Los vecinos
denunciaron que algo grave estaba sucediendo en la casa de don Camilo, se
escuchaban gritos, golpes y una música estridente que intentaba tapar el escándalo.
Cuando
llegó la policía, encontraron a don Camilo atado en una silla, cubierto de
sangre.
Una
ambulancia lo llevó hasta el hospital de la zona. Los médicos hicieron lo
posible por salvarlo, fue inútil, horas después el viejo falleció.
Encargaron
el caso a Garmendia.
Cuando
llegaron a la casa, inspector y ayudante, dieron vueltas por todos los rincones
buscando alguna prueba. ¿Quién había golpeado tan salvajemente al anciano? Solo
hallaron desorden.
Era una
vivienda muy antigua, descuidada, nada de valor podía tener alguien que vivía
tan humildemente.
¿Por
qué la golpiza entonces?
Encontraron
fotos familiares, Camilo con una mujer de su edad y dos jóvenes que se parecían
fisicamente al viejo. Mientras daban vueltas por la casa no advirtieron que
alguien había entrado. Era una mujer de unos treinta años, muy delgada y pálida
que los miraba sin decir palabra.
-Perdón,
¿quién es usted y cómo entró? -dijo Carmona.
-Me
llamó Melina -dijo con un hilo de voz- tengo llave, ayudaba en los quehaceres a
don Camilo y le hacía la comida.
Garmendia
la observaba con atención, parecía un tanto asustada.
-¿Sabe
si el anciano tenía enemigos?
-No,
era una buena persona- dijo con tristeza.
Melina
fue contando que don Camilo era querido y respetado en el barrio, desde que
murió la esposa dos años atrás, estaba muy depresivo, casi nunca quería comer a
pesar que ella le cocinaba sus comidas preferidas.
Garmendia
le enseñó las fotos y preguntó si eran los hijos, la joven asintió, dijo que
ella nunca los había visto, que los conocía por las fotos. El viejo nunca
hablaba de ellos, a pesar que varias veces le preguntó, siempre respondía; ¡cuanto
más lejos mejor! Solo una vez le confió que los hijos querían internarlo en un
geriátrico y don Camilo no estaba de acuerdo con ese tema.
Inspector
y ayudante decidieron buscar a los hijos.
No fue
difícil dar con ellos, vivían en un barrio cerrado en el gran Buenos Aires,
disfrutaban, al menos por su apariencia y por sus autos de marca, de un buen
pasar económico. Los hermanos eran solteros y vivían juntos. La casa era como
el barrio en que se hallaban, elegante y lujosa. El mayor, Lucas, de unos
cuarenta años era el que llevaba la voz cantante, el otro hijo, Felipe, no
hablaba.
Ante
las preguntas de Garmendia respondieron que estaban alejados de su padre desde
hacía años, discusiones familiares, los distanciaron.
- ¿Qué
tipo de discusiones? -pregunto Garmendia.
-Eso a
usted no le importa, son temas íntimos de la familia.
-Si me
importa -exclamó Garmendia- su padre fue asesinado y yo debo investigar el
motivo.
-¡Por
favor! ¿Quién va a asesinar a un pobre viejo que no tenía donde caerse muerto?
-Eso
nos preguntamos nosotros y eso vamos a averiguar.
Los
investigadores se retiraron al ver que los hermanos no aportaban colaboración a
sus preguntas.
Lucas y
Felipe Ferreira eran propietarios de una inmobiliaria de barrio Norte.
Garmendia y Carmona los visitaron nuevamente, intentando hablar con ellos, ya
que en la visita anterior se mostraron parcos.
Los
investigadores se sorprendieron, esos hermanos disfrutaban mostrando su riqueza,
el local era ostentoso, diseño de la mejor ciudad europea.
Pero
allí no terminó la sorpresa, dos tipos, casi se cruzan con ellos, salieron
discutiendo y muy enojados de la inmobiliaria. Subieron a un coche que los
esperaba y partieron con prisa.
Garmendia
y Carmona entraron al local con una sonrisa, sin embargo, los dos hermanos los
miraron oscamente. Ellos mantuvieron su gesto amable.
-Buenos
Días -saludo Pedro- me quedaron preguntas en el tintero, a propósitos ¿Quiénes
eran los dos que salieron, me resultan conocidos?
-Clientes,
buscaban departamentos para alquilar – respondió Lucas secamente.
Felipe
observaba en silencio.
Sin que
se lo ofrecieran Garmendia tomó asiento, su compañero siguió de pie, sin perder
de vista a Felipe mientras fingía estar distraído con los cuadros de los
edificios en oferta.
-¿Su
padre tenía más propiedades?
-Que yo
sepa, no.
-El
terreno que esta pegado a la casa, parece una quinta ¿es de su padre?
Felipe
se removía en su silla, no sabía dónde poner los ojos.
-Si, se
lo alquilaba a un vecino -Pedro notó que Lucas tenía los puños apretados.
-Que
raro una quinta en pleno barrio de Caballito…- Pedro mordió las palabras para
ver qué efecto causaban en los hermanos. Seguían imperturbables.
-Disculpe
inspector, pero tenemos mucho trabajo por delante –dijo Lucas.
-Una
última pregunta: ¿su padre tenía enemigos, tal vez deudas de juego o alguna
íntima amiga casada, es decir algún esposo celoso?
La
carcajada de Lucas se elevó en el local, movió la cabeza y en tono burlón
respondió:
-Se ve
que no han logrado averiguar nada, ni tienen pruebas del caso y están
inventando pavadas, mejor se van… Felipe acompáñalos a la puerta.
Al
llegar a la salida Felipe abrió y Garmendia por lo bajo dijo:
-¿Su
hermano le tiene prohibido hablar?
Felipe
se puso rojo y no respondió.
Primera
tarea al llegar a la oficina fue investigar a los dos tipos que salieron de la
inmobiliaria. Los conocían muy bien. Eran Carboncito y el Cacho, dos mafiosos
de poca monta muy conocido en el ambiente policial, ladrones y estafadores; tarea
que recayó en Carmona. Pedro se ocupó de los hermanos Ferreira. La publicidad
en una carpeta que dormía sobre el escritorio de Lucas, los puso en alerta,
sobre el banco con el que trabajaban, Carmona conocía al gerente de una de las
sucursales, fue fácil averiguar qué tipo de personas eran los hermanos Ferreira.
El informe no se hizo esperar. A partir de 2020, y debido a los problemas que
trajo el COVID, varias empresas perdieron capital y clientela, entre ellos la
inmobiliaria Ferreira, contrajeron deudas con el banco y con varios
prestamistas, su actual situación era; bancarrota.
Al
conocer la mala relación de los hijos con el padre, Garmendia sospechó que el
tema de la disputa, era la casa del viejo y el terreno lindante, la zona era
una tentación para cualquier inversor en edificios de departamentos y si la
inmobiliaria estaba en quiebra... bien
podía ofrecerlo a una empresa constructora y de ahí lograrían salir de la
situación en rojo que estaban.
Garmendia
se acercó al vecino que alquilaba el terreno de don Camilo. El hombre habló con
respeto del viejo, no lograba entender quién podía haberlo golpeado tan
salvajemente. Se conocían desde hacía años, nunca había existido discusiones entre
ellos, Camilo solía acompañarlo en las tardes a regar o cosechar verduras, era
un entretenimiento del que disfrutaba, a veces le había confiado que los hijos
le pedían la casa y el terreno, no le decían cuál era el fin que perseguían,
pero el viejo desconfiaba de ellos y cada vez que salían con ese tema los
echaba de la casa.
El caso
se iba cerrando. Garmendia sospechaba que Lucas y Felipe algo tenían que ver
con la muerte de don Camilo, ahora había que probarlo.
Carmona
buscó un pretexto para llevar presos a Carboncito y al Cacho, averiguación de
antecedentes, alguien los había visto merodear la casa de don Camilo. Juraron que no tenían
nada que ver. Sus celulares deschavaron varias llamadas a la inmobiliaria
Ferreira. Los hicieron declarar por separados y las respuestas fueron
diferentes, uno dijo que llamaban para alquilar y otro que les ofrecieron
trabajo en la inmobiliaria, se enredaron en sus mentiras, juraron no conocer al
viejo y que no sabían dónde estaba la casa.
Garmendia
le presentó a Melina fotos de los dos mafiosos, al reconocer a Carboncito como
el gasista que vino a arreglar la caldera, que no pudo solucionar el problema,
prometió volver y nunca regresó. Con ese as en la manga, las palabras de
Carboncito se desvirtuaron. Si, conocía a don Camilo y si, había estado en la
casa, seguramente para estudiar el ambiente.
Al ver
que no tenían escapatoria. Carboncito declaró que los habían contratado para
darle un susto al viejo, pero se les fue la mano y Camilo no aguanto la paliza.
-¿Cuál
era la idea de golpearlo?
-Que se
asustara y por miedo a que el asalto se repitiera, aceptara la propuesta de los
hijos de irse a un geriátrico…le pedíamos las joyas y el viejo juraba que no
tenía joyas, ni nada de valor en la casa.
Los
hijos ya tenían organizada una sociedad
con una empresa encargada en la
construcción de edificios.
-¿Por
qué lo golpearon tanto? -Garmendia preguntó con rabia.
-Estábamos
pasados de rosca, cuando nos dimos cuenta escapamos y los desgraciados no nos
quisieron pagar, dijeron que los habíamos metido en un lio, en un lio estamos
nosotros ¿quién nos salva de los grillos…?
-Quédate
tranquilo Carboncito -dijo Carmona- los vas a tener de compañeros, ningún juez
los va a dejar afuera de la cárcel.
Así
terminó la historia, de los hermanos Ferreira. Carboncito y Cacho presos, don
Camilo bajo tierra y los parientes del viejo peleando para ver quién hereda la
casa y el terreno.
Cosas
de la miseria humana.