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domingo, 5 de enero de 2025

Garmendia y los campos robados.


 


 

La primavera vestía de lila las veredas del Parque Los Andes, los jacarandas en flor eran una pintura que lograba que Garmendia y Carmona olvidaran sus preocupaciones ante la belleza natural que los rodeaba. Iban en silencio, de pronto Garmendia preguntó:

-¿Cómo pueden robar en una casa con tanta seguridad y personal de vigilancia?

-Tiene que ser alguien del grupo que tiene a su cargo las cámaras de entrada y salida -respondió Carmona- no es la primera ni será la última que los vigiladores son los que roban.

-Te parece que se van a arriesgar a semejante robo, está difícil el asunto…los Zapiola Funes son gente muy rica y cuando se descubra a los culpables les van a hacer pagar con sangre su audacia…y nosotros metidos en este lio por idea de Mendieta, ¿qué te parece?

-Me parece mal, es seguro que quiere quedar bien con sus amigotes del gobierno, pero él no se ocupa, nos manda a nosotros…

Siguieron en silencio, cada uno meditaba que bueno sería estar en el bar del gallego tomando una cerveza helada en vez de ir a la casa del tal Zapiola.

Los recibió el mismísimo Santiago Zapiola Funes su gesto adusto daba a entender la furia que reprimía. Los hizo pasar a su escritorio, cerró la puerta y les mostró la caja fuerte, abierta y vacía.

-No es solo el dinero, pesos y dólares, las joyas eran de gran valor, también se llevaron documentos muy importantes, escrituras, planos…

-¿Planos, escrituras? -repitió Carmona, abriendo los ojos.

-¡Planos, escrituras, si! -Santiago lo miró con gesto adusto- ¿le parece que no son importantes?

Nadie respondió.

Zapiola tomó asiento tras su escritorio, respiraba agitado, sus ojos saltaban de Carmona a Pedro. Garmendia dio vueltas por el escritorio, observando los detalles, nada parecía estar fuera de lugar o alterado.

-¿Quienes conocen la combinación de su caja fuerte?-preguntó Garmendia.

-Mi esposa, yo y nadie más…no va a pensar que mi esposa va a realizar un robo… ¿por qué lo haría? -la voz de Zapiola se elevó alterada.

Se lo notaba fuera de sí.

-No estoy acusando a nadie señor Zapiola, pero debo hacer preguntas para saber dónde estamos parados. ¿Quienes viven en la casa?

-Mi esposa, mi secretario y el personal de servicio.

-¿Hay en el personal de servicio gente nueva?

-No, la mayoría lleva más de diez años trabajando en casa y mi secretario hace un año que está conmigo y es de absoluta confianza…

Fue Carmona el destinado a investigar al personal, Garmendia mientras tanto se dedicó a conocer a la esposa, Silvia era una mujercita tímida, se deslizaba por la casa sin siquiera mover el aire, ante las preguntas respondía con monosílabos, cuando su esposo estaba presente le costaba armar una frase completa, se cohibía y antes de responder, lo miraba a él, como pidiéndole autorización para hablar.

El secretario Juan Zamudio, era abogado y por la manera en que miraba a su jefe, demostraba que no le tenía simpatía, ante este panorama, Garmendia no sabía por dónde comenzar, era un grupo difícil y el que manejaba a todos era Zapiola.

Al día siguiente Carmona se quedó dormido, había trabajado hasta tarde investigando al personal de servicio, pero nada encontró, tenían buenos antecedentes y ningún tipo de problema policial. Al llegar a la oficina Garmendia lo esperaba con una novedad.

-Averiguando los antecedentes del secretario de Zapiola, descubrí que es de Trenque Lauquen…

- ¿Y eso que tiene de raro?

-Que los planos y escrituras que le robaron -dijo Zapiola- son de campos en esa zona… y que Zamudio no es su verdadero apellido, sus documentos son falsos.

-¿A dónde querés llegar?

-Cuando le pregunté a Zapiola por su secretario me dijo; es un abogadito recién recibido, vino a estudiar a Buenos Aires, desde Corrientes, ¿por qué le mintió?

-¿Y si Zapiola se confundió?

-No se confundió, la esposa, dijo lo mismo, el abogadito mintió… ¿por qué?

Durante el día se dedicaron a investigar a Zamudio. Se confirmó que era de Trenque Lauquen y que pertenecía a una familia rica venida a menos, su verdadero apellido es Castilla Bermúdez. Nada más lograron averiguar. Decidieron que sería bueno viajar a Trenque Lauquen.

-¿Pero a dónde vamos a ir, no sabemos de qué ciudad es este tipo? -dijo Carmona.

-Ya lo averigüé, es de Beruti, así que mañana tempranito viajamos.

La cara de Carmona demostró su desagrado.

-Son más de 500 km, ¿estás seguro, vale la pena?

-Olfateo que sí, las mentiras de ese abogadito me llamaron la atención, algo oculta, vamos a averiguar que es…aparte es la única pista que tenemos.

-No me parece una pista…

-A mí sí.

Con fastidio, Carmona aceptó las palabras de Pedro.

En las primeras horas de la tarde llegaron a Beruti, se registraron en un hotel y salieron a recorrer la ciudad. No habían almorzado, así que entraron en un bar a comer algo.

-¿Cuál es tu idea de este viaje?-Preguntó Carmona mientras tomaban asiento y todavía molesto por la discusión del día anterior sobre el viaje.

-Veremos, comenzaremos por averiguar entre la gente del lugar.

El mozo miraba intrigado a los recién llegados, como en todo pueblo chico las caras nuevas hacen desconfiar, Pedro aprovechando su curiosidad comenzó una charla.

- ¿Me permite una pregunta? -dijo mirándolo a los ojos, para ganar su confianza.

El mozo, asintió.

-Tenemos idea de comprar terrenos por la zona, vimos varias hectáreas sin producción, qué sucede… ¿es mala la tierra?

-No -respondió el mozo con énfasis- lo que sucede que desde hace unos años las mejores tierras cambiaron de dueño y el nuevo propietario tiene paralizada la siembra.

Garmendia puso cara de asombro.

-¿Quién es el que no quiere sembrar y por qué?

-Se llama Zapiola, no sabemos cuál es su interés en tener esos campos dormidos, se habla en el pueblo que algo turbio debe haber.

El mozo ya se retiraba cuándo Carmona le preguntó:

-¿Quién era el anterior dueño?

-El viejo Castilla, es vecino y nadie del pueblo entiende porque vendió y por lo que se cuenta, le deben haber pagado una miseria, ya que vive muy humildemente.

- Que historia… -dijo Carmona- ¿nos puede recomendar una inmobiliaria de confianza por la zona?

El mozo quedó pensando y al fin dijo:

-Mire los Astudillo son los más antiguos en el pueblo, son gente seria, ellos los pueden aconsejar como nadie…

-Gracias dijo Garmendia- pagó y dejó una generosa propina.

Al salir, Carmona dijo sonriendo:

-Vaya que generoso, le dejaste una gratificación que vale para un almuerzo.

-Hay que dejar un buen concepto, podemos volver a buscar más información y ya tendremos la puerta abierta…

Rieron juntos y marcharon directo a la dirección que le había dado el mozo. El nombre Astudillo grabado en la puerta de entrada los recibió con luces encendidas en los cristales.

Una joven amable los hizo pasar, pidieron hablar con el señor Astudillo, ella desapareció tras una puerta y a los pocos minutos apareció un señor de unos sesenta años, y luego que tomaron asiento les preguntó qué necesitaban.

No dieron vueltas, hablaron sinceramente y mostraron sus credenciales de policías, el señor Astudillo en un primer momento pareció dudar, luego les dijo lo que sabía:

-Parece ser que el nuevo dueño ha firmado contrato con una empresa extranjera, van a levantar una planta para procesar basura, no solo van a contaminar el aire, van a levantar casas para sus empleados, que ya avisaron en la municipalidad que no serán argentinos.

-Qué quiere decir -preguntó Carmona.

-La empresa es China y los obreros también, trabajaran bajo las leyes de su país, es decir, crearan un mundo aparte, maquinarias, obreros, empleados, materia prima chinos, y por lógica se llevarán las ganancias, solo recibirán beneficios los que firmaron contrato con ellos.

Garmendia y Carmona quedaron mudos, nunca se hubieran esperado semejante noticia.

-Les puedo asegurar que el viejo Castilla no tiene nada que ver con esto, lo engañaron con un folletín de inversiones extranjeras para la cosecha de la soja y él creyó, tampoco le pagaron las tierras, simplemente se las robaron.

-¿Cómo sabe todo esto? Es demasiado peligroso para que se lo hayan contado los nuevos dueños…

-Tengo mis contactos en la municipalidad, usted comprende que nada de esto se puede realizar sino está permitido por algún pez gordo del gobierno- Astudillo se puso de pie- entienda que usted no se ha enterado por mi… ¡yo voy a negar todo lo que pueda comprometerme!

-¿Hay gente en la municipalidad que puede dar fe que este sucio trato?

-Sí, pero la auditoria debe venir del gobierno central, si no, no creo que ningún empleado o superior se arriesgue y atestigüe.

Regresaron al hotel con la cabeza llena de ideas, era todo demasiado complicado y el poder estaba metido en el medio. Arreglaron para visitar a Castilla en la mañana siguiente.

El padre de Juan Bermúdez o Zamudio era su vivo retrato con treinta años más. Los recibió con amabilidad y cuando le explicaron el caso, creyó que venían de parte de Zapiola para acusarlo a él y a su hijo del robo de las escrituras y planos.

-Señor Castilla, en un primer momento vinimos a buscar pruebas contra su hijo, pero al conocer otra realidad vamos tratar de ir hasta el fondo de este negociado tan sucio.

Castilla se tranquilizó, pero en sus ojos se notaba un dejo de recelo contra los visitantes, a pesar de sus dudas confirmó todo lo dicho por Astudillo, les mostro viejos planos y comprobantes de la entrega de las tierras firmadas por sus abuelos y el gobierno de Julio A Roca, junto a papeles actuales, emails de Zapiola, donde le aseguraba que en las tierras se cosecharía una nueva soja de crecimiento rápido y más productiva, cargaron en sus celulares las fotos de esos documentos y regresaron al hotel.

No necesitaron más. Regresaron a la capital y presentaron a Mendieta los informes y fotos del caso.

Con una orden del juez de turno, presente en el lugar, dieron vuelta la casa de Zapiola, Juan Bermúdez fue detenido, declaró lo que ya todos suponían que él fue quien efectuó el robo. Todo estaba en la caja de seguridad de un banco, a nombre de la esposa de Zapiola, ella había ayudado al joven a recuperar lo que pertenecía a su familia.

-Que extraña la actitud de la esposa de Zapiola…-comentó Carmona cuando regresaban del allanamiento.

-Zapiola la tenía dominada y se cansó, seguramente ella sabía lo turbio de las actuaciones de su marido y optó por joderle la vida, cuando una mujer se cansa de ser sometida suele suceder lo peor.

-¿Qué va a pasar con Bermúdez? -preguntó Carmona…

-Seguramente nada, el juez analizará el caso y lo más lógico es que lo deje en libertad…y seguramente las tierras volverán a su verdadero dueño el señor Castilla.

 

 

 

 

jueves, 5 de diciembre de 2024

La llamada.


 

 

 

 


Amaneció lloviendo.

Garmendia salió de la ducha, se vistió y fue a preparar el café,  mientras desayunaba intentaba entender la llamada de la noche anterior.

Una voz  desconocida con un acento que no pudo reconocer, le dijo; “Vas a tener que descubrir quién asesinó al turco Emir y no va a ser fácil, es una apuesta…” Iba  a preguntar quién era Emir cuando el otro cortó. Se dijo que algún chistoso le había jugado una broma.

 

Seguía lloviendo, busco su impermeable y el paraguas, odiaba llevarlo pero de la forma que llovía era necesario.

Paso a buscar a Carmona y juntos llegaron a la oficina del jefe. Mendieta lo estaba esperando, le entregó un papel con una dirección y le dijo:

—Malas noticias, mataron al dueño de los bazares “Del sur” – Mendieta arqueó las cejas e hizo un gesto que Pedro no entendió— te está esperando Carloncho, es bastante serio el asunto, a primeras vistas el culpable es Juancito  Ramos Montiel el hijo menor de un  ex embajador, está complicado el tema… anda con pie de plomo…

Había dejado de llover cuando Garmendia y Carmona entraron en el edificio de la Av. Libertador, subieron el sexto piso y encontraron en la puerta del departamento  a Carloncho, el forense estaba hablando con uno de los hombres de la policía científica que parecía escucharlo con atención. Se acercó a Pedro y le hizo señas para que lo siguiera, cruzaron un salón y pasaron a una habitación.

Carmona observaba con detenimiento cada detalle del lujoso departamento, luego se acercó a Pedro y al forense. En el suelo, un cuerpo sobre un charco de sangre y cubierto con una sábana blanca, lo hizo estremecer, a pesar de tantos años en el mismo trabajo, no se acostumbraba a contemplar la muerte violenta tan de cerca, Garmendia preguntó al forense:

—¿Qué sucedió?

—Lo liquidaron con bronca, le dieron ocho puñaladas y tiene varias magulladuras en la cara, por el desorden de los muebles hubo una pelea, la vecina llamó a la policía, llegaron dos móviles, dos agentes subieron por el ascensor y otros dos por la escalera, allí encontraron al pibe Montiel bajando a los saltos.

—¿Quién era el tipo? —Preguntó Garmendia examinando el cadáver— Es un tipo grande, ¿Intentaron robarle?

—Era el dueño de varios bazares diseminados por la provincia, en Trenque Lauquen, en Pergamino y varios más,  le decían el turco Emir, su apellido era Celik, era viudo y tenía fama de que le gustaban los muchachitos jóvenes…

—¿Preguntaron a los vecinos si vieron algo?

—por el momento no quieren hablar, una sola, dijo que era un escándalo cada fin de semana, música alta, gritos, hicieron varias quejas al consorcio y todo seguía igual, según la vecina el tipo arreglaba con plata al administrador.

De pronto Pedro recordó la llamada de la noche anterior.

—¿Cómo dijiste que se llamaba?

—Emir Celik. —respondió el forense.

—Anoche recibí una llamada, una voz desconocida me retaba a una apuesta, diciendo que no iba a descubrir quién asesino al turco Emir… y ahora esto, es raro.

—¿Qué más te dijo? —preguntó el forense.

—Nada más, tenía un acento  que no reconocí, transmitió  

el mensaje y cortó, creí que era una broma.

El forense tomó su maletín y con un gesto de saludo se despidió.

—Cuando tenga los resultados de la autopsia te llamó.

Mientras Carmona buscaba detalles, huellas o la prueba del arma que uso el asesino, Garmendia seguía pensando en la llamada. De pronto se dio cuenta que el sospechoso del crimen  estaba sentado en un sillón con cara de terror.

—¿Cómo te llamas? —dijo Garmendia, le dio pena el chico, su cara denotaba miedo, no tenía más de veinte años.

—Juan Ramos Montiel —respondió con un hilo de voz.

—¿Qué hacías con el viejo, eras el novio?

—No.

—¿Y entonces qué hacía acá? Habla por que te vas a comer un garrón…

—Vine a buscar unas fotos, no sé cómo logró fotografiarnos a mi novio y a mí en un departamento alquilado, me pidió dinero o le mostraba las fotos a mi viejo…a eso vine, a pagarle, lo encontré ya muerto, escuche la sirena policial y sólo pensé en escapar, baje por la escalera, allí me agarró la poli.

—Te vamos a detener hasta que se aclare tu situación.

Con un gesto llamó a dos oficiales y se lo llevaron.

Garmendia y Carmona fueron al escritorio de Emir. En la biblioteca y detrás de unos libros hallaron una caja de madera cerrada con llave, alli encontraron las fotos de Morales y el novio, pero en diferentes sobres, otros personajes fueron apareciendo, algunos conocidos.

—Este turró se dedicaba a chantajear a tipos en situaciones complicadas—dijo Garmendia— Guardó las fotos y siguieron buscando huellas, nombres, papeles que les dieran una pista y con varias carpetas de las andanzas del turco Emir

Fueron directo a sus oficinas.

El turco era un vividor,  dueño de un departamento que alquilaba a parejas en trampa o a incautos como el joven Morales.

Encontraron  la dirección del departamento que alquilaban y hallaron  cámaras funcionando desde una lámpara, un cuadro, hasta en un ventanal, grababa las escenas amorosas de sus clientes, luego les ofrecía las fotos o películas a cambio de un rescate que generalmente era de muy alto precio.

Garmendia analizaba los nombres y teléfonos que el turco guardaba en una carpeta. Algunos figuraban como que ya habían pagado, quedaban tres deudores, cuyos nombres  eran desconocidos y el del joven Morales. Al día siguiente un abogado se presento ante el juez, pagó la fianza y Morales salió en libertad.  Garmendia  buscó a los tres que quedaban. Uno era Vicente Flores,  abogado empleado en un estudio jurídico, casado, con dos hijos, su esposa también abogada en otro estudio. Vicente  fue grabado por las cámaras, estaba de  trampa con una amiga de su mujer. Fue investigado y en la hora que el forense  calculó la muerte de Emir  estaba en una reunión de padres en el colegio de su hija.

—Descartado por el momento —dijo Carmona.

Otro era un médico, Javier Salinas Fuentes, participaba de un congreso en Córdoba, otro descartado.

El tercero era el más peligroso, Santiago Marcovechio, dueño de un garito en el gran Buenos Aires, casado, en las películas estaba de trampa con una joven menor de edad que le había dado vuelta la cabeza, sin embargo tenía coartada, estaba con su esposa pasando el fin de semana en Mar del Plata. Todos descartados.

Garmendia se rascaba la cabeza mientras leía los informes de Carmona y agregó:

—Alguien se cansó de su especulación y lo paso a mejor vida, ¿pero quién…?

—Uno de los tres o alguien que mandaron a cumplir el crimen… ¿Cuál de ellos maneja tanta plata como para pagar semejante mandadito?

—El asunto podría estar entre Salinas Fuentes  o Marcovechio, no creo que el abogado maneje tanta plata, es un empleado…

—No lo sabemos, Hay que buscar información.

Carmona tiene contactos con el hampa y sus soplones son de fiar, comenzó por el sordo, que de sordo no tiene nada, pero le conviene que los demás crean que lo es. Al preguntarle si se había corrido alguna noticia de algún matón a sueldo que había trabajado en los últimos días, dijo no saber nada pero que lo iba a averiguar.

El otro soplón era Martínez, un paraguayo, dedicado a la venta de droga y que conocía  cada situación que  sucedía en el ambiente mafioso del gran Buenos Aires.

Martínez dijo haber escuchado que un polaco que se dedicaba a liquidar personas por contrato había soltado la lengua, que le habían pagado  varios miles de verdes. Festejando y con una borrachera tremenda  contó lo fácil que había sido y en su festejo hizo burla de un inspector y detective de la federal, que se iba a volver loco  buscando al asesino.

Con esos datos Garmendia no necesito más, el polaco era quien lo había llamado para apostarle que no iba a descubrir quién mató al turco Emir.

 

El polaco llevaba las maletas y  los pasajes a Polonia cuando lo detuvieron en un taxi, llegando a Ezeiza. Sin chistar se dejó detener, estaba seguro que no tenían pruebas en su contra.

Ante el juez, negó todas las acusaciones, aseguró no conocer a ningún turco y que esa noche había estado con su novia en una bailanta.

Cuando el juez le informó  que una vecina lo había visto entrar al departamento y que otra lo cruzó bajando muy apurado las escaleras y las dos lo reconocieron al ver su fotografía, su cara cambió de color y al decir el juez que semejante crimen merecía la perpetua, el polaco se derrumbo. ¿Quién había pagado para matar a Emir Celik?

Al desembuchar  el nombre del que lo había contratado, el juez, Garmendia y Carmona quedaron sorprendidos.

Acompañados por dos móviles policiales llegaron a un caserón de  San Isidro, donde un sorprendido mucamo los hizo pasar.

El ex embajador, padre del joven Morales los recibió con una sonrisa de desdén.

—No los esperaba…—dijo al verse rodeado.

—Está detenido por ser el instigador del crimen de Emir Celik —dijo Carmona mientras le ponía las esposas.

—Volvería a hacerlo, mi hijo se educó en los mejores colegios, tenía una carrera  asegurada en la política internacional, yo no iba a permitir que ese turco arruinara su vida.

 

El polaco debía matar al turco y buscar las fotos comprometedoras, pero una vez cometido el asesinato, no encontró las fotos, la vecina asustada por la pelea de Emir y el polaco avisó al 911, en minuto el ulular de las sirenas sorprendió al polaco y escapó y dejando la puerta abierta, en ese momento llegó Morales y al descubrir el cuerpo sólo pensó en salir lo más rápido posible, bajo a los saltos  y allí se encontró con la policía.

Lo que nadie declaró fue quién efectuó la llamada a Garmendia, ya que los dos; el embajador Morales y el polaco tienen un acento extranjero, pero los dos lo negaron, ¿Cuál miente?

 



viernes, 8 de noviembre de 2024

Una trampa original


 

 

 

La confitería del Molino rebozaba de clientes, Garmendia entró y el aroma del café lo hizo respirar hondo y disfrutar con la imaginación del rico sabor. Desde una mesa le hicieron señas, se acercó.

-¿Señorita Quintana?—Preguntó.

-Si señor Garmendia, me llamo Sandra, tome asiento por favor.

La muchacha era agradable, tendría unos treinta años, cabello oscuro, bonita y extremadamente pálida. Pidieron  café.

-Disculpe que lo haya hecho venir hasta aquí, pero no quería que mi tío Santiago me viera, él no entiende lo que me está pasando y el que yo me comunique con uno de sus inspectores no le iba a hacer gracia..

Santiago Mendieta era el superior de Garmendia y un hombre correcto en extremo.

-Señorita, si su tío sabe que nos reunimos sin que él se entere, voy a tener problemas.

Pedro se movía incomodo en el asiento, sabía que a su jefe este encuentro no le caería bien.

-Ya he hablado con mi tío sobre el tema y no quiere creerme, me dijo que debo ir a un psicólogo, fui y el profesional me derivó a un psiquiatra que me está dopando con pastillas, y yo sé que no es lo que necesito, el tema no soy yo, alguien intenta volverme loca.

Pedro se había serenado, ahora era la señorita Quintana la que se veía nerviosa.

-Explíqueme que le sucede, veremos qué puedo hacer, aunque presiento que no soy yo el indicado para su problema.

La joven se frotaba las manos, sus ojos inquietos miraban a un lado y a otro con temor.

-Desde hace unos meses escucho en mi casa voces y sonidos extraños, un especialista en sistemas de micrófonos que envió mi tío revisó la casa y no encontró nada que pudiera producir esas voces y ruidos, que escucho por la noche, me despiertan a las dos o tres de la mañana y luego hacen silencio, pero ya no me puedo dormir...

Los ojos de Sandra transmitían la angustia que la aquejaba, Garmendia la observaba con pena.

-¿Vive sola señorita Quintana?

-Si, desde hace un año que murió mi madre, mi hermana vive en la provincia de Salta.

Sandra miraba a Pedro esperanzada en que le iba a decir algo que solucionara sus miedos, él se mantenía callado y pensando, de pronto le preguntó, si algún vecino gracioso puede que intente molestarla ¿se lleva bien con todos?

-Si hace años que vivo allí y jamás hubo un problema.

Terminaron el segundo café, la tarde comenzaba a diluirse entre las primeras sombras. Garmendia abono la consumición y salieron juntos. Las preguntas de Pedro hicieron que la joven le vaya contando con sus respuestas, prácticamente su vida.

Así Pedro se enteró que la casa estaba a nombre de ella y que la madre había dado a su hermana valores en dólares que cubrían la parte que correspondían a la mitad de la vivienda. Por ese lado no había entre las hermanas ninguna disputa económica.

Ya en la oficina Garmendia fue a hablar con Mendieta, no quería actuar a espaldas de su superior, este lo escuchó tranquilo y le dijo:

-Mi sobrina quedó alterada desde que Samuel, su esposo, la abandonó, es un tránsfuga, metido en varios desfalcos, estuvo preso unos años y no sé con qué maniobra de su abogado quedó libre, volvió a verla y ella no quiso saber nada -Mendieta crispó los puños y prosiguió- ya la había estafado hace algunos años, vendiendo un departamento que estaba a nombre de los dos y se quedó con el dinero, ese un tipo que no va a cambiar. ¿Vos crees que puede ser él que la quiere asustar? Estoy seguro que él está detrás de todo este drama.

-Puede que sí… -dijo Pedro- si es tan mala persona, es capaz de cualquier cosa, pero… ¿con qué intención?

-No lo sé, mis hombres revisaron la casa y no encontraron micrófonos…

-Voy a ir a ver esa vivienda con un amigo que sabe de esas cosas.

 

El amigo de Garmendia, “El tarta”, era un especialista en cajas fuertes, conocedor de los sistemas eléctricos más sofisticados, Pedro confiaba en él, a pesar de saber que era  un ladrón de alto vuelo, pero había ayudado a Garmendia en muchas ocasiones.

Luego de revisar la casa, salieron con una sonrisa y sin darle a Sandra respuesta sobre el resultado de la inspección realizada, sólo le dijeron que se quedara tranquila que ya estaban sobre la pista de quién y cómo la molestaba.

Tras pasarle el informe a Mendieta, fue Carmona el encargado de vigilar por las noches la casa de Sandra, durante su presencia  no se escucharon voces ni ruidos. El siguiente paso de Carmona fue hacer preguntas en el barrio, en especial a los comerciantes que son los que escuchan y conocen los chismes que desgranan los vecinos  en sus compras, así se enteró que el ex de Sandra tenía una relación con la vecina, relación que ambos escondían muy bien, pero no tan bien para doña Ana, la anciana que vivía en la casa de enfrente y se entretenía vigilando a las entradas y salidas de Samuel en la casa lindante. Con esta noticia, Garmendia confirmó sus sospechas.

Con la orden de un juez entraron en la casa contigua, en momentos que Samuel estaba de visita. El sistema que había instalado Samuel era muy sofisticado y difícil de detectar, pero no para “El tarta” que descubrió en seguida la tramoya.

El tema fue así: desde la casa vecina y por medio de   la red eléctrica y mediante la grabación en un pendray, pasaban a pequeños parlantes resguardados en lugares claves, sonidos de llantos, gemidos, y voces clamando ayuda, eso despertaba a Sandra y el miedo de no saber de dónde llegaba ese sonido la alteraba y lo peor era que nadie le creía, las veces que Mendieta se quedó por las noches en la casa de su sobrina, el silencio fue total.

La crisis en la que vivía Sandra, la sumía en una depresión psíquica, que su terapeuta no lograba controlar, la dopaba con pastillas y eso alteraba su salud mental.

El motivo lo presintió Mendieta desde el principio, pero no encontró cómo descubrir semejante juego sucio.

Al estar Sandra y Samuel, todavía casados por ley, él nunca había querido firmar el divorcio, intentaba enloquecer a Sandra, declararla insana e internarla. Su intención era vender la casa y hacerse de una buena cantidad de dólares para salir del país con su amante.

Samuel y su amiga quedaron a disposición del juez.

La que encontró un nuevo entretenimiento fue doña Ana que desde su ventana vigilaba las entradas y salidas de Carmona en la casa de Sandra, al parecer, el ayudante de Garmendia encontró la manera de consolar la tristeza de la joven, es decir, se acompañaban mutuamente y la soledad de ambos, paso a un segundo plano.

 



miércoles, 23 de octubre de 2024

El crimen del cura.


 

Carmona entró al bar en el que Garmendia saboreaba una cervecita bien helada. Llegó empapado, la lluvia de aquel sábado le había calado hasta los huesos.

-¿De dónde venís? -pregunto Pedro mirando los zapatos embarrados de su ayudante.

-De la villa, mataron al Padre Ramón, le metieron dos puñaladas y lo dejaron tirado en el patio de atrás de la capilla- se quitó el impermeable, lo colgó del perchero y tomó asiento, pidió un café y dijo:

- La gente dice que fueron los transas, pero esas puñaladas no son el estilo de esos muchachos, usaron un cuchillo de tumberos…el jefe dice que vayamos a investigar.

Pedro se reacomodo inquieto en la silla, conocía al transa de la villa, no le gustaba, era el jefe de los soldaditos que iban y venían en sus motos haciendo el delivery de droga,  un mocoso de unos veintitantos años, prepotente hasta con sus amigos y demasiado sanguinario, todos le temían, se llamaba Salvador Aquiles y según se presumía, era hijo de un pez gordo de la política,  llevaba el apellido de la madre, así que no se conocía a ciencia cierta quién era el padre, pero, que estaba protegido; ¡¡Lo estaba!!

-Apura el café y vamos a ver que pasó…

Llegaron a la capilla y la gente arremolinada en la puerta los miró con desconfianza, al ver que los dejaron pasar, intentaron acercarse a preguntar, el personal policial los alejó.

El padre Ramón era muy querido, vivía en la villa y conocía todas las necesidades de la gente, ayudaba, aconsejaba y estaba presente en cada casa cuando era necesario. Desde que había llegado ocho años atrás, hubo un cambio, las peleas a balazos disminuyeron y hasta los transas calmaron sus escándalos, pero las relaciones entre ellos y el cura eran lejanas, no se aceptaban, el cura los respetaba, siempre y cuando no se metieran con la gente trabajadora del lugar. Era fuera de la villa donde se vendía la droga, la clientela figuraba más allá del asfalto.

Según contaron los policías presentes, la tarde anterior, la gente de la pastoral, había tenido reunión como todos los viernes, al largarse la lluvia se retiraron a sus casas. A la mañana llegaron dos mujeres que daban catequesis y encontraron al padre tirado en la parte de atrás de la capilla, boca abajo y con restos de sangre que había lavado la lluvia.

Luego de preguntar a los amigos del padre Ramón, no quedaban dudas, las relaciones entre los transas del barrio y el cura era complicadas.

Sin embargo y según Garmendia resultaba demasiado fácil culpar al capo de la droga, era un joven inteligente y sabía de sobra que no debía meterse con el sacerdote, le gente del barrio lo quería y sentía  devoción por el cura, armándose de coraje fue a visitar a Salvador.

Aquiles vivía frente a la villa en una antigua casa que había pertenecido a la familia de su madre, fue ella quien abrió la puerta y los hizo pasar a la oficina del muchacho, ya estaba enterado de la muerte del padre Ramón y al preguntarle Garmendia cuál era su relación con el cura, respondió:

-No he tenido problemas con el curita, varias veces vino a visitarme y convinimos que la droga no se debía vender en la villa, que mis muchachos no jugarían con armas de fuego, como hacían antes, era cosa de pibes tirar al aire, les gustaba asustar a los vecinos, cosa que ya no hacen.

- ¿Por qué será que los habitantes de la villa te señalan como asesino del cura? -preguntó Garmendia y notó asombro en los ojos de Salvador.

- ¡Pregúnteles a ellos! -respondió con rabia- yo cuido a la gente del barrio, los transas de otro lugar acá no entran, ni transas ni chorros…

-Está bien Salvador, si encuentro algo nuevo volveré a visitarte -dijo Pedro y lo miraba a los ojos intentando descubrir en ellos algún dejo de temor, que no lo encontró.

-Haga lo que quiera -le dijo el transa- pero cuanto más lejos lo vea,  mejor…

Nadie los acompañó hasta la puerta, salieron a la calle, subieron al coche seguidos por la mirada curiosa de los vecinos.

 

Luego del entierro, Carmona venia manejando el coche de Garmendia y le preguntó:

-¿Algo te llamó la atención?

Garmendia negó con la cabeza.

-A mí sí, varias chicas jovencitas y embarazadas en el cementerio y por la forma que lloraban parecía que se les había muerto un familiar, tenemos que hablar con la sacristana, pero hoy, dejemos descansar a todos, mañana vamos hasta la capilla.

A la tarde siguiente, se acercaron buscando a la sacristana. La señora Araceli era una santiagueña simpática y amable, vivía al lado de la capilla, los recibió con café a los investigadores y ante la pregunta de quienes eran las chicas embarazadas, dio una respuesta que los asombró.

“Son las chicas del hogar MaminaS, allí se recibe a las pibas  embarazadas, que la vida se les complica, las echan los padres o los novios las abandonan.”

-¿Cómo funciona eso?- preguntó Garmendia.

-Es una historia que comenzó hace pocos años, el padre estaba levantando una escuelita para jardín de infantes y guardería cuando comenzó el covid, el barrio se revolucionó, había muchos viejitos solos que no podían seguir en esa situación y lo que iba  a ser una guardería. termino siendo guardería de abuelos -Araceli hablaba y acompañaba sus palabras con el movimiento de sus manos -el padre Ramón y otros curitas se encargaban de cocinar y cuidar a los viejos, yo era una de las que estaba sola… – Araceli volvió a servir café y Garmendia la escuchaba interesado, mientras Carmona daba vueltas por la cocina buscando algo para comer–y comenzaron a conocerse casos en el barrio, de chicas, que por estar embarazadas no tenían dónde ir, una que el novio no quería al hijo, otra que los padres la echaron de la casa por ser una vergüenza y así fue creciendo el hogarcito entre los viejos y chicas abandonadas.

-¿Dónde está el hogarcito?

-Atrás de la capilla, cruzamos el patio y lo encontramos, termine el café que los acompaño.

El hogar era un amplio salón rodeado de cuartos, las abuelas, sólo quedaban dos, vivían en el último y su ventanal daba al patio de atrás de la capilla.

Carmona quedó haciendo preguntas a las chicas, tratando de investigar y Garmendia fue al cuarto de las dos abuelas, una de ellas tejía, mientras la otra se hallaba sentada en un sillón frente al ventanal. La tejedora, se llamaba Celina, era rosarina y le contó su vida al inspector, la otra no hablaba, ni prestaba atención a Garmendia.

-¿Qué le pasa a la señora que no habla, ni me mira?- preguntó Pedro a Celina.

-Tiene demencia senil y pasa horas en silencio, otras veces habla de cosas viejas como si hubieran ocurrido recién, es buenita, se llama Trini…sufrió mucho con la muerte del curita Ramón, ella lo consideraba su hijo y desde entonces sigue allí sentada con la mirada fija en el patio de atrás de la capilla, parece esperar algo...

Nada saco en limpio de la conversación con Celina, ninguna pista que desenredara la telaraña y le permitiera  una idea, al menos, para investigar.

Carmona encontró que una de las chicas, Sandy, le relató algo importante, ella había escapado de la casa que habitaba con su novio, un tal Federico Sartori. Al quedar embarazada, él la obligo a abortar, Sandy se negó y debido a eso, la golpeó, ella asustada se escapó a la casa de una tía, el matón la buscó hasta encontrarla e intento, hacerla cambiar de opinión, Sandy se negó nuevamente a interrumpir su embarazo y Sartori volvió a pegarle, la chica debió ser hospitalizada, allí la conoció el padre Ramón y para evitar que nuevamente la golpeara y sucediera una tragedia la llevó a vivir a MaminaS. Cuando Sandy creía que su vida se encaminaba en paz, apareció de nuevo su ex novio, intentó llevársela por la fuerza, cosa que no logró y furioso, amenazó al cura creyendo que entre él y Sandy había una relación.

Al regresar, Pedro manejaba en silencio, de pronto dijo:

-Estoy seguro que ese tipo es el asesino, pero cómo demostrarlo…

Carmona lo miro y le dijo:

-¿Estás adivinando?

-No, es una idea que me vino de golpe por las actitudes del tipo, es un violento que cuando no consigue lo que quiere emplea la fuerza bruta.

Al investigar a Sartori se llevaron una sorpresa inesperada, había estado preso varios años por un crimen en una pelea callejera, debido a sus arreglos con un juez le redujeron la condena y en pocos años salió libre, era un violento, los datos de su expediente lo confirmaban.

Lo buscaron y lo encontraron. Sartori era dueño de un taller mecánico en San Martín cerca de la estación de trenes, vivía en una pequeña casa en el fondo de su taller. Garmendia y Carmona se presentaron y ante las preguntas de los investigadores se mostró manso como un cordero, aseguró estar arrepentido de su proceder con Sandy y juro que nada tenía que ver con la muerte del padre Ramón y que las amenazas al cura era una invención de su novia, ese día viernes había trabajado en su taller mecánico hasta tarde y su ayudante, dio testimonio confirmando sus palabras.

Todas las hipótesis de Garmendia se vinieron abajo, salieron del taller mecánico apesadumbrados, se estaba haciendo difícil encontrar pistas que los llevaran a una solución. Regresaron a la oficina, pero antes pasaron por el bar del gallego Manuel a ver si con unas cervezas se les pasaba el mal humor, Carmona iba en silencio, cada uno sumido en su bronca y tratando de encontrar la punta de esa madeja de conflictos.

Iban por la segunda cerveza cuando Garmendia dijo mordiendo las palabras:

-No le creo nada a ese tipo Sartori, estoy seguro que fue él…

-Pedro, el ayudante dijo que ese día trabajaron hasta tarde, estás empecinado con el tipo.

-El ayudante puede decir lo que quiera por estar amenazado, no te olvides que es un matón y un cobarde, aparte me hace ruido el que haya estado preso, no te olvides que al cura lo mataron con un arma tumbera.

Recién en la tercera cerveza la cara de Garmendia se iluminó y exclamó:

-Vamos a buscarlo, se me ocurrió algo.

Carmona sin entender que se le había ocurrido a Pedro, lo siguió.

Llegaron al taller y Sartori los miró sorprendido, se hallaba tomando mate con su ayudante, quien al verlos dio un paso atrás, se lo notaba inquieto.

-Acompáñenos -dijo Pedro- es para un control de rutina.

Extrañado y de mala gana, aceptó ir con ellos, no le dijeron a dónde iban, cuando se dio cuenta que enfilaban para la villa, Sartori se removió en el asiento, se lo notaba intranquilo. Bajaron en la puerta de la capilla, al verlos algunos vecinos se acercaron curiosos, Carmona les hizo un gesto para que se alejaran, entraron los tres, Garmendia se adelantó, Carmona empujó al tipo y pasaron a la parte de atrás de la capilla, quedaron de pie en el mismo patio que habían encontrado muerto al cura. Sartori no entendía nada, Carmona le dijo:

-Muévase, camine por el patio que en seguida viene Garmendia.

De pronto unos gritos que ponían los pelos de punta, llegaron de la casa de las abuelas, Garmendia intentaba calmar a Trini que se debatía en sus brazos presa de un ataque de histeria, mientras miraba con terror y señalaba a Sartori que sorprendido y sin entender nada miraba curioso al ventanal.

-Ese hombre malo… pobre mi Ramón…-lloraba y se abrazaba a Garmendia que no sabía cómo calmarla.

La demencia senil de Trini, no era Alzheimer, ella se perdía por momentos, pero recordaba y al ver a Sartori volvió a ver ante sus ojos la escena que había contemplado días atrás desde la ventana de su habitación, ese hombre había matado a su querido Ramón, al que ella creía su hijo.

 

Mientras el coche policial se llevaba esposado a Sartori, Garmendia y Carmona quedaron en la puerta de la capilla con Araceli, fue ella la que preguntó:

-¿Cómo se les ocurrió preparar esa escena para que Trini lo viera a Sartori?

-Fue Celina, la anciana que está con Trini -dijo Garmendia- ella dijo que la enfermedad deTrini no era Alzheimer, que por momentos recordaba, así se me ocurrió traer al posible asesino al mismo lugar donde ella lo había visto matar al cura, Celina dijo que Trini esperaba algo, que no se movía de su sillón, era una posibilidad que fuera Sartori, si la abuela lo reconocía, de alguna forma lo iba a manifestar.

-Fue un riesgo… ¿y si Trini no se daba cuenta? -preguntó Araceli.

-Volveríamos a empezar – respondió Garmendia encogiéndose de hombros.

 

Esta vez los abogados de Sartori nada pudieron hacer para sacarlo libre, el caso le toco a la fiscal Suárez, nada lograron las trampas que tejieron los juristas de la defensa, el juez condenó Sartori a treinta años, al salir su hijo, al que le quiso negar la vida, ya sería un hombre.

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 13 de septiembre de 2024

Laberinto de ambiciones.


 


Los vecinos denunciaron que algo grave estaba sucediendo en la casa de don Camilo, se escuchaban gritos, golpes y una música estridente que intentaba tapar el escándalo.

Cuando llegó la policía, encontraron a don Camilo atado en una silla, cubierto de sangre.

Una ambulancia lo llevó hasta el hospital de la zona. Los médicos hicieron lo posible por salvarlo, fue inútil, horas después el viejo falleció.

Encargaron el caso a Garmendia.

Cuando llegaron a la casa, inspector y ayudante, dieron vueltas por todos los rincones buscando alguna prueba. ¿Quién había golpeado tan salvajemente al anciano? Solo hallaron desorden.

Era una vivienda muy antigua, descuidada, nada de valor podía tener alguien que vivía tan humildemente.

¿Por qué la golpiza entonces?

Encontraron fotos familiares, Camilo con una mujer de su edad y dos jóvenes que se parecían fisicamente al viejo. Mientras daban vueltas por la casa no advirtieron que alguien había entrado. Era una mujer de unos treinta años, muy delgada y pálida que los miraba sin decir palabra.

-Perdón, ¿quién es usted y cómo entró? -dijo Carmona.

-Me llamó Melina -dijo con un hilo de voz- tengo llave, ayudaba en los quehaceres a don Camilo y le hacía la comida.

Garmendia la observaba con atención, parecía un tanto asustada.

-¿Sabe si el anciano tenía enemigos?

-No, era una buena persona- dijo con tristeza.

Melina fue contando que don Camilo era querido y respetado en el barrio, desde que murió la esposa dos años atrás, estaba muy depresivo, casi nunca quería comer a pesar que ella le cocinaba sus comidas preferidas.

Garmendia le enseñó las fotos y preguntó si eran los hijos, la joven asintió, dijo que ella nunca los había visto, que los conocía por las fotos. El viejo nunca hablaba de ellos, a pesar que varias veces le preguntó, siempre respondía; ¡cuanto más lejos mejor! Solo una vez le confió que los hijos querían internarlo en un geriátrico y don Camilo no estaba de acuerdo con ese tema.

 

Inspector y ayudante decidieron buscar a los hijos.

No fue difícil dar con ellos, vivían en un barrio cerrado en el gran Buenos Aires, disfrutaban, al menos por su apariencia y por sus autos de marca, de un buen pasar económico. Los hermanos eran solteros y vivían juntos. La casa era como el barrio en que se hallaban, elegante y lujosa. El mayor, Lucas, de unos cuarenta años era el que llevaba la voz cantante, el otro hijo, Felipe, no hablaba.

Ante las preguntas de Garmendia respondieron que estaban alejados de su padre desde hacía años, discusiones familiares, los distanciaron.

- ¿Qué tipo de discusiones? -pregunto Garmendia.

-Eso a usted no le importa, son temas íntimos de la familia.

-Si me importa -exclamó Garmendia- su padre fue asesinado y yo debo investigar el motivo.

-¡Por favor! ¿Quién va a asesinar a un pobre viejo que no tenía donde caerse muerto?

-Eso nos preguntamos nosotros y eso vamos a averiguar.

Los investigadores se retiraron al ver que los hermanos no aportaban colaboración a sus preguntas.

 

Lucas y Felipe Ferreira eran propietarios de una inmobiliaria de barrio Norte. Garmendia y Carmona los visitaron nuevamente, intentando hablar con ellos, ya que en la visita anterior se mostraron parcos.

Los investigadores se sorprendieron, esos hermanos disfrutaban mostrando su riqueza, el local era ostentoso, diseño de la mejor ciudad europea.

Pero allí no terminó la sorpresa, dos tipos, casi se cruzan con ellos, salieron discutiendo y muy enojados de la inmobiliaria. Subieron a un coche que los esperaba y partieron con prisa.

Garmendia y Carmona entraron al local con una sonrisa, sin embargo, los dos hermanos los miraron oscamente. Ellos mantuvieron su gesto amable.

-Buenos Días -saludo Pedro- me quedaron preguntas en el tintero, a propósitos ¿Quiénes eran los dos que salieron, me resultan conocidos?

-Clientes, buscaban departamentos para alquilar – respondió Lucas secamente.

Felipe observaba en silencio.

Sin que se lo ofrecieran Garmendia tomó asiento, su compañero siguió de pie, sin perder de vista a Felipe mientras fingía estar distraído con los cuadros de los edificios en oferta.

-¿Su padre tenía más propiedades?

-Que yo sepa, no.

-El terreno que esta pegado a la casa, parece una quinta ¿es de su padre?

Felipe se removía en su silla, no sabía dónde poner los ojos.

-Si, se lo alquilaba a un vecino -Pedro notó que Lucas tenía los puños apretados.

-Que raro una quinta en pleno barrio de Caballito…- Pedro mordió las palabras para ver qué efecto causaban en los hermanos. Seguían imperturbables.

-Disculpe inspector, pero tenemos mucho trabajo por delante –dijo Lucas.

-Una última pregunta: ¿su padre tenía enemigos, tal vez deudas de juego o alguna íntima amiga casada, es decir algún esposo celoso?

La carcajada de Lucas se elevó en el local, movió la cabeza y en tono burlón respondió:

-Se ve que no han logrado averiguar nada, ni tienen pruebas del caso y están inventando pavadas, mejor se van… Felipe acompáñalos a la puerta.

Al llegar a la salida Felipe abrió y Garmendia por lo bajo dijo:

-¿Su hermano le tiene prohibido hablar?

Felipe se puso rojo y no respondió.

 

Primera tarea al llegar a la oficina fue investigar a los dos tipos que salieron de la inmobiliaria. Los conocían muy bien. Eran Carboncito y el Cacho, dos mafiosos de poca monta muy conocido en el ambiente policial, ladrones y estafadores; tarea que recayó en Carmona. Pedro se ocupó de los hermanos Ferreira. La publicidad en una carpeta que dormía sobre el escritorio de Lucas, los puso en alerta, sobre el banco con el que trabajaban, Carmona conocía al gerente de una de las sucursales, fue fácil averiguar qué tipo de personas eran los hermanos Ferreira. El informe no se hizo esperar. A partir de 2020, y debido a los problemas que trajo el COVID, varias empresas perdieron capital y clientela, entre ellos la inmobiliaria Ferreira, contrajeron deudas con el banco y con varios prestamistas, su actual situación era; bancarrota.

Al conocer la mala relación de los hijos con el padre, Garmendia sospechó que el tema de la disputa, era la casa del viejo y el terreno lindante, la zona era una tentación para cualquier inversor en edificios de departamentos y si la inmobiliaria estaba  en quiebra... bien podía ofrecerlo a una empresa constructora y de ahí lograrían salir de la situación en rojo que estaban.

Garmendia se acercó al vecino que alquilaba el terreno de don Camilo. El hombre habló con respeto del viejo, no lograba entender quién podía haberlo golpeado tan salvajemente. Se conocían desde hacía años, nunca había existido discusiones entre ellos, Camilo solía acompañarlo en las tardes a regar o cosechar verduras, era un entretenimiento del que disfrutaba, a veces le había confiado que los hijos le pedían la casa y el terreno, no le decían cuál era el fin que perseguían, pero el viejo desconfiaba de ellos y cada vez que salían con ese tema los echaba de la casa.

El caso se iba cerrando. Garmendia sospechaba que Lucas y Felipe algo tenían que ver con la muerte de don Camilo, ahora había que probarlo.

Carmona buscó un pretexto para llevar presos a Carboncito y al Cacho, averiguación de antecedentes, alguien los había visto merodear  la casa de don Camilo. Juraron que no tenían nada que ver. Sus celulares deschavaron varias llamadas a la inmobiliaria Ferreira. Los hicieron declarar por separados y las respuestas fueron diferentes, uno dijo que llamaban para alquilar y otro que les ofrecieron trabajo en la inmobiliaria, se enredaron en sus mentiras, juraron no conocer al viejo y que no sabían dónde estaba la casa.

Garmendia le presentó a Melina fotos de los dos mafiosos, al reconocer a Carboncito como el gasista que vino a arreglar la caldera, que no pudo solucionar el problema, prometió volver y nunca regresó. Con ese as en la manga, las palabras de Carboncito se desvirtuaron. Si, conocía a don Camilo y si, había estado en la casa, seguramente para estudiar el ambiente.

Al ver que no tenían escapatoria. Carboncito declaró que los habían contratado para darle un susto al viejo, pero se les fue la mano y Camilo no aguanto la paliza.

-¿Cuál era la idea de golpearlo?

-Que se asustara y por miedo a que el asalto se repitiera, aceptara la propuesta de los hijos de irse a un geriátrico…le pedíamos las joyas y el viejo juraba que no tenía joyas, ni nada de valor en la casa.

Los hijos  ya tenían organizada una sociedad con una empresa  encargada en la construcción de  edificios.

-¿Por qué lo golpearon tanto? -Garmendia preguntó con rabia.

-Estábamos pasados de rosca, cuando nos dimos cuenta escapamos y los desgraciados no nos quisieron pagar, dijeron que los habíamos metido en un lio, en un lio estamos nosotros ¿quién nos salva de los grillos…?

-Quédate tranquilo Carboncito -dijo Carmona- los vas a tener de compañeros, ningún juez los va a dejar afuera de la cárcel.

Así terminó la historia, de los hermanos Ferreira. Carboncito y Cacho presos, don Camilo bajo tierra y los parientes del viejo peleando para ver quién hereda la casa y el terreno.

Cosas de la miseria humana.