Mendizábal les dio un papel con
un nombre y una dirección: Cornelia Guantay, calle Lima 19...
Garmendia lo interrogó sin
palabras.
-Vayan a verla.
Sin explicaciones se fue.
Accedieron de mala gana, Pedro y Carmona sabían que los casos de Mendizábal
siempre eran problemáticos, casos que nadie quería aceptar, causas serias o
complicadas. Salieron a buscar la dirección.
La casa era muy vieja, usada como
pensión, como tanta que hay en Bs Aires, preguntaron al que parecía ser el
encargado, y les señaló el fondo.
-Las tobas, pieza 16 – dijo.
El lugar era deprimente, cuartos
pegados uno al lado del otro, niños llorando, el pasillo cubierto de papeles,
latas de cerveza y el aire cargado de gritos, un borracho pasó, los miró
torvamente y siguió su camino.
Golpearon la puerta, con pintura
roja se leía; 16.
Una joven abrió, se presentaron,
los hizo pasar, dentro los recibió una anciana sentada en el borde de la cama,
los miró con ojos donde la tristeza parecía vivir desde siempre. La que habló
fue la joven:
-Soy Lucia, Cornelia es mi mamá, mí
naa, vinimos porque hace un año no sabemos nada de mi hermana Chola, hace tres,
se vino a trabajar a la ciudad, nos escribía diciendo que estaba muy bien,
tenía trabajo…
Hizo silencio y continuó la
madre:
-Algo le a pasado, hace un año
que no escribe, ella no es así, en la última carta nos decía que quería volver,
que tenía mucho miedo -miró a Garmendia llorando- no entendimos a qué tenía
miedo, no lo decía…
Los detectives salieron de la
pensión con angustia, llevaban una foto de la joven, el dolor de esa madre y
hermana era difícil de evitar, lo sintieron propio.
Garmendia comprendía después de
hablar con las dos mujeres, por qué Mendizábal les había dado el caso.
Con la foto de la joven y los
datos armaron un desparramado tablero, sus cartas, un collar de piedras de la
montaña y una oración, los Tobas rezan al Dios Kharta, no tiene imagen, ellas
le contaron que oran mirando el cielo, que es su morada. La anciana le había
entregado la oración; rece, le dijo.
Comenzaron preguntando a sus
amigos del bajo; nadie la conocía. Debieron buscar en los burdeles, mostrar la
foto a las chicas de la noche que pululaban por la Panamericana, por
Constitución. Hasta que una de ellas, mirando de reojo a un hombre que caminaba
cerca y que comprendieron que era su proxeneta, les paso sutilmente, un número
de celular. Al día siguiente la llamaron, los citó en un bar del barrio de
Once, alejado del tumulto del centro.
La joven de rasgos norteños y muy
bonita les dijo:
-La conozco, trabajo conmigo en
un burdel del centro, no le gustaba la vida que hacemos, algunas nos
acostumbramos, otras quieren irse, pero los mandamases no te dejan. Creo que la
mandaron a Santa Fe, no supe más de ella.
Garmendia le dejo su número de
celular, por si había novedades, al día siguiente Lucia apareció en la oficina.
Comunicaron las noticias a la
hermana, quien sorprendida les rogó que no dijeran nada delante de la madre.
Algo enojada les dijo:
-Nunca sospeché que hacía esa
vida… mañana regresamos a nuestra casa, no podemos aguantar en la ciudad,
tenemos animales que cuidar… gracias…- les dejó su dirección- cualquier novedad
nos avisan, en nuestros pueblos perdidos las cartas tardan, pero llegan...
Salió de la oficina con la cabeza
gacha, se la notaba apesadumbrada.
Carmona se comunicó con un
investigador de Santa Fe que conocía los barrios bajos al dedillo, prometió
ocuparse.
En el decurso de los días,
ninguna novedad apareció, perecía que a la Chola se la había tragado la tierra.
De Santa fe llegó una noticia, la
joven había sido trasladada por su proxeneta a Bs Aires, posiblemente al barrio
de Las cañitas y junto a ese informe llegó otro más cruel, en la morgue
judicial de San Fernando había entrado un cuerpo sin datos, las señas revelaban
que podía ser la que buscaban.
Era Chola Guantay. Era hermosa,
rostro moreno, ojos aindiados y un cabello renegrido y sedoso. Quedaron helados
al reconocerla por la foto.
-¿Qué le sucedió? – pregunto
Pedro conmovido ante la imagen.
-Una paliza brutal, el
desgraciado era su proxeneta, ya tienen los datos, lo están buscando respondió
el médico forense.
A los pocos días fue reconocido
en un control de alcoholemia, mientras viajaba en su coche con dos menores de
edad y fue llevado ante las autoridades.
Semanas después de escribir la
carta con la triste noticia, Lucia se presentó en la oficina de Garmendia. Los detectives quedaron sorprendidos con su
presencia, sus ojos demostraban la misma tristeza que en la visita a la pensión
vieron en su madre.
-Mi naa ha muerto, estaba
enferma, por suerte no llegó a saber de la muerte de mi hermana, pero hay algo
que no logro entender, por eso he venido, mi naa rezaba día y noche, sabía que
su salud se deterioraba – hizo silencio, la emoción le brotaba por los ojos- le
rogaba a Kharta que le dejara ver a su Cholita antes de morir.
Lucia estalló en un sollozo que
pareció un lamento ahogado. Le alcanzaron un vaso de agua y se fue serenando.
-¿Qué día murió mi hermana?
Carmona buscó en los informes y leyó:
-14 de abril. Entre las 2 y 4 de
la mañana.
Lucia se aclaró la voz:
-No lo puedo entender… el sábado
19 de abril, Chola llegó a mi casa, los gritos de alegría de mi madre resuenan
aún en mi cabeza -miró a los detectives, extendió las manos como intentando
aferrar el aire y entre lágrimas dijo- ¡¡Estaba muerta y vino a ver a mi naa…!!
Su llanto era desgarrador, los
detectives la observaban sin saber que decir.
Carmona y Garmendia estaban
desorientados, incrédulos. Pedro dio unos pasos inciertos, sin saber que hacer
ni decir, la situación lo sobrepasaba. Lucía continúo:
-Al día siguiente, Chola se fue,
no quiso que la acompañáramos hasta la ruta, nos quedamos en la puerta de casa
mirándola partir, caminaba despacio y de pronto se desvaneció en el aire, ante
nuestros ojos, como la luz de un fosforo, dos días después la naa partió al
cielo, agradeciendo a Kharta haber
podido ver a su Cholita, y yo he quedado sola.
- ¿Qué va a hacer ahora Lucia?
-preguntó Carmona.
-Volver a mi pueblo, tengo mi
casa, mi tierra, mis animales, me llevaré las cenizas de mi hermana y quería
contarles lo que había pasado y que yo no puedo entender…
Garmendia movió la cabeza en
señal de desconcierto y dijo:
-Nosotros tampoco, tal vez las
oraciones de su madre llevaron de alguna manera a que esto sucediera…no sé,
nunca escuche nada igual, solo en las películas pasan estas cosas…
Lucia se fue, dejando a Garmendia
y a Carmona apabullados y sin saber qué decir, fue Pedro quién tratando de
salir de la situación, dijo:
-Vamos al bar del gallego, un
café doble tal vez nos haga bien.
Y se fueron calle abajo,
cabizbajos y contando las baldosas para no hablar.
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