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viernes, 8 de noviembre de 2024

Una trampa original


 

 

 

La confitería del Molino rebozaba de clientes, Garmendia entró y el aroma del café lo hizo respirar hondo y disfrutar con la imaginación del rico sabor. Desde una mesa le hicieron señas, se acercó.

-¿Señorita Quintana?—Preguntó.

-Si señor Garmendia, me llamo Sandra, tome asiento por favor.

La muchacha era agradable, tendría unos treinta años, cabello oscuro, bonita y extremadamente pálida. Pidieron  café.

-Disculpe que lo haya hecho venir hasta aquí, pero no quería que mi tío Santiago me viera, él no entiende lo que me está pasando y el que yo me comunique con uno de sus inspectores no le iba a hacer gracia..

Santiago Mendieta era el superior de Garmendia y un hombre correcto en extremo.

-Señorita, si su tío sabe que nos reunimos sin que él se entere, voy a tener problemas.

Pedro se movía incomodo en el asiento, sabía que a su jefe este encuentro no le caería bien.

-Ya he hablado con mi tío sobre el tema y no quiere creerme, me dijo que debo ir a un psicólogo, fui y el profesional me derivó a un psiquiatra que me está dopando con pastillas, y yo sé que no es lo que necesito, el tema no soy yo, alguien intenta volverme loca.

Pedro se había serenado, ahora era la señorita Quintana la que se veía nerviosa.

-Explíqueme que le sucede, veremos qué puedo hacer, aunque presiento que no soy yo el indicado para su problema.

La joven se frotaba las manos, sus ojos inquietos miraban a un lado y a otro con temor.

-Desde hace unos meses escucho en mi casa voces y sonidos extraños, un especialista en sistemas de micrófonos que envió mi tío revisó la casa y no encontró nada que pudiera producir esas voces y ruidos, que escucho por la noche, me despiertan a las dos o tres de la mañana y luego hacen silencio, pero ya no me puedo dormir...

Los ojos de Sandra transmitían la angustia que la aquejaba, Garmendia la observaba con pena.

-¿Vive sola señorita Quintana?

-Si, desde hace un año que murió mi madre, mi hermana vive en la provincia de Salta.

Sandra miraba a Pedro esperanzada en que le iba a decir algo que solucionara sus miedos, él se mantenía callado y pensando, de pronto le preguntó, si algún vecino gracioso puede que intente molestarla ¿se lleva bien con todos?

-Si hace años que vivo allí y jamás hubo un problema.

Terminaron el segundo café, la tarde comenzaba a diluirse entre las primeras sombras. Garmendia abono la consumición y salieron juntos. Las preguntas de Pedro hicieron que la joven le vaya contando con sus respuestas, prácticamente su vida.

Así Pedro se enteró que la casa estaba a nombre de ella y que la madre había dado a su hermana valores en dólares que cubrían la parte que correspondían a la mitad de la vivienda. Por ese lado no había entre las hermanas ninguna disputa económica.

Ya en la oficina Garmendia fue a hablar con Mendieta, no quería actuar a espaldas de su superior, este lo escuchó tranquilo y le dijo:

-Mi sobrina quedó alterada desde que Samuel, su esposo, la abandonó, es un tránsfuga, metido en varios desfalcos, estuvo preso unos años y no sé con qué maniobra de su abogado quedó libre, volvió a verla y ella no quiso saber nada -Mendieta crispó los puños y prosiguió- ya la había estafado hace algunos años, vendiendo un departamento que estaba a nombre de los dos y se quedó con el dinero, ese un tipo que no va a cambiar. ¿Vos crees que puede ser él que la quiere asustar? Estoy seguro que él está detrás de todo este drama.

-Puede que sí… -dijo Pedro- si es tan mala persona, es capaz de cualquier cosa, pero… ¿con qué intención?

-No lo sé, mis hombres revisaron la casa y no encontraron micrófonos…

-Voy a ir a ver esa vivienda con un amigo que sabe de esas cosas.

 

El amigo de Garmendia, “El tarta”, era un especialista en cajas fuertes, conocedor de los sistemas eléctricos más sofisticados, Pedro confiaba en él, a pesar de saber que era  un ladrón de alto vuelo, pero había ayudado a Garmendia en muchas ocasiones.

Luego de revisar la casa, salieron con una sonrisa y sin darle a Sandra respuesta sobre el resultado de la inspección realizada, sólo le dijeron que se quedara tranquila que ya estaban sobre la pista de quién y cómo la molestaba.

Tras pasarle el informe a Mendieta, fue Carmona el encargado de vigilar por las noches la casa de Sandra, durante su presencia  no se escucharon voces ni ruidos. El siguiente paso de Carmona fue hacer preguntas en el barrio, en especial a los comerciantes que son los que escuchan y conocen los chismes que desgranan los vecinos  en sus compras, así se enteró que el ex de Sandra tenía una relación con la vecina, relación que ambos escondían muy bien, pero no tan bien para doña Ana, la anciana que vivía en la casa de enfrente y se entretenía vigilando a las entradas y salidas de Samuel en la casa lindante. Con esta noticia, Garmendia confirmó sus sospechas.

Con la orden de un juez entraron en la casa contigua, en momentos que Samuel estaba de visita. El sistema que había instalado Samuel era muy sofisticado y difícil de detectar, pero no para “El tarta” que descubrió en seguida la tramoya.

El tema fue así: desde la casa vecina y por medio de   la red eléctrica y mediante la grabación en un pendray, pasaban a pequeños parlantes resguardados en lugares claves, sonidos de llantos, gemidos, y voces clamando ayuda, eso despertaba a Sandra y el miedo de no saber de dónde llegaba ese sonido la alteraba y lo peor era que nadie le creía, las veces que Mendieta se quedó por las noches en la casa de su sobrina, el silencio fue total.

La crisis en la que vivía Sandra, la sumía en una depresión psíquica, que su terapeuta no lograba controlar, la dopaba con pastillas y eso alteraba su salud mental.

El motivo lo presintió Mendieta desde el principio, pero no encontró cómo descubrir semejante juego sucio.

Al estar Sandra y Samuel, todavía casados por ley, él nunca había querido firmar el divorcio, intentaba enloquecer a Sandra, declararla insana e internarla. Su intención era vender la casa y hacerse de una buena cantidad de dólares para salir del país con su amante.

Samuel y su amiga quedaron a disposición del juez.

La que encontró un nuevo entretenimiento fue doña Ana que desde su ventana vigilaba las entradas y salidas de Carmona en la casa de Sandra, al parecer, el ayudante de Garmendia encontró la manera de consolar la tristeza de la joven, es decir, se acompañaban mutuamente y la soledad de ambos, paso a un segundo plano.