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martes, 5 de septiembre de 2023

Una dama especial.


 

 

 

 

 

 

Jimena se detuvo frente a una vidriera. Presintió que alguien la miraba, de reojo notó que era un hombre, sospechando un posible avance, se alejó y apuró el paso, entró a una cafetería. Tomó asiento y observó  que ese alguien; se acercaba a ella.

—Hola señorita Jimena. ¿Se acuerda de mí?

Lo miró sin responder. Claro que lo recordaba, era el detective Garmendia.

—Diez años no son tantos, usted luce igual…—dijo él con una sonrisa.

Garmendia había sido el encargado de investigar el robo de las joyas de Emma Smimov, y en el que ella fue la única acusada. Una semana presa, en que agotaron con preguntas a su anciano padre, que no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Dieron vuelta su casa, investigaron su cuenta bancaria, la hallaron tan flaca que no ofrecía dudas; era una dama de compañía más pobre que una laucha.

Garmendia sonreía, le dijo:

—Puedo sentarme. La invito a un café.

Jimena asintió con un gesto, sin bajar los ojos, fijos en los  del detective.

Garmendia hizo un gesto al mozo y volvió a sonreír.

—¿Qué es de su vida señorita Jimena?

—¿Qué quiere saber? Trabajo, soy empleada en una empresa.

—¿De joyas?

La rabia le sonrojó las mejillas.

—Usted siempre tan irónico Garmendia, cuando se va a convencer que yo no robé esas joyas y que esa historia de la bisabuela rusa que fue amante del Zar Nicolás, es una novela cursi que inventó la vieja Emma.

Quedaron en silencio al acercarse el mozo. Jimena doblaba la servilleta y miraba por el ventanal los rayos del sol que jugaban entre las ramas de los árboles. De pronto, dijo:

—Seguramente la vieja, las guardó en la caja de seguridad de algún banco y lo olvido.

—Eso lo investigamos y no encontramos cajas a su nombre, sus hijas se encargaron de recorrer bancos y nada encontraron.

Jimena frunció la boca y dijo:

—¡Sus hijas! Dos picaras interesadas.

El silencio entre los dos se cubrió de cerrojos con olor a secreto, a años de rabia contenida entre ellos. Garmendia la observaba esperando el pequeño indició de  de temor.

—¿Y ahora que busca detective, el caso fue un hurto, ya debe haber vencido y usted sigue buscando un culpable en la persona equivocada.

—No Jimena, es verdad que he seguido este caso por años y esa búsqueda dio resultado; hace poco encontramos en una joyería de la calle Libertad  los rubíes que estaban montados en una de las pulseras que denunció la señora Emma.

Ella lo miró burlona.

—¡Mire qué bueno! Ya tiene una pista, algo tarde pero es un inició de una nueva investigación. ¿Cómo puede estar seguro de que son los  rubíes de aquella pulsera?

El detective inclinó la cabeza y siguió hablando:.

—Para eso están los especialistas. Los rubíes fueron vendidos en Uruguay y el comprador los trajo a la Argentina.

Jimena no pudo evitar la inquietud de sus manos y se movía de un lado a otro en su asiento. El detective prosiguió:

—Y los detalles de la mujer que los vendió dan justo con sus datos, morena, alta, de unos treinta y cinco años y con el tatuaje de una rosa en la mano derecha. ¿Qué casualidad, no le parece?

Jimena no lograba controlarse, cruzaba y descruzaba las piernas, intentó ponerse de pie y Garmendia le dijo:

—Siéntese, no pienso  reabrir el caso, ya estoy retirado y solo tengo curiosidad, ¿de qué forma sacó las joyas sin que Emma se diera cuenta y dónde las escondió?

—¿Su orgullo de detective que se las sabe todas esta herido verdad?

—Si, es verdad, no puedo entender que un caso tan simple se me fuera de las manos. ¿Y dónde están las demás joyas?

Jimena se puso de pie y dijo:

—Pronto va a tener noticias mías, hoy no, estoy apurada. ¿Su email sigue siendo el mismo?

Él asintió con un gesto y la miró marcharse, Jimena había dejado el café sin tocar sobre la mesa y a Garmendia con una rabia que le brotaba en chispas por los ojos.

Meses después el detective recibió un email que decía:

 

 “Garmendia: Estoy fuera del país y lejos de sus garras. La señora Emma Smimov era mucho más inteligente de lo que aparentaba, tras su sonrisa tímida e inocente y su tartamudeo que también era fingido, se escondía una mujer de gran imaginación. Ella preparó el robo al enterarse que sus hijas viajaban a Buenos Aires, después de cinco años de permanencia en Portugal y que en ese tiempo nunca la habían visitado, ni escrito una carta; regresaban, con la única idea de llevarse las joyas y venderlas a un coleccionista ruso. Emma, no lograba entender que para sus hijas lo único importante fuera el valor de esas joyas que eran su tesoro y su recuerdo de otro mundo lejano del que su abuela le había hablado tantas veces en su niñez.  En ningún momento, sus hijas, pensaron en acompañarla, venían a llevarse las joyas,  porque a ellas les correspondían por herencia y derecho, esas fueron sus palabras. A partir de esa conversación la vieja no dormía, la angustia la mantenía insomne.

Tal vez fue el desencanto y la rabia acumulada, lo que le provocó el infarto. Ella  fue internada y en una de esas noches mientras la cuidaba, me dijo que ya había ideado, cómo debía sacar las joyas de un entrepiso falso en un mueble de su dormitorio, ella conocía mis graves problemas económicos, en ese momento mi padre estaba con serios problemas de salud y Emma consideró que ese dinero me hacía falta, mucho más que a sus hijas, sería una forma de burlarse de ellas y de su egoísmo. Usted se preguntará: ¿Por qué no las hallaron en las requisas que realizaron en mi casa? Los barrotes de mi cama eran huecos, allí puse el tesoro ruso. Ya sabe la verdad, espero que pueda dormir tranquilo. ¿No se esperaba este final verdad Garmendia? Usted que siempre fue cazador, esta vez fue cazado.  

Cariños.

Jimena”.

La carcajada de Garmendia escapó escandalosa por la ventana y no sorprendió a sus vecinos que desde hacía tiempo pensaban que el detective era un tipo muy raro y algo loco.

 



3 comentarios:

  1. La relación entre Jimena y el detective esta llena de tension, lograste desarrollar a los personajes de manera convincente, y la revelacion final sobre el robo de las joyas es un giro ingenioso e inesperado! buena saga, amiga. Un besito.

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    1. Me alegra que te guste este inspector algo raro y un tanto diferente a la mayoria. Gracias tus palabras me alientan.
      Abrazo.

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  2. This is a whole lot but interesting.

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