Lidia
preparaba su maleta y mientras lo hacía pensaba; que poca ropa tengo, dos
vestidos, dos pantalones, una camisa y dos remeras, ropa interior y una campera;
es todo mi equipaje.
De pronto
se abrió la puerta de su habitación y la señora Sabrina apareció con su enorme
figura apoyada en su bastón, cubriendo el ancho de la puerta.
- ¿Adónde
te crees que te vas?
-Regreso
a mi pueblo señora, ya no la aguanto más -y siguió acomodando su ropa- es
imposible vivir con usted, pida en una agencia una enfermera, otra persona que
sepa manejar su histeria.
-Vos no
me podés dejar, yo no puedo vivir sola, necesito quien se ocupe de mis
remedios, me lleve al médico y me de las inyecciones a horario.
Lidia la
miro de frente, respiro hondo y tratando de sonreír exclamó:
-Hace dos
meses le avise que me iba, usted sabe que no nos llevamos bien y no hizo nada
por tratar de mejorar nuestra relación.
Lidia se
sentó en el borde de la cama, tratando de mantenerse serena, dijo:
-Hace seis
años que trabajo con usted y su carácter empeora día a día, yo no tengo la
culpa de su enfermedad…
Cargó su
maleta e intentó salir de la habitación, Sabrina no la dejó, al fin forzando su
paso salió, Sabrina caminó detrás gritando improperios que Lidia ignoró. La
señora Martínez no iba a aceptar que una provinciana cualquiera tuviera las
agallas de gritarle en la cara que no la aguantaba más e irse, al verla
llegar a la escalera, levantó su bastón y con la
fuerza de su altura y cuerpo lo descargó en la cabeza de Lidia, quien con
maleta en mano rodó por los escalones.
Sabrina
seguía gritando, agitaba los brazos y en un momento se llevó las manos a la
garganta, le faltaba el aire y buscando alivio se sentó en la escalera. Por un
momento perdió el conocimiento, al reaccionar y ver el cuerpo de Lidia Segovia
en el piso, se dio cuenta lo que había hecho…
Los
vecinos comprendieron que algo grave sucedía en la casa de Sabrina Martínez,
los gritos cruzaban las paredes y las frases hirientes volaban provocando en el
barrio, un mal presentimiento, varios llamaron a la policía.
Garmendia
y Carmona se encontraron con una escena desconcertante, una mujer muerta en un
charco de sangre al pie de la escalera, su mano todavía sujetaba una maleta y
otra mujer, en un ataque de nervios, asistida por los médicos de una ambulancia
que los vecinos habían llamado.
Sabrina Martínez
fue internada, según los médicos estaba al borde de un colapso nervioso.
Carmona
investigó en el barrio y fue unánime la opinión, al decir que Sabrina era una
mujer de muy mal carácter, que se llevaba mal con la mayoría de los vecinos.
Sobre Lidia Segovia, muy pocos la conocían porque solo salía acompañando a la
enferma, a hacer alguna compra y no conversaba con nadie.
La
declaración de Sabrina Martínez fue que Lidia quería aumento de sueldo y como
ella no podía darle lo que pedía, prefirió irse muy enojada, con esa furia que
llevaba se cayó de la escalera, sin embargo, algunas personas, escucharon que,
durante la pelea, Lidia, decía estar cansada del mal trato y que por eso se iba.
Garmendia
fue al hospital a tomar nueva declaración a Martínez, algo en ella lo hacía
dudar, al ver con que soberbia, trataba a las enfermeras, confirmó sus dudas y
al conversar con ellas, le dijeron que el mal trato no solo era verbal, ya
había empujado a una, porque no le gustó como le hizo la cama. Comprendió que
la caída de Lidia pudo ser provocada.
Fue
Carmona quién tuvo la idea de ir al pueblo de Lidia y hablar con la familia. La
hermana le mostró los emails, donde Lidia relataba el padecer con la enferma
que cuidaba, que era violenta y grosera, a veces la castigaba con el bastón cuando algo no era
de su agrado.
Carmona
escuchaba desconcertado, al fin dijo:
-¿Por qué
aguantó tanto tiempo? Nadie tiene derecho a padecer mal trato por un sueldo.
-En casa
se necesitaba ese dinero, tenemos una deuda importante con el banco y corremos
peligro de perder la casa si no pagamos la hipoteca que sacó mi padre, para una
inversión que se vino abajo como una casita de naipes.
-¿Y ahora
que van a hacer?
-No sé –
dijo la hermana, se la veía muy apesadumbrada- pobre Lidia pagó con su vida el
error de mi padre.
Carmona
regresó a la ciudad con más amargura que soluciones, los emails era una
eficiente prueba que demostraba la violencia de Martínez, más las declaraciones
de los testigos, ellos escucharon la discusión, ahora había que ver la decisión
del juez.
Garmendia
sabia que las pruebas no alcanzaban, los detectives regresaron a la casa de
Sabrina. Nada demostraba que Martínez era culpable de la muerte de Segovia.
Parado al
pie de la escalera Pedro pensaba, el charco de sangre seca parecía decirle
algo, lo miraba, de pronto, grito:
-¡¡Carmona…!!
Carmona
apareció y desde arriba de la escalera lo miraba con ojos azorados.
-¿Qué te
pasa viejo, por qué gritas?
-¡El
bastón dónde está! Martínez dijo que lo usaba para poder caminar y en ningún momento
lo vimos, hay que buscarlo, seguramente la golpeo en la cabeza, por eso hay
tanta sangre.
Revisaron
muebles, habitaciones y en ningún lado apareció el bendito bastón.
-Esa
mujer lo escondió, sabe que la puede inculpar y lo debe de haber escondido… pero
¿dónde?
-Mi
abuela tenía dos-dijo Carmona- uno lo usaba y al otro, que era muy fino, lo
guardaba en el ropero, detrás de las perchas con sus vestidos.
En el placad
de la señora Sabrina, encontraron el bastón. Lo llevaron como prueba.
-Gracias
a tu abuela Carmona -dijo Pedro- era sabia la viejita…
El
análisis del bastón dejo en claro que la sangre adherida a la madera pertenecía
a Lidia Segovia.
De nada
sirvieron los planteos de la defensa diciendo que Sabrina Martínez era una
enferma psiquiátrica y debía ser internada, los estudios que se le realizaron
dieron por el suelo con los argumentos de su abogado.
El juez
la condenó a veinte años en el Complejo Penitenciario Federal IV de Mujeres.
Mientras
Lidia descansa en paz, Sabrina Martínez deberá compartir su mal carácter con
sus compañeras de cárcel, seguramente, allí, tendrá que aprender a respetar.
Pobre Lidia, se tendria que haber ido sin decir nada. Por suerte, siempre contamos con Garmendia que pone un poco de paz en nuestro afligido corazon.
ResponderEliminarMuy buena historia, amiga. Que tengas un hermoso inicio de otoño y mejor finde semana,
Gracias Hadita, Bello otoño y bendiciones.
Eliminarmariarosa
Hay algo distinto en este relato. A igual que en la serie de Columbo se muestra el asesinato y al culpable.
ResponderEliminarSí que tenía mal carácter y un instinto asesino. La propia soberbia con las enfermeras del hospital la delató. Además de la experiencia de Garmendia y Carmona.
Un abrazo.
Hola Demiurgo, he tratado de cambiar el estilo, comenzando por el asesinato y luego la investigación de Garmendia y Carmona, me alegra que lo hayas notado, significa que te gustó y me alegra mucho.
EliminarGracias.
Que pena por Lidia, pagó con su vida el enfrentarla y decirle sus verdades. Es preciso ser precavidos con personas de mal carácter .
ResponderEliminarBien por Garmendia y Carmona que hallaron las pruebas.
Abrazos!
Hola Cecilia, muchas veces en la vida real, los inocentes pagan con su vida el sosten de su opinión, por eso es bueno mostrarlo en los cuentos, en ellos no todo debe ser felicidad, deben reflejar la realidad, gracias por leer y acompañarme con tus palabras.
Eliminarmariarosa