Garmendia y Carmona miraban atentos al hombre
que decía llamarse Luciano Paredes y que frente a ellos hablaba de manera
entrecortada, quería explicar algo y se confundía con las palabras.
—A ver —dijo Garmendia— usted me quiere decir
que cavando la tierra de su parque encontró huesos humanos y que tiene
miedo de seguir viviendo allí… ¿es así?
—Sí, mi esposa y mis hijos se fueron a la casa
de mi madre y yo debo estar sugestionado porque escucho ruidos por la noche.
—¿Cuándo descubrió los huesos?
—Hace una semana.
—¡¿Y recién ahora hace la denuncia…?!
—Es que tenía miedo de verme complicado en algo
turbio.
En pocas horas la casa de Luciano Paredes estaba invadida por el forense, la policía
científica y personal policial.
Al día siguiente, Carmona investigaba a Paredes, que resultó ser empleado del congreso
y que hacía tres años había comprado la casa a muy buen precio, sin imaginar el problema que iba a encontrar.
Los patólogos luego varios días entregaron un
informe que decía que los huesos pertenecían a un hombre joven, llevaba
enterrado unos ocho o diez años y faltaba identificar quién era.
Encontraron por los datos de la compra y venta
de la vivienda, que el anterior dueño, era un Ingeniero civil, llamado Jorge Molinari Fuentes, soltero
y que en la actualidad tendría unos cincuenta años. Carmona quedó encargado de
ubicarlo.
Garmendia buscó entre los desaparecidos de diez
años atrás.
Por el tiempo pasado y con la edad del joven,
encontró varios posibles casos a los que
se dedicó a investigar. Cuando el
desanimo lo rondaba, le llegó un informe del forense, que decía a quién habían
pertenecido los restos encontrados.
Eugenio La Coste así se llamaba el joven, había
trabajado en la cocina de un restaurante,
era soltero y vivía en una pensión del barrio de Mataderos.
Fue Garmendia quien se dedicó a buscar pistas
sobre La Coste. Los inquilinos de la pensión no lo conocían, en los años que
llevaba desaparecido los habitantes se fueron renovando, duraban apenas meses o
pocos años. El único que supo dar un informe fue el encargado.
“Lo recuerdo —dijo el hombre— era un muchacho
muy amable y educado, no daba problemas, llegaba de trabajar, y se iba a
dormir, los feriados, se empilchaba y se
iba todo el día, no traía mala junta ni metía mujeres en su pieza, no le conoci amigos.” Garmendia salió
decepcionado, no encontró ninguna pista, que llevara a conocer más del joven La
Coste.
El que trajo mejores referencias fue Carmona, el
ingeniero resultó ser un turbio personaje con malas compañías y conocedor del
peor mundillo de la ciudad, sus compañeros de trabajo dejaron claramente
asentado que lo habían expulsado de una compañía de aviación por su conducta,
alcoholismo y drogas, que fueron el principal fue motivo de su separación de la
firma, se irritaba ante cualquier palabra que no le gustara. Fue uno de sus ex
compañeros quien le dio al inspector su actual dirección.
Lo encontraron sin problemas, dijo desconocer a
Eugenio La Coste y no saber quién era y por qué estaba enterrado en el parque
de la que fue su casa.
Carmona tuvo la buena idea de preguntarle a
Luciano Paredes si al llegar por primera vez a la vivienda, encontró algo que
olvidaron los antiguos dueños y que llamara su atención, por ejemplo; ropa,
papeles, fotos, esas cosas que se suelen quedar de las mudanzas. La idea de
Carmona dio resultado. En un cuartito donde se guardaban herramientas, Paredes había
encontrado una caja con esos detalles, por suerte todavía estaba donde la había
olvidado Molinari Fuentes. Había papeles
sin importancia y fotos, esas sí que eran significativas. La Coste y Molinari
Fuentes abrazados como dos tortolitos en casi todas las imágenes, para mayor
seguridad, fue el encargado de la pensión quién reconoció al joven.
Ante tal evidencia el aviador no pudo negar su
intima amistad con Eugenio. Fue detenido y en un principio no quiso declarar,
hasta que al final, viendo el peligro en el que estaba, habló:
“Fuimos
novios durante dos años, en el último tiempo Eugenio me cansaba, estaba
enfermo de celos, llenaba la casa con sus fotos, en la cocina, en el
dormitorio, era su idea para marcar territorio, el día que quiso poner una foto
en el baño, me cansé y le dije que se
fuera, él se alteró, comenzó a golpear los muebles, estaba rojo de ira, sus
celos habían explotado de una forma que lo desconocí, el odio le salía por los
ojos…—Molinari quedó en silencio, luego prosiguió…— intentó golpearme y allí lo
tomé por los hombros y lo tiré contra la puerta, con tal mala suerte, que cayó
mal, su cabeza golpeó contra el filo del marco y a partir de ahí.... no
reaccionó.
Molinari Fuentes se puso a llorar, se cubrió la
cara con las manos y gemía como un niño. Garmendia y Carmona quedaron en
silencio, no sabían si el llanto era real o puro teatro, recién cuando notaron
que el acusado se veía tranquilo, prosiguieron con las preguntas.
—¿No pudo reanimarlo o qué sucedió?
—Cómo no se movía me acerqué, estaba lívido, no tenía
signos vitales, le hice respiración boca a boca y nada, estaba muerto, en ese
momento pensé que con el historial de violencia que dejé en mi trabajo, mi
alcoholismo y mi problema con las drogas no me iban a creer que fue un
accidente, así que como ya atardecía, espere que oscureciera y comencé a cavar…
—¿Por qué esperó a que oscureciera?
—Por los vecinos del edificio de al lado, así no
me verían.
—Hice un pozo, envolví a Eugenio con un cubrecamas viejo y lo
enterré, al día siguiente, sembré semillas sobre la sepultura y de a poco las
plantas crecieron y en un año se formó un matorral de margaritas —Miró a
Garmendia como esperando su palabra y ante el silencio, siguió— viví en esa
casa unos años, pero no aguantaba ver las flores, eran la prueba de la
presencia de Eugenio en ese pozo… —nuevamente se largó a llorar, y apretando
los puños, exclamó— ¡¡Ese estúpido que hizo el pozo!! ¿Por qué…?
El inspector y Carmona se miraron y no
respondieron.
Molinari Fuentes quedó detenido y a la orden de
un juez.
Luciano Paredes puso en venta la casa y se fue a
vivir con su familia a lo de su madre, según dijo, los ruidos y gemidos no lo
dejaban dormir, el fantasma de La Coste deambulaba por la casa.
Hola belleza de escritora, como estas!
ResponderEliminarque turbio ese Molinari hmmmm en cambio La Coste es recordado como alguien amable y tranquilo. Esta dicotomia le da un toque humano a un acto horrendo, y esa casa a buen precio... lo barato sale caro jeje
Buen capitulo; lo de las flores me hizo acordar a Dorothea Puente que enterraba a sus victimas en su propio jardin y les ponia flores distintas a cada "tumba" para saber bien a quien pertenecia cada una 🌸🌟👼 💖🌟☀️🌸🌼
Hola Hadita, gracias por estar siempre y me alegra que te gustara este capitulo de Garmendia. ¿Quién es Dorothea Puente?
EliminarYa la voy a buscar en Google,,,,
Abrazo grande.
¡Wow! Un relato con huesos. ¡Y resultó ser un caso super turbio! 😱 Me encantaron las emociones expresadas entre los personajes. Cada detalle como las fotos olvidadas o la torpeza de algunos personajes como Fuentes.... en fin me ha encantado cada letra, es como haber visto un corto de cinematografia. Muy bien representado el genero policial
ResponderEliminarGracias José, son un aliento para mí tus palabras. Me reconfortan y me inspiran a escribir.
ResponderEliminarAbrazo desde un invierno con sol.
Alguien hizo algo inesperado, que lo llevó a encontrar algo inquietante.
ResponderEliminarLo que posibilitó que Garmendia, con la decisiva ayuda de Carmona, descubriera un crimen accidental.
Bien contado. Un abrazo.
Gracias Demiurgo por apoyar a Garmendia con tus comentarios, eres muy amable.
EliminarUn abrazo.
Great blog
ResponderEliminarPlease read my post
ResponderEliminarGracias .
EliminarSaludos.
Muy bueno Mariarosa, me encantan tus historias policiales. Dicen que al mejor cazador se le escapa la paloma, cómo pudo olvidar la caja con fotos y recuerdos, ahí firmó su sentencia.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Cecilia, gracias por leer y comentar. Te cuento que un familiar mio en una mudanza se olvido una caja con fotos femiliares. Por eso lo incluí en mi cuento, esas cosas pueden suceder con las personas distraidas.
EliminarAbrazo.