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martes, 6 de agosto de 2024

HUESOS.


 

 

Garmendia y Carmona miraban atentos al hombre que decía llamarse Luciano Paredes y que frente a ellos hablaba de manera entrecortada, quería explicar algo y se confundía con las palabras.

—A ver —dijo Garmendia— usted me quiere decir que cavando la tierra de su parque encontró huesos humanos y que tiene miedo  de seguir viviendo allí… ¿es así?

—Sí, mi esposa y mis hijos se fueron a la casa de mi madre y yo debo estar sugestionado porque escucho ruidos por la noche.

—¿Cuándo descubrió los huesos?

—Hace una semana.

—¡¿Y recién ahora hace la denuncia…?!

—Es que tenía miedo de verme complicado en algo turbio.

 

En pocas horas la casa de Luciano Paredes  estaba invadida por el forense, la policía científica y personal policial.

 

Al día siguiente, Carmona investigaba  a Paredes, que resultó ser empleado del congreso y que hacía tres años había comprado la casa a muy buen precio,  sin imaginar el problema que iba a encontrar.

Los patólogos luego varios días entregaron un informe que decía que los huesos pertenecían a un hombre joven, llevaba enterrado unos ocho o diez años y  faltaba identificar  quién era.

Encontraron por los datos de la compra y venta de la vivienda, que el anterior dueño, era un Ingeniero  civil, llamado Jorge Molinari Fuentes, soltero y que en la actualidad tendría unos cincuenta años. Carmona quedó encargado de ubicarlo.

Garmendia buscó entre los desaparecidos de diez años atrás.

Por el tiempo pasado y con la edad del joven, encontró  varios posibles casos a los que se dedicó a investigar. Cuando  el desanimo lo rondaba, le llegó un informe del forense, que decía a quién habían pertenecido los restos encontrados.

Eugenio La Coste así se llamaba el joven, había trabajado en la cocina de un  restaurante, era soltero y vivía en una pensión del barrio de Mataderos.

Fue Garmendia quien se dedicó a buscar pistas sobre La Coste. Los inquilinos de la pensión no lo conocían, en los años que llevaba desaparecido los habitantes se fueron renovando, duraban apenas meses o pocos años. El único que supo dar un informe fue el encargado.

“Lo recuerdo —dijo el hombre— era un muchacho muy amable y educado, no daba problemas, llegaba de trabajar, y se iba a dormir, los  feriados, se empilchaba y se iba todo el día, no traía mala junta ni metía mujeres en su pieza, no  le conoci amigos.” Garmendia salió decepcionado, no encontró ninguna pista, que llevara a conocer más del joven La Coste.

El que trajo mejores referencias fue Carmona, el ingeniero resultó ser un turbio personaje con malas compañías y conocedor del peor mundillo de la ciudad, sus compañeros de trabajo dejaron claramente asentado que lo habían expulsado de una compañía de aviación por su conducta, alcoholismo y drogas, que fueron el principal fue motivo de su separación de la firma, se irritaba ante cualquier palabra que no le gustara. Fue uno de sus ex compañeros quien le dio al inspector su actual dirección.

Lo encontraron sin problemas, dijo desconocer a Eugenio La Coste y no saber quién era y por qué estaba enterrado en el parque de la que fue su casa.

Carmona tuvo la buena idea de preguntarle a Luciano Paredes si al llegar por primera vez a la vivienda, encontró algo que olvidaron los antiguos dueños y que llamara su atención, por ejemplo; ropa, papeles, fotos, esas cosas que se suelen quedar de las mudanzas. La idea de Carmona dio resultado. En un cuartito  donde se guardaban herramientas, Paredes había encontrado una caja con esos detalles, por suerte todavía estaba donde la había olvidado Molinari Fuentes. Había  papeles sin importancia y fotos, esas sí que eran significativas. La Coste y Molinari Fuentes abrazados como dos tortolitos en casi todas las imágenes, para mayor seguridad, fue el encargado de la pensión quién reconoció al joven.

Ante tal evidencia el aviador no pudo negar su intima amistad con Eugenio. Fue detenido y en un principio no quiso declarar, hasta que al final, viendo el peligro en el que estaba, habló:

“Fuimos  novios durante dos años, en el último tiempo Eugenio me cansaba, estaba enfermo de celos, llenaba la casa con sus fotos, en la cocina, en el dormitorio, era su idea para marcar territorio, el día que quiso poner una foto en el baño, me cansé y le dije que  se fuera, él se alteró, comenzó a golpear los muebles, estaba rojo de ira, sus celos habían explotado de una forma que lo desconocí, el odio le salía por los ojos…—Molinari quedó en silencio, luego prosiguió…— intentó golpearme y allí lo tomé por los hombros y lo tiré contra la puerta, con tal mala suerte, que cayó mal, su cabeza golpeó contra el filo del marco y a partir de ahí.... no reaccionó.

Molinari Fuentes se puso a llorar, se cubrió la cara con las manos y gemía como un niño. Garmendia y Carmona quedaron en silencio, no sabían si el llanto era real o puro teatro, recién cuando notaron que el acusado se veía tranquilo, prosiguieron con las preguntas.

—¿No pudo reanimarlo o qué sucedió?

—Cómo no se movía me acerqué, estaba lívido, no tenía signos vitales, le hice respiración boca a boca y nada, estaba muerto, en ese momento pensé que con el historial de violencia que dejé en mi trabajo, mi alcoholismo y mi problema con las drogas no me iban a creer que fue un accidente, así que como ya atardecía, espere que oscureciera y comencé a cavar…

—¿Por qué esperó a que oscureciera?

—Por los vecinos del edificio de al lado, así no me verían.

—Hice un pozo,  envolví a Eugenio con un cubrecamas viejo y lo enterré, al día siguiente, sembré semillas sobre la sepultura y de a poco las plantas crecieron y en un año se formó un matorral de margaritas —Miró a Garmendia como esperando su palabra y ante el silencio, siguió— viví en esa casa unos años, pero no aguantaba ver las flores, eran la prueba de la presencia de Eugenio en ese pozo… —nuevamente se largó a llorar, y apretando los puños, exclamó— ¡¡Ese estúpido que hizo el pozo!! ¿Por qué…?

El inspector y Carmona se miraron y no respondieron.

Molinari Fuentes quedó detenido y a la orden de un juez.

 

Luciano Paredes puso en venta la casa y se fue a vivir con su familia a lo de su madre, según dijo, los ruidos y gemidos no lo dejaban dormir, el fantasma de La Coste deambulaba por la casa.

 


11 comentarios:

  1. Hola belleza de escritora, como estas!
    que turbio ese Molinari hmmmm en cambio La Coste es recordado como alguien amable y tranquilo. Esta dicotomia le da un toque humano a un acto horrendo, y esa casa a buen precio... lo barato sale caro jeje

    Buen capitulo; lo de las flores me hizo acordar a Dorothea Puente que enterraba a sus victimas en su propio jardin y les ponia flores distintas a cada "tumba" para saber bien a quien pertenecia cada una 🌸🌟👼 💖🌟☀️🌸🌼

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    1. Hola Hadita, gracias por estar siempre y me alegra que te gustara este capitulo de Garmendia. ¿Quién es Dorothea Puente?
      Ya la voy a buscar en Google,,,,
      Abrazo grande.

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  2. ¡Wow! Un relato con huesos. ¡Y resultó ser un caso super turbio! 😱 Me encantaron las emociones expresadas entre los personajes. Cada detalle como las fotos olvidadas o la torpeza de algunos personajes como Fuentes.... en fin me ha encantado cada letra, es como haber visto un corto de cinematografia. Muy bien representado el genero policial

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  3. Gracias José, son un aliento para mí tus palabras. Me reconfortan y me inspiran a escribir.
    Abrazo desde un invierno con sol.

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  4. Alguien hizo algo inesperado, que lo llevó a encontrar algo inquietante.
    Lo que posibilitó que Garmendia, con la decisiva ayuda de Carmona, descubriera un crimen accidental.
    Bien contado. Un abrazo.

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    1. Gracias Demiurgo por apoyar a Garmendia con tus comentarios, eres muy amable.
      Un abrazo.

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  5. Muy bueno Mariarosa, me encantan tus historias policiales. Dicen que al mejor cazador se le escapa la paloma, cómo pudo olvidar la caja con fotos y recuerdos, ahí firmó su sentencia.
    Un abrazo

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    1. Hola Cecilia, gracias por leer y comentar. Te cuento que un familiar mio en una mudanza se olvido una caja con fotos femiliares. Por eso lo incluí en mi cuento, esas cosas pueden suceder con las personas distraidas.
      Abrazo.

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