La
cara del hombre demostraba preocupación, Garmendia lo observaba sin entender el
motivo de su presencia frente a él.
-Señor
Sánchez, no me está explicando el porqué de su presencia o yo no lo entiendo….
-Mi
Hermano Guillermo, falleció hace pocas semanas, dijeron que fue un paro
cardiaco, pero yo creo que fue asesinado.
Con
calma Pedro preguntó:
-¿Qué
lo lleva a pensar eso?
-El
nunca sufrió del corazón, pero desde hace unas semanas tenía malestar de
estómago, todo le caía mal, estaba de mal humor y parecía desconfiar de todo lo
que sucedía en la fábrica.
-¿Ustedes
trabajaban juntos?
Sánchez
asintió con la cabeza.
-¿A
qué se dedican?
-Ropa
deportiva, tenemos un local de ventas sobre Cabildo, vendemos buena calidad y
la clientela nos acompaña desde hace años, no tenemos problemas para que él
estuviera preocupado, pero algo le sucedía y a pesar de que le pregunté varias
veces, me respondía que eran ideas mías…
Sánchez
se encogió de hombros y quedó en silencio.
-Vamos
al grano -dijo Garmendia- ¿usted que sospecha?
-¡Que
lo estaban drogando o envenenando!
-¿No
hubo autopsia?
-No,
la esposa no lo permitió y dudo de ella.
Garmendia
se puso de pie y dijo:
-Vaya
tranquilo señor Sánchez, vamos a investigar…
La
investigación comenzó por la esposa. La visitaron en su casa, una mucama muy
amable los hizo pasar.
Cecilia
Maldonado, era una mujer joven, tal vez demasiado para los cincuenta y tantos
de su difunto marido. Se mostró serena ante las preguntas. Le comentaron las
dudas del cuñado sobre la muerte y preguntaron por su negación a la autopsia.
Dijo que el médico que lo atendió no lo creyó necesario, pero si un juez lo
pedía, ella accedería sin problemas.
Carmona
preguntó:
-¿Usted
cree que alguien pudo causar de alguna manera la muerte de su esposo?
Quedó
en silencio, dudaba en responder.
-¿Por
qué, era una buena persona, no tenía problemas con sus empleados…sus amigos lo
respetaban, era un hombre fiel, nunca me engaño ni yo lo hice?
-¿Y
con su hermano, cómo era la relación? -la pregunta de Garmendia quedó en el
aire, ella nuevamente pareció dudar.
-Creo
que era buena -miró a Garmendia a los ojos y dijo- ellos se llevaban bien, solo
que Juan, no me quiere y no me pregunte
el motivo... no lo sé…
Siguieron
investigando con los amigos y llegaron a los proveedores, todos coincidían con
la declaración de la esposa; “Guillermo Sánchez fue una excelente persona.”
Días
después una llamada del médico forense dejo a Garmendia sin palabras, escuchaba
el mensaje en silencio, miraba la pared con la vista perdida entre el color
envejecido y las manchas de humedad.
-¿Qué
sucede? – pregunto Carmona.
-Complicaciones
– y no dijo más nada. Carmona que conocía el carácter difícil de Pedro, no
preguntó más.
Horas
más tarde llegó el informe de los forenses y al leerlos Carmona comprendió y
entendió a su compañero.
Acompañado
por Carmona, Pedro entró en el edificio de la empresa de ropa deportiva, un
joven secretario los condujo hasta la oficina del jefe. La sorpresa se dibujo
en la cara de Sánchez.
-Señores
no los esperaba, tomen asiento, ¿tienen novedades?
-No,
tenemos preguntas… ¿cómo era su relación con su hermano?
Sánchez
arqueó las cejas, pensó unos segundos antes de responder.
-Muy
buena, estábamos de acuerdo en todo, compras, ventas, personal, hasta estábamos
estudiando ampliar nuestro negocio y abrir algunos locales en la costa, ahora
todo eso quedó en la nada… mi hermano por consejo de su esposa había contraído deudas
que nos han frenado por el momento…veremos qué pasa más adelante.
Garmendia
que lo escuchaba con cara de piedra, preguntó:
-¿Cuál
podría ser el impedimento, su cuñada?
Lo
vieron dudar, movió la cabeza y dijo;
-Puede
ser, las deudas pueden hacernos perder nuestra empresa, es demasiado joven y no
entiende de negocios, posiblemente este no sea el momento de hablar con ella de
ese tema, hay que dejarla que viva su luto, su dolor.
-¿Cómo
se relacionaba con su hermano para llevar adelante la empresa?
-Nuestra
relación era muy buena, varios días por semana nos reuníamos acá mismo a
conversar.
Garmendia
escuchaba atento a cada palabra y su modulación. Carmona se puso de pie y
recorrió la oficina, se acercó al secretario y le pidió un vaso de agua, el
joven fue a la parte de atrás del escritorio, Carmona lo siguió, entraron a una
pequeña cocina, del refrigerador le sirvió un vaso con agua, el detective
observaba cada detalle.
-Bonita
cocina, no falta nada – dijo Carmona.
-El
señor Sánchez es muy puntilloso, quiere que todo brille.
-¿El
hermano era igual?
El
secretario sonrió.
-Guillermo
era más sencillo, él nunca entraba, me pedía que le comprara una hamburguesa o
se iba a comer con su esposa al bar de la esquina.
Salieron
de la oficina rumbo a tribunales.
En
una hora regresaron con personal de la policía científica. Sánchez sorprendido
les preguntó: ¿qué pretendían hacer? Le mostraron la orden del juez para
analizar cada detalle y nada dijo.
Luego
de revisar todos los rincones y llevarse frascos de la heladera y la mesada, la
investigación dio un resultado nulo.
Al
día siguiente fueron al hogar de Guillermo Sánchez, los atendió la mucama que
los recibió sorprendida al ver a tanto personal de la P. científica. Repitieron
lo mismo que en las oficinas, se llevaron al laboratorio utensilios del baño y
la cocina. La esposa al verlos llevarse las cremas de afeitar, el talco y
desodorante, les dijo que estaban locos que estaban realizando un abuso, la
mucama, escondida tras la puerta, observaba cada movimiento de los policías,
con el mismo desconcierto que la señora Sandoval.
Luego
del informe del forense, Garmendia dirigió la investigación en manos de la
policía científica y no se equivocó.
Guillermo
Sánchez fue envenenado de una forma muy sutil y segura, los forenses
encontraron que desde hacía semanas su cuerpo recibía pequeñas dosis de veneno
que fue debilitando su organismo, en especial su corazón. En el dentífrico, en
la espuma de afeitar, habían agregado un potente veneno, utilizando una
jeringa, esa gota, diariamente lo fue consumiendo.
La
esposa fue detenida y ante las acusaciones juro que nada tenía que ver en la
muerte de su esposo, no le creyeron, pero, para sorpresa de los detectives, algo
sucedió.
Garmendia
visitó la empresa de los Sánchez y vio salir de la oficina a una mujer que le
resultó conocida, Juan la despidió muy amablemente con un beso en la mejilla, algo
había en ella que lo inquietó.
Ella
subió a un Remis que la esperaba y Pedro fue tras ella en su coche, la mujer
bajó en la casa de Guillermo y allí recordó el detective quién era; la mucama
que lo recibía en sus visitas a la casa. La investigaron y resultó ser Juana
Molinari, una personita con serios antecedentes. Preguntaron a Cecilia quién se
la había recomendado y no fue sorpresa saber que había sido Juan. La trama se iba aclarando.
Juana
Molinari fue citada a declarar, luego de muchas vueltas dijo que Juan Sánchez
le ofreció una abultada cantidad de dinero para encargarse de colocar lo que
ella pensó era droga y accedió sin saber que era mortal, creyó que el hermano
de Guillermo solo quería drogarlo para tenerlo dominado.
Cecilia
Maldonado quedó libre y Juan Sánchez fue detenido. Declaró que no aceptaba que
Cecilia fuera parte de la empresa
he
interviniera en las decisiones.
En
un momento perdió su aparente tranquilidad y comenzó a subir la voz,
exclamando:
-¡¡Mi
hermano era un pelele que consultaba todo con ella!! Yo no podía seguir
viviendo así, Cecilia opinaba en todo y me contradecía ante cada uno de mis
propuestas.
-Calma
Juan -dijo Carmona- por qué no habló con su hermano, ¿por qué matarlo?
Debieron
sujetarlo, estaba fuera de sí, entre dos agentes lo obligaron a sentarse
nuevamente.
-¡¡Nosotros
hicimos esa empresa, ella no tenia ningún derecho de opinar, estaba loca!! Mi
hermano se había metido en deudas grandes por las ideas de su mujer…
Viendo
que no lograban serenarlo, decidieron no hacer mas preguntas, los miraba con
los ojos muy abiertos, lo dejaron solo en la sala de interrogatorio.
Cuando
llegaron a buscarlo para llevarlo ante el juez, aparentaba estar sereno.
No
duró mucho esa paz, al salir, rodeado por cuatro oficiales, gritaba enfurecido
mientras lo conducían esposado rumbo a Tribunales.
Garmendia
y Carmona quedaron en el pasillo mirándolo.
-¡Está
loco! -dijo Carmona- No parece la misma persona que conocimos en su oficina.
-El
odio lo trastornó, más el miedo de perder su empresa hicieron el resto, pobre
tipo, tenía tanto y no tiene nada -dijo Garmendia mientras observaba que subía
al coche policial entre lágrimas y gritos.
Cecilia
Maldonado quedó a cargo de la empresa y las presuntas grandes deudas de las que
había hablado Juan, se comprobó; nunca existieron.
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