaban soluciones, pensaron en los padres de Mariela, pero los descartaron eran personas muy mayores, imposible que tuvieran la fuerza para golpear y ahogar a Maite  y a la señora Oribe que eran altas y robustas.

 

La primera pista llegó de la mano de un chico de la villa “La Cárcova”.  Declaró que mientras jugaba en la calle, se acercó un joven  musculoso y le preguntó por la casa del señor Oribe, el que trabaja en el Correo, le dijo. El chico señaló la casa. 

Las primeras calles de entrada a la villa son asfaltadas y tienen cámaras, por ellas descubrieron un hombre joven que caminaba mirando las casas y buscando lo que parecía ser; una dirección.  El joven coincidía  con los datos que había señalado el chico… ¿Pero quién era?

Las mujeres del Burdel fueron las primeras en  reconocer al joven, fue Nene la que ofreció una pista.

—Se parece a Lucas, el hermano de Mariela -----dijo en un susurro.

—Si es él —confirmaron una a una las compañeras.

—Mientras Mariela estuvo internada el hermano, voló a Buenos Aires y se alojó en el “Faro rojo” —dijo otra—es inconfundible, tan alto y musculoso, todas lo conocimos.

Se dio aviso a la policía de Rio Gallegos y el joven fue detenido y trasladado a Buenos Aires.

Lucas confesó que mientras estuvo en la ciudad y alojado en el burdel conoció a la Oribe y las chicas le contaron cuál era su accionar y le dieron su posible dirección, así que fue a la casa con intenciones de vengar a su hermana, cuando llegó la puerta estaba sin llave, entró y encontró a la Oribe muerta. Quedó detenido hasta que se aclarara su situación.

Garmendia daba vueltas en su oficina, se lo notaba nervioso, se acercó al ventanal que reflejaba  la soledad de una siesta de un pesado verano  y dijo entre dientes:

—Estamos en cero  y con dos crímenes.

La voz de Garmendia demostraba la furia que lo ganaba desde las entrañas.

—¿Y de los dos matones qué sabes? —pregunto Carmona.

—Nada.

De pronto, se volvió a Carmona y le dijo:

—Vamos al “El faro rojo” se me ocurrió una idea.

Las calles vacías de un enero caluroso,  les dieron paso sin problemas, media ciudad estaba  de vacaciones.

El local estaba clausurado. Con una ganzúa entraron.

En el costado separado del local, había una puerta  que llevaba al fondo, allí  estaban las piezas de las chicas. Solo Nene y Liliana estaban en la casa. Por ellas Garmendia confirmó lo que le había parecido ver, que el local tenía cámaras sutilmente escondidas en el frente y en el saloncito  de entrada. La mayoría de los burdeles no poseen cámaras para cuidar la privacidad de los clientes.

Con las filmadoras corroboraron lo del auto blanco y rescataron la cara del tipo que lo manejaba, pero ¿quién era?

Los ojos de Nene se llenaron de lágrimas.

—¡Sé quién es ese hijo de puta! —Dijo con furia— Claudio Fuentes Guerra, un mexicano que fue hace mucho tiempo socio de Maira. Fue quien me trajo aquí, primero me enamoró con sus modos y su hablar fino, le creí todas sus patrañas y cuando reaccioné ya estaba dentro de “El farol Rojo”.

—¿Hace mucho que no lo veía?—preguntó Garmendia.

—Si —dijo Nene— tanto que lo creí muerto, Maira ordenó a sus patoteros que lo sacaran de circulación, la escuché dar esa orden y Claudio desapareció del ambiente, la esposa lo vino a buscar creyendo que estaba escondido aquí, lo cierto es que ni la mujer ni nosotras sabíamos dónde estaba, creo que es el único con serios motivos para matar a la madama.

La voz de Nene sonó clara y firme.

—¿Por qué lo dice?

—Nuestra encantadora madama lo dejó en la calle.

Garmendia arqueo las cejas en un gesto de sorpresa, Nene prosiguió:

—Él fue quien puso el dinero para crear este burdel, aparte tenía debilidad con Maite, ella lo manejaba a su antojo, Claudio  traía  dinero del exterior, sus relaciones con un cartel de Colombia y algunos mafiosos de México le daban carta abierta para moverse en  todo el país, Maite lo metió en deudas hasta fundirlo y cuando él  comprendió que lo usaba y se quiso alejar, La madama no se lo permitió y ordenó su muerte. ¿Cómo consiguió escapar a los matones no lo sé?

—Puede que sea cierto y acá aparece la Oribe. ¿Por qué matarla?

—No sé, eso es un tema suyo averiguarlo  Garmendia.

Respondió Nene con una sonrisa burlona.

 

Informaciones desde Colombia dieron por cierto que  Fuentes Guerra entró en ese país en el 2015, por la frontera con Venezuela y de allí se perdió su rastro.  Las autoridades de Colombia y de Brasil sabían de sus salidas  y llegadas a Buenos Aires, pero no dieron aviso a las autoridades Argentinas, lo consideraron sin antecedentes, claro que sus amigos internacionales lo ayudaron.

Garmendia se encontraba en un berenjenal confuso, sin embargo fue Nene quien le brindó una idea importante, buscar a la ex esposa de Guerra, ella no tenía ningún tipo de antecedentes.

Sara Cantero era dueña de una casa de modas y relacionada con la alta sociedad de Buenos Aires. Vigilaron la casa de modas y su domicilio particular. No tardo en aparecer el mexicano.

Por averiguación de antecedentes fue detenido. Negó toda vinculación con Maite, pero al mostrarle el video de su entrada y salida del “El farol rojo” no pudo dar una explicación lógica. La pregunta fue porque había dado muerte a las dos mujeres. Se negó a declarar.

Al investigar sobre el pasado de Guerra, surgió una pareja anterior a la de la actual señora Cantero. De esa relación nació una niña. Luego de varias denuncias por violencia familiar la mujer huyó al sur del país, llevándose a su pequeña. La niña llevaba el apellido de su madre, quien después de unos años la dejo a un matrimonio que la crió como propia.

Las cosas se iban entretejiendo, pero a la vez aclarando; al investigar salió a la luz que esa niña  era Mariela Junco,  hija del mexicano.

Guerra ya en pareja con su nueva mujer, buscó silenciar la presencia de Mariela,  ofreció al matrimonio que la cuidaba dinero suficiente para que vivieran cómodamente y que a la niña no le faltara nada. Mariela sabia su origen y quién era su padre y mantenía contacto telefónico con Guerra, pero no sabía en qué país estaba viviendo.

El odio de Maira por Guerra no se calmó al paso de los años, por el contrario, sabía de su hija y la buscó por cielo y tierra. Al encontrarla mando a la Oribe y a  sus matones a traerla con el embuste de que su padre la necesitaba y que estaba enfermo. Mariela creyó y ese fue su fin.

Antes de morir ella le confesó a su medio hermano Lucas por qué había aceptado viajar a Bs Aires y al ser detenido Lucas confesó lo que Mariela le había relatado.

 

Los crímenes de la Madama y la Oribe tuvieron un mismo motivo; la venganza de Claudio Fuentes Guerra por  la muerte de Mariela Junco, él mafioso amaba a su única hija, hubiera dado su vida por ella y Maite lo sabía, por eso inventó un crimen tan cruel.

La vida de la joven fue nefasta, abandonada por sus padres, encontró la muerte de la forma más trágica a manos de los matones del burdel, quienes fueron condenados a perpetua por el juez a cargo.

—Mi existencia ha sido un desastre desde pequeño, la calle y la droga me convirtieron en un mafioso, sólo Mariela y mi actual mujer han sido lo único puro que me dio la vida, con ellas pensaba retirarme a un pueblo alejado de Italia y disfrutar en paz, pero esa maldita mujer, Maite, no conforme con traicionarme y dejarme en la calle le dio muerte a mi hija —Guerra contuvo el llanto— y tengo soplones que me dijeron que tenía a Sara entre ojos para darle muerte, Maite era una mujer llena de odio y su ladera, la Oribe era igual.

Las declaraciones de Guerra conmovieron al juez y a los fiscales presentes, nadie supo si era un artista o verdaderamente sufrió tanto como dijo.

 

Pero sus conexiones con la mafia están en todos lados,  por eso a nadie asombró demasiado lo que sucedió días después.

 

Guerra escapó de Comodoro Py, cuando era conducido a declarar, nadie de los presentes pudo explicar cómo logró escabullirse de sus guardias y se dispersó entre un grupo de manifestantes.  Un coche blanco lo esperaba y al salir a toda velocidad, aparecieron varios coches mellizos al de Guerra que confundieron a los policías  se dispersaron por varias salidas de la ciudad, solo uno, el verdadero llegó a Rosario y de allí se le perdió la pista.

 

El farol rojo volvió a abrir sus puertas con una nueva Madama; Nene Solís.

A Garmendia y a Carmona les dieron vacaciones por un mes, y con paradero desconocido.

 

 

 

 

 

 

 

martes, 5 de septiembre de 2023

Una dama especial.


 

 

 

 

 

 

Jimena se detuvo frente a una vidriera. Presintió que alguien la miraba, de reojo notó que era un hombre, sospechando un posible avance, se alejó y apuró el paso, entró a una cafetería. Tomó asiento y observó  que ese alguien; se acercaba a ella.

—Hola señorita Jimena. ¿Se acuerda de mí?

Lo miró sin responder. Claro que lo recordaba, era el detective Garmendia.

—Diez años no son tantos, usted luce igual…—dijo él con una sonrisa.

Garmendia había sido el encargado de investigar el robo de las joyas de Emma Smimov, y en el que ella fue la única acusada. Una semana presa, en que agotaron con preguntas a su anciano padre, que no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Dieron vuelta su casa, investigaron su cuenta bancaria, la hallaron tan flaca que no ofrecía dudas; era una dama de compañía más pobre que una laucha.

Garmendia sonreía, le dijo:

—Puedo sentarme. La invito a un café.

Jimena asintió con un gesto, sin bajar los ojos, fijos en los  del detective.

Garmendia hizo un gesto al mozo y volvió a sonreír.

—¿Qué es de su vida señorita Jimena?

—¿Qué quiere saber? Trabajo, soy empleada en una empresa.

—¿De joyas?

La rabia le sonrojó las mejillas.

—Usted siempre tan irónico Garmendia, cuando se va a convencer que yo no robé esas joyas y que esa historia de la bisabuela rusa que fue amante del Zar Nicolás, es una novela cursi que inventó la vieja Emma.

Quedaron en silencio al acercarse el mozo. Jimena doblaba la servilleta y miraba por el ventanal los rayos del sol que jugaban entre las ramas de los árboles. De pronto, dijo:

—Seguramente la vieja, las guardó en la caja de seguridad de algún banco y lo olvido.

—Eso lo investigamos y no encontramos cajas a su nombre, sus hijas se encargaron de recorrer bancos y nada encontraron.

Jimena frunció la boca y dijo:

—¡Sus hijas! Dos picaras interesadas.

El silencio entre los dos se cubrió de cerrojos con olor a secreto, a años de rabia contenida entre ellos. Garmendia la observaba esperando el pequeño indició de  de temor.

—¿Y ahora que busca detective, el caso fue un hurto, ya debe haber vencido y usted sigue buscando un culpable en la persona equivocada.

—No Jimena, es verdad que he seguido este caso por años y esa búsqueda dio resultado; hace poco encontramos en una joyería de la calle Libertad  los rubíes que estaban montados en una de las pulseras que denunció la señora Emma.

Ella lo miró burlona.

—¡Mire qué bueno! Ya tiene una pista, algo tarde pero es un inició de una nueva investigación. ¿Cómo puede estar seguro de que son los  rubíes de aquella pulsera?

El detective inclinó la cabeza y siguió hablando:.

—Para eso están los especialistas. Los rubíes fueron vendidos en Uruguay y el comprador los trajo a la Argentina.

Jimena no pudo evitar la inquietud de sus manos y se movía de un lado a otro en su asiento. El detective prosiguió:

—Y los detalles de la mujer que los vendió dan justo con sus datos, morena, alta, de unos treinta y cinco años y con el tatuaje de una rosa en la mano derecha. ¿Qué casualidad, no le parece?

Jimena no lograba controlarse, cruzaba y descruzaba las piernas, intentó ponerse de pie y Garmendia le dijo:

—Siéntese, no pienso  reabrir el caso, ya estoy retirado y solo tengo curiosidad, ¿de qué forma sacó las joyas sin que Emma se diera cuenta y dónde las escondió?

—¿Su orgullo de detective que se las sabe todas esta herido verdad?

—Si, es verdad, no puedo entender que un caso tan simple se me fuera de las manos. ¿Y dónde están las demás joyas?

Jimena se puso de pie y dijo:

—Pronto va a tener noticias mías, hoy no, estoy apurada. ¿Su email sigue siendo el mismo?

Él asintió con un gesto y la miró marcharse, Jimena había dejado el café sin tocar sobre la mesa y a Garmendia con una rabia que le brotaba en chispas por los ojos.

Meses después el detective recibió un email que decía:

 

 “Garmendia: Estoy fuera del país y lejos de sus garras. La señora Emma Smimov era mucho más inteligente de lo que aparentaba, tras su sonrisa tímida e inocente y su tartamudeo que también era fingido, se escondía una mujer de gran imaginación. Ella preparó el robo al enterarse que sus hijas viajaban a Buenos Aires, después de cinco años de permanencia en Portugal y que en ese tiempo nunca la habían visitado, ni escrito una carta; regresaban, con la única idea de llevarse las joyas y venderlas a un coleccionista ruso. Emma, no lograba entender que para sus hijas lo único importante fuera el valor de esas joyas que eran su tesoro y su recuerdo de otro mundo lejano del que su abuela le había hablado tantas veces en su niñez.  En ningún momento, sus hijas, pensaron en acompañarla, venían a llevarse las joyas,  porque a ellas les correspondían por herencia y derecho, esas fueron sus palabras. A partir de esa conversación la vieja no dormía, la angustia la mantenía insomne.

Tal vez fue el desencanto y la rabia acumulada, lo que le provocó el infarto. Ella  fue internada y en una de esas noches mientras la cuidaba, me dijo que ya había ideado, cómo debía sacar las joyas de un entrepiso falso en un mueble de su dormitorio, ella conocía mis graves problemas económicos, en ese momento mi padre estaba con serios problemas de salud y Emma consideró que ese dinero me hacía falta, mucho más que a sus hijas, sería una forma de burlarse de ellas y de su egoísmo. Usted se preguntará: ¿Por qué no las hallaron en las requisas que realizaron en mi casa? Los barrotes de mi cama eran huecos, allí puse el tesoro ruso. Ya sabe la verdad, espero que pueda dormir tranquilo. ¿No se esperaba este final verdad Garmendia? Usted que siempre fue cazador, esta vez fue cazado.  

Cariños.

Jimena”.

La carcajada de Garmendia escapó escandalosa por la ventana y no sorprendió a sus vecinos que desde hacía tiempo pensaban que el detective era un tipo muy raro y algo loco.