El
balazo, había sido certero al corazón.
La mujer
murió en el acto, un testigo que vio todo desde su balcón, dijo que ella venía
caminando, arrebujada en su abrigo, por el frío y la llovizna, de pronto, un
coche frenó cerca suyo, bajo un hombre y sin mediar palabras, le disparó.
Según las
primeras averiguaciones, la mujer, Cecilia Vargas, era asesora de una abogada
del congreso. Cecilia era una persona sin antecedentes, sin enemigos a la
vista, querida y respetada por sus compañeros.
Fue la
abogada la que dio la primera y posible pista. Hacía mucho frío en ese
atardecer de julio, Cecilia debía llevar una carpeta a un estudio, a pocas
cuadras de la oficina, apurada se puso el abrigo de su jefa. “Posiblemente la confundieron
conmigo”.
A
Garmendia le pareció posible el error, pero por los datos que dio el hombre del
balcón, el asesino bajó de un coche viejo y descuidado, un matón a sueldo no
anda en un coche así, seguramente sabía muy bien a quién estaba atacando. Cecilia
Vargas era abogada, asesora en economía, trabajaba desde hacía un año en ese estudio y
no había dado señales de conflictos familiares, ni amorosos, al menos nunca los
había comentado. Vivía sola, en un pequeño departamento del barrio de Villa
Urquiza. Su madre y su hermana vivían en Mendoza, estaba sola en la ciudad. No
tenía amigas, ni se le conocieron romances en el corto tiempo de su estancia en
B. Aires.
-Algún
amigo, un romance de esos de fin de semana debía tener…- dijo Carmona.
-Puede
que sí -respondió Pedro- pero hasta el momento no lo encontramos.
-¿Y si
preguntamos al portero del edificio, ellos saben vida y obra de los inquilinos?
Garmendia
encontró al encargado, en plena tarea de limpieza, en un principio se mostró reacio para hablar, cuando le dijeron que no había problemas que lo iban a
sitar en el departamento de policía, cambió de opinión.
El
portero le dijo a Pedro:
-La
señorita Cecilia era muy amable, a veces la venia a visitar un tipo algo raro,
parecía un músico de rock pesado, pelo largo, lleno de tatuajes, no daba para
ella, tan fina y educada…pero bueno, era cosa de ellos.
-Recuerda
haber escuchado su nombre o algún otro detalle.
-Recuerdo
que venía en una moto Gilera, otras veces lo traía un Ford Sierra un tanto
destartalado, lo dejaba y se iba.
-¿Vio
alguna vez al chofer del Sierra?
-No, no
se me ocurrió mirar al chofer, pensé que sería un Remis.
- ¿Un
Remis destartalado? es difícil – dijo Garmendia.
Carmona
se dedicó a recorrer a los vecinos del Edificio y comerciantes del barrio,
algún detalle iba a encontrar sobre la vida de Cecilia.
Algunos
vecinos corroboraron las palabras del portero, el rockero solía visitarla
seguido. Un dependiente del supermercado que escuchaba la conversación de
Carmona y la cajera se acercó y aportó la mejor noticia.
-El novio
de la señora es el guitarrista de “Carbón blanco”
-¿Y eso
qué es- dijo Carmona.
-Un grupo
de Heavy Metal, fui a verlos varias veces, por eso lo reconocí.
-¿Sabes
el nombre?-preguntó Carmona.
-Si, es
Lucas, Lucas Mantieri, es muy buen guitarrista.
Con esa
información llegaron fácilmente a Mantieri, lo encontraron en un garaje, en San
Martín, ensayando con su grupo.
Nada
sabía sobre la muerte de Cecilia, se puso pálido, se lo notaba sincero, dijo
que se conocieron, en el aeropuerto, los dos viajaban de
Puerto Madryn a B. Aires, conversaron, se pasaron los teléfonos y así
comenzaron.
-Era una
mina sincera, tan diferente al mundo en el que me muevo, que me enamoré- se le
llenaron los ojos de lágrimas- no puedo creer que no la vere más…
Se sentó
sobre una desvencijada silla y quedó mirando la pared sin decir palabra.
Los
detectives se fueron, dejando a Mantieri rodeado por su grupo que en vano
intentaban consolarlo, y él, sin poder entender que ya no vería más a Cecilia.
El Sierra
destartalado pertenecía a uno de los músicos de “Carbón blanco”. El día del
crimen de Cecilia, los músicos estaban en Entre Ríos, dando un recital. Había
que comenzar de nuevo con la investigación.
-Se nos
vino abajo la investigación -comentó Carmona.
-Era
demasiado fácil como venia todo, debemos buscar en la vida de Cecilia -exclamó
Garmendia.
Mientras
hablaban, golpearon la puerta de la oficina, dos mujeres, una joven y otra
mayor se presentaron.
-Soy Gina,
la hermana de Cecilia Vargas y ella es nuestra madre.
Garmendia
y Carmona quedaron helados, ¿qué le iban a decir, estaban en cero?
Comenzaron
por decir la verdad, lo que habían investigado y que hasta el momento no tenían
nada seguro.
-Puede
que ayudemos con esta pista – dijo la hermana- poniendo en el escritorio
algunas fotos de Cecilia con un hombre algo mayor que ella- Juan Carride, fue
pareja de mi hermana y ella lo dejó por violento, sabemos que esta aquí en esta
ciudad, creo que vive por Fiorito, allí tiene familiares.
Garmendia
miraba las fotos, estaba mudo. Gina les contó que su hermana se vino a Buenos
Aires escapando de Carride y que él juró buscarla y llevarla de los pelos a
Mendoza, esas fueron sus palabras. Las dos mujeres estaban seguras de que había
sido Carride quien dio muerte a Cecilia.
En
Fiorito vivian unos tíos de Juan, ellos no sabían dónde estaba, los detectives dejaron
policías de civil por si regresaba. Se tendió una red de investigación en la
Provincia de Buenos Aires, durante la primera semana, nada sucedió, a Juan
Carride se lo había tragado la tierra.
Comprendieron
era un tipo muy despierto, no usaba tarjetas de crédito, cambió celular y se
mantuvo escondido en barrios poco recomendables, su búsqueda fue infructuosa,
hasta que cometió un error. Conoció a una joven, la chica era ligera de manos, intentó robarle y él la golpeó, ella fue a atenderse a un hospital e hizo la
denuncia. Como su imagen y nombre estaba en todas las seccionales, la chica lo
reconoció y en seguida cayó preso.
En un
principio negó todo, dijo que vino a Buenos Aires por trabajo, pero no dio
pruebas de ninguna conexión, ni empresa que lo haya contratado. Estaba
acorralado.
Su tío
declaró que Carride, llegó a su casa una noche, alcoholizado, agresivo, y que
se vio en la necesidad de echarlo, pidió por favor quedarse y que después de
cenar se iría, por la noche escapó llevándose el coche, que, aunque viejo era el
medio de trabajo del tío, con el repartía mercadería.
Carride se
declaró arrepentido de su crimen y juró que fue un arrebato de celos al verla
con el músico, tan feliz como nunca la había visto a su lado. Esperó el momento
justo, ese día el frío y la llovizna dejaron la calle vacía, consideró que era
su momento esperado…y lo hizo, la mató.
Hay
historias que no terminan, al menos para la madre y hermana de Cecilia Vargas
su recuerdo quedara en ellas y en el corazón de un musico, un rockero, que
nunca la olvidara.
Que tal Maria Rosa, que frio hace hoy, par favarr! jaja
ResponderEliminarEsta historia me dejo 😮 desde el primer balazo ya me enganche, todo es tan verosimil... quedo impecable y el final es tan emotivo que se queda en el cora ❤️
Feliz noche, dulces sueños.