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viernes, 13 de septiembre de 2024

Laberinto de ambiciones.


 


Los vecinos denunciaron que algo grave estaba sucediendo en la casa de don Camilo, se escuchaban gritos, golpes y una música estridente que intentaba tapar el escándalo.

Cuando llegó la policía, encontraron a don Camilo atado en una silla, cubierto de sangre.

Una ambulancia lo llevó hasta el hospital de la zona. Los médicos hicieron lo posible por salvarlo, fue inútil, horas después el viejo falleció.

Encargaron el caso a Garmendia.

Cuando llegaron a la casa, inspector y ayudante, dieron vueltas por todos los rincones buscando alguna prueba. ¿Quién había golpeado tan salvajemente al anciano? Solo hallaron desorden.

Era una vivienda muy antigua, descuidada, nada de valor podía tener alguien que vivía tan humildemente.

¿Por qué la golpiza entonces?

Encontraron fotos familiares, Camilo con una mujer de su edad y dos jóvenes que se parecían fisicamente al viejo. Mientras daban vueltas por la casa no advirtieron que alguien había entrado. Era una mujer de unos treinta años, muy delgada y pálida que los miraba sin decir palabra.

-Perdón, ¿quién es usted y cómo entró? -dijo Carmona.

-Me llamó Melina -dijo con un hilo de voz- tengo llave, ayudaba en los quehaceres a don Camilo y le hacía la comida.

Garmendia la observaba con atención, parecía un tanto asustada.

-¿Sabe si el anciano tenía enemigos?

-No, era una buena persona- dijo con tristeza.

Melina fue contando que don Camilo era querido y respetado en el barrio, desde que murió la esposa dos años atrás, estaba muy depresivo, casi nunca quería comer a pesar que ella le cocinaba sus comidas preferidas.

Garmendia le enseñó las fotos y preguntó si eran los hijos, la joven asintió, dijo que ella nunca los había visto, que los conocía por las fotos. El viejo nunca hablaba de ellos, a pesar que varias veces le preguntó, siempre respondía; ¡cuanto más lejos mejor! Solo una vez le confió que los hijos querían internarlo en un geriátrico y don Camilo no estaba de acuerdo con ese tema.

 

Inspector y ayudante decidieron buscar a los hijos.

No fue difícil dar con ellos, vivían en un barrio cerrado en el gran Buenos Aires, disfrutaban, al menos por su apariencia y por sus autos de marca, de un buen pasar económico. Los hermanos eran solteros y vivían juntos. La casa era como el barrio en que se hallaban, elegante y lujosa. El mayor, Lucas, de unos cuarenta años era el que llevaba la voz cantante, el otro hijo, Felipe, no hablaba.

Ante las preguntas de Garmendia respondieron que estaban alejados de su padre desde hacía años, discusiones familiares, los distanciaron.

- ¿Qué tipo de discusiones? -pregunto Garmendia.

-Eso a usted no le importa, son temas íntimos de la familia.

-Si me importa -exclamó Garmendia- su padre fue asesinado y yo debo investigar el motivo.

-¡Por favor! ¿Quién va a asesinar a un pobre viejo que no tenía donde caerse muerto?

-Eso nos preguntamos nosotros y eso vamos a averiguar.

Los investigadores se retiraron al ver que los hermanos no aportaban colaboración a sus preguntas.

 

Lucas y Felipe Ferreira eran propietarios de una inmobiliaria de barrio Norte. Garmendia y Carmona los visitaron nuevamente, intentando hablar con ellos, ya que en la visita anterior se mostraron parcos.

Los investigadores se sorprendieron, esos hermanos disfrutaban mostrando su riqueza, el local era ostentoso, diseño de la mejor ciudad europea.

Pero allí no terminó la sorpresa, dos tipos, casi se cruzan con ellos, salieron discutiendo y muy enojados de la inmobiliaria. Subieron a un coche que los esperaba y partieron con prisa.

Garmendia y Carmona entraron al local con una sonrisa, sin embargo, los dos hermanos los miraron oscamente. Ellos mantuvieron su gesto amable.

-Buenos Días -saludo Pedro- me quedaron preguntas en el tintero, a propósitos ¿Quiénes eran los dos que salieron, me resultan conocidos?

-Clientes, buscaban departamentos para alquilar – respondió Lucas secamente.

Felipe observaba en silencio.

Sin que se lo ofrecieran Garmendia tomó asiento, su compañero siguió de pie, sin perder de vista a Felipe mientras fingía estar distraído con los cuadros de los edificios en oferta.

-¿Su padre tenía más propiedades?

-Que yo sepa, no.

-El terreno que esta pegado a la casa, parece una quinta ¿es de su padre?

Felipe se removía en su silla, no sabía dónde poner los ojos.

-Si, se lo alquilaba a un vecino -Pedro notó que Lucas tenía los puños apretados.

-Que raro una quinta en pleno barrio de Caballito…- Pedro mordió las palabras para ver qué efecto causaban en los hermanos. Seguían imperturbables.

-Disculpe inspector, pero tenemos mucho trabajo por delante –dijo Lucas.

-Una última pregunta: ¿su padre tenía enemigos, tal vez deudas de juego o alguna íntima amiga casada, es decir algún esposo celoso?

La carcajada de Lucas se elevó en el local, movió la cabeza y en tono burlón respondió:

-Se ve que no han logrado averiguar nada, ni tienen pruebas del caso y están inventando pavadas, mejor se van… Felipe acompáñalos a la puerta.

Al llegar a la salida Felipe abrió y Garmendia por lo bajo dijo:

-¿Su hermano le tiene prohibido hablar?

Felipe se puso rojo y no respondió.

 

Primera tarea al llegar a la oficina fue investigar a los dos tipos que salieron de la inmobiliaria. Los conocían muy bien. Eran Carboncito y el Cacho, dos mafiosos de poca monta muy conocido en el ambiente policial, ladrones y estafadores; tarea que recayó en Carmona. Pedro se ocupó de los hermanos Ferreira. La publicidad en una carpeta que dormía sobre el escritorio de Lucas, los puso en alerta, sobre el banco con el que trabajaban, Carmona conocía al gerente de una de las sucursales, fue fácil averiguar qué tipo de personas eran los hermanos Ferreira. El informe no se hizo esperar. A partir de 2020, y debido a los problemas que trajo el COVID, varias empresas perdieron capital y clientela, entre ellos la inmobiliaria Ferreira, contrajeron deudas con el banco y con varios prestamistas, su actual situación era; bancarrota.

Al conocer la mala relación de los hijos con el padre, Garmendia sospechó que el tema de la disputa, era la casa del viejo y el terreno lindante, la zona era una tentación para cualquier inversor en edificios de departamentos y si la inmobiliaria estaba  en quiebra... bien podía ofrecerlo a una empresa constructora y de ahí lograrían salir de la situación en rojo que estaban.

Garmendia se acercó al vecino que alquilaba el terreno de don Camilo. El hombre habló con respeto del viejo, no lograba entender quién podía haberlo golpeado tan salvajemente. Se conocían desde hacía años, nunca había existido discusiones entre ellos, Camilo solía acompañarlo en las tardes a regar o cosechar verduras, era un entretenimiento del que disfrutaba, a veces le había confiado que los hijos le pedían la casa y el terreno, no le decían cuál era el fin que perseguían, pero el viejo desconfiaba de ellos y cada vez que salían con ese tema los echaba de la casa.

El caso se iba cerrando. Garmendia sospechaba que Lucas y Felipe algo tenían que ver con la muerte de don Camilo, ahora había que probarlo.

Carmona buscó un pretexto para llevar presos a Carboncito y al Cacho, averiguación de antecedentes, alguien los había visto merodear  la casa de don Camilo. Juraron que no tenían nada que ver. Sus celulares deschavaron varias llamadas a la inmobiliaria Ferreira. Los hicieron declarar por separados y las respuestas fueron diferentes, uno dijo que llamaban para alquilar y otro que les ofrecieron trabajo en la inmobiliaria, se enredaron en sus mentiras, juraron no conocer al viejo y que no sabían dónde estaba la casa.

Garmendia le presentó a Melina fotos de los dos mafiosos, al reconocer a Carboncito como el gasista que vino a arreglar la caldera, que no pudo solucionar el problema, prometió volver y nunca regresó. Con ese as en la manga, las palabras de Carboncito se desvirtuaron. Si, conocía a don Camilo y si, había estado en la casa, seguramente para estudiar el ambiente.

Al ver que no tenían escapatoria. Carboncito declaró que los habían contratado para darle un susto al viejo, pero se les fue la mano y Camilo no aguanto la paliza.

-¿Cuál era la idea de golpearlo?

-Que se asustara y por miedo a que el asalto se repitiera, aceptara la propuesta de los hijos de irse a un geriátrico…le pedíamos las joyas y el viejo juraba que no tenía joyas, ni nada de valor en la casa.

Los hijos  ya tenían organizada una sociedad con una empresa  encargada en la construcción de  edificios.

-¿Por qué lo golpearon tanto? -Garmendia preguntó con rabia.

-Estábamos pasados de rosca, cuando nos dimos cuenta escapamos y los desgraciados no nos quisieron pagar, dijeron que los habíamos metido en un lio, en un lio estamos nosotros ¿quién nos salva de los grillos…?

-Quédate tranquilo Carboncito -dijo Carmona- los vas a tener de compañeros, ningún juez los va a dejar afuera de la cárcel.

Así terminó la historia, de los hermanos Ferreira. Carboncito y Cacho presos, don Camilo bajo tierra y los parientes del viejo peleando para ver quién hereda la casa y el terreno.

Cosas de la miseria humana.