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jueves, 13 de noviembre de 2025

La fiesta.


 

Pedro Garmendia bebía su café con tanta lentitud que Carmona lo observaba curioso, al fin preguntó:

- ¿Qué te pasa Pedro?

-El caso que nos dejó Mendizábal como regalo me tiene preocupado…es muy desagradable.  

-Todo sucedió hace siete años, en ese momento cerraron todo y ahora lo retoman… ¿Qué ha pasado?

-Una madre, quiere saber quién mató a su hija y parece que movió el avispero de arriba y la orden no se hizo esperar, hay que investigar.

-Por lo que leí en el informe del caso – dijo Carmona- era una piba de dieciséis años, estaba en una fiesta de cumpleaños y cuando amaneció mientras los demás desayunaban, notaron su falta, recorrieron la casa y la hallaron muerta, en la parte de atrás cerca de la pileta… con un golpe fuerte en la cabeza…

Garmendia asintió con un gesto, terminó su café y con una voz que se le ahogaba en la garganta exclamó:

-Dieciséis años… pobre piba… quien pudo ser tan desgraciado, pero lo que me extraña es que hayan cerrado el caso sin solucionarlo, no quiero pensar mal, pero creo que una mano misteriosa anduvo en ese caso.

Salieron y sin hablar llegaron hasta la casa de la madre de Soledad Carpi, la joven asesinada.

Las fotos de Soledad cubrían las paredes del salón, los ojos de su mamá eran un claro mensaje de que el dolor seguía tan vivo en ella como el primer día.

-Hay dolores que los años no calman, y es la impotencia que lo agrava y lo mantiene latente- dijo la mujer.

-Tiene alguna sospecha -pregunto Pedro-.

- No sé, era un grupo que parecía llevarse bien, lo que siempre llamó mi atención era la competencia que había entre las chicas, especialmente entre mi hija y Violeta, competían por las notas y por los chicos, especialmente por Matías.

-¿Quién es Matías?

-Mati era el amor de todas -dijo la señora Carpi- él se sabía buscado y salía un tiempo con una y pronto la dejaba y salía con otra…era un adolescente casanova.

Pedro y Carmona tomaron nota de los detalles que la señora Carpi conocía, junto con los nombres de los jóvenes que estuvieron presentes en aquel cumpleaños.

Apenas ocho, entre chicos y chicas, los padres de la joven dueña de casa, en ese momento estaban de vacaciones en el Caribe.

Citaron a todos jóvenes por e-mail, menos a Santiago Fuentes que había salido del país en el 2023 y se desconocía su paradero.

Dos de las chicas se presentaron al día siguiente, Ceci y Luna. Eran médicas, trabajaban juntas en el mismo hospital, respondieron a las preguntas con tranquilidad, no recordaban mucho, - así declararon- habían tomado demasiado esa noche y mientras los demás desayunaban, ellas dormían, aportaron un detalle importante, Sole y Violeta peleaban continuamente por Matías. Las mismas palabras había dicho la mamá de Sole.

Violeta no respondió al e-mail, así que fueron a buscarla a la oficina donde trabajaba, era escribana. Le preguntaron por qué no había respondido al mensaje.

-Estoy muy ocupada – dijo con una sonrisa compradora- me falta el tiempo, aparte debo viajar a Chile el fin de semana.

Pedro con la misma sonrisa amable exclamó:

-No hay problemas, si no viene, la venimos a buscar con un móvil policial y dos oficiales la acompañaran a la seccional.

Se puso seria, no le gustó el tomo irónico de Garmendia.

-¿Después de siete años que quieren probar? -Pregunto Violeta cerrando su notebook de un golpe.

-Se reabrió el caso señorita, todos los presentes en esa fatídica noche tienen que volver a declarar.

Violeta enrojeció, se frotaba las manos, se la notaba enojada y dijo con tono de fastidio:

-Todos vimos que esa noche Soledad había bebido de más, no se mantenía en pie y sola cayó, el golpe en la cabeza fue con el borde de cemento.

-Mañana a las diez horas la esperamos, si no quiere venir la venimos a buscar.

La cara de Garmendia había perdido la sonrisa, la miraba a los ojos, muy serio, demostrando desgana por la frialdad de la joven.

 

Antes de las diez, Violeta se hizo presente. Fina, elegante con ropa cara, tomó asiento, cruzó las manos sobre la mesa y esperó, en apariencia se veía tranquila.

-¿Cómo era su relación con Sole?-preguntó Carmona.

Hizo un mohín.

-No era ni buena ni mala, solo nos gustaba competir, por Matías, por la ropa, cualquier tema era bueno.

-¿Qué pasaba entre usted, Matías y ella?

-Él jugaba con las dos, unos meses estaba con ella y otro tiempo conmigo y las dos éramos chicas, no nos dábamos cuenta de que era un desgraciado, Soledad se enamoró en serio.

-¿Y los demás chicos que estuvieron en la fiesta, alguno pudo ser culpable de la muerte de Sole? -La voz de Carmona sonó dura, sus ojos parecían traspasar los de Violeta, ella se sintió amenazada y dijo:

-Eran buenos pibes, no había drogas entre ellos y aunque usted no lo crea, la única que se drogaba era Sole…

-Es fácil decirlo -respondió Pedro- ella no puede defenderse, aparte no es motivo para matarla.

-No sé qué más quieren de mi - ella los observó a los dos detectives con un gesto ambiguo, no se sabía si era desidia o enojo- esa noche peleamos como lo hacíamos siempre, nos agarrábamos de los pelos, nos insultamos y nada más, no recuerdo otra cosa.

 

Faltaba declarar a Valeria que resultó ser sobrina de un ministro del gobierno anterior, comprendieron el motivo por el que, siete años atrás se había cerrado el caso tan rápido.

Sus palabras no aportaron nada, ella estuvo toda la noche con su novio Santi, declaró que Sole y Violeta se pelearon, como siempre, no recordaba nada más, hasta el momento en que desayunaban y alguien gritó, porque encontró a Sole muerta.

Por la tarde llegó Lucas, era alto, flaco, desalineado y de fea apariencia, maquinista en el ferrocarril, no tenía ni treinta años y sus sienes estaban pobladas de canas.

Miraba a los detectives con curiosidad, no entendía el motivo por el que se reabrió el caso. Se lo explicaron y respondió que estaba dispuesto a declarar, se acomodó en la silla y dijo:

-No recuerdo gran cosa, había bebido demasiado y Sole estaba pasada de droga…

-¿Esta seguro que estaba drogada?

-Claro que estoy seguro, nos drogábamos juntos, ella conseguía buena merca, la compartía conmigo, pero esa noche no quise acompañarla -se encogió de hombros e hizo un gesto ambiguo- los otros la miraban con asco, pero esa noche estaba mal, Matías la había despreciado delante mío y ella tomaba vodka y luego vi que tomó dos pastillas…

- ¿Está seguro que era droga?

- Ella dijo que era buena y me ofreció, yo había tomado demasiado y no acepté – quedó en silencio- insistió que tomara y… me la saqué de encima con un empujón, trastabilló, estaba tan en pedo que no logró sostenerse, quise sujetarla y se me escapó, cayó sobre el borde de la pileta y no se levantó más, recuerdo que grité y grité, vinieron todos y yo pedía una ambulancia, Matías le tomó el pulso…- Lucas se agarró la cabeza y largó el llanto contenido por años, luego de varios minutos, se calmó y continuó hablando- Valeria dijo qué no convenia llamar a la ambulancia, que ya no había nada que hacer que mejor avisaba a su tío.

-¿El ministro? -preguntó Garmendia.

-Sí. Vino acompañado de otro tipo y no recuerdo muy bien, creo que ellos arreglaron todo, llamaron a una ambulancia y dijeron que Sole se había caído, que había bebido mucho, nos dijeron que no abriéramos la boca, que ellos nos iban a decir que declarar.

-Por qué no dijiste la verdad en ese momento?

-No pude, tenía diecisiete años, el miedo me paralizaba y el abogado me dijo que no hablara o la iba a pasar mal. No tuve la culpa, fue un accidente o que se yo…Sole estaba dada vuelta.

Cuando llegó Matías, elegante con un portafolio que debía valer el sueldo de Garmendia, repitió la misma historia de Lucas.

Garmendia lo observó directo a los ojos:

-¿Estás seguro que fue accidente?

-No estaba presente, pero creo en las palabras de Lucas, aparte nos dijo tantas cosas el abogado sobre lo que debíamos declarar que la verdad y la mentira se unen en una niebla en mi cabeza.

Perdió la compostura elegante con la que había entrado, cambiaba de posición en su silla muy inquieto.

-Esa fatídica madrugada nos cambió la vida a todos, en vez de unirnos ante el dolor, cada uno tomó un camino diferente.

- Seguramente verse era recordar el drama vivido…y la cobardía de todos ustedes-la voz de Garmendia sonó dura.

Matías pareció alterarse ante las palabras de Pedro:

-Es fácil juzgar ahora, pero en ese momento estábamos muertos de miedo y el tío de Valeria y el abogado nos manejaron a su gusto.

 

Todos quedaron detenidos, el ex ministro y su abogado también, el fiscal de turno se hizo cargo de ellos.

-Al fin todos son culpables -exclamó Garmendia- por desidia, comenzando por los padres que sabían la verdad y guardaron silencio.

-No entiendo -dijo Carmona-taparon todo, un grupo de adolescentes solos en una casa, con abundancia de bebidas y una de las pibas repartiendo pastillas de quién sabe qué droga, ¿El forense no se dio cuenta que la chica estaba drogada y alcoholizada?

-No hubo autopsia, las influencias del ministro lograron que no se realizara y también que el caso se cerrara sin investigación, las coimas pueden tapar cualquier caso, pero la consciencia tarde o temprano saca a la luz las culpas- respondió Garmendia.

-Si la madre de Sole no hubiera pedido reabrir el caso todo quedaba en la oscuridad…después de esta investigación, tal vez la señora Carpi encuentre la paz o no, quién sabe.

- La paz no sé -dijo Pedro- tal vez un poco de consuelo.

 



jueves, 23 de octubre de 2025

La rubia del 5° C.


 

 

 

1

La señora Falcone despertó empapada en sudor, le dolía cada articulación, cada hueso. Intentó levantarse, todo parecía girar en la habitación.

Se sentó al borde de la cama, y al desperezarse la vio: una mancha oscura, en la manga de su bata azul. Curioso: se había quedado dormida con la bata puesta.

Miró sus manos, también manchadas de rojo.

Corrió a la pileta del baño. Se lavó, restregó el cepillo por su piel mientras se esforzaba en recordar. No, no lograba hilvanar sus pensamientos. Algo había sucedido, pero… ¿qué?

Se miró en el espejo, su imagen la asustó.

Fue a la cocina a prepararse un café.  Aparecieron imágenes, golpes de luz.

La discusión con su esposo, sus palabras ofensivas al decirle que estaba cansado de ella, de su carácter. Cuando le dijo que otra lo había enamorado, comprendió que su mundo se hacía añicos. Lloró, lloró sin control. Y él la miraba impasible, casi con burla, sin decir una palabra hasta que salió dando un portazo.

Ella quedó de pie, mirando la puerta cerrada. Él nunca iba a entender cuánto lo amaba, se dijo en voz baja.

2

El detective y el portero abrieron la puerta del 5°C y el cuadro los impresionó. La mujer en el suelo bañada en sangre era el resultado de un ataque brutal.

- ¿Quién era? _ preguntó Garmendia al portero que miraba la escena impasible, como si no le importara.

-Se llamaba Olga Morrison -respondió- hace un año que vino a vivir acá, era un tanto extravagante, al vestir, no se daba con nadie, solo la vi conversar con el tipo del 5° D, parecían amigos.

Mientras hablaban, llegó Carmona e informó que alguien del edificio, escuchó un grito en la mañana muy temprano, observó por la mirilla de la puerta y creyó ver a alguien cruzar con una bata azul. Cuando llegaron los de la policía científica y el forense los tres, fueron al 5°D.

 

3

Se recordó hurgando entre los papeles de su marido.  Buscaba un indicio, un nombre. No lo halló. A punto de darse por vencida, encontró una foto en el bolsillo interior de uno de sus sacos y leyó la dedicatoria del reverso. La reconoció: la rubia del 5C.

¿Y después? ¿Qué había sucedido después?

Recordó el pasillo como a través de una bruma, o un sueño.

Tomó el café amargo, se sintió mejor. Yendo a su cuarto se quitó la bata, la hizo un bollo, la llevó al baño. Notó algo frío en el bolsillo: una navaja. Su padre se la había regalado años atrás. ¿Qué hacía ahí?

Comenzó a transpirar, un temblor la recorría, no lograba controlar sus manos. Respiró hondo y pausadamente. El timbre del departamento la sobresaltó. Se puso una bata blanca y se alisó el pelo.

Miró por el visillo de la puerta y encontró la cara del portero y dos desconocidos. Abrió. Ramón y uno de ellos que dijo ser detective, la saludaron.

—Necesito hacerle algunas preguntas señora Falcone, me llamo Pedro Garmendia —dijo el detective con tono inquisidor y mostrando una credencial—. ¿Quiere responder?

—Adelante —ella los hizo pasar, mientras ignoraba la mirada tonta del portero que la recorría de arriba a abajo—. ¿Qué quiere saber?

— ¿Oyó algún ruido extraño durante la madrugada?

Ella se cerró el cuello de la bata.

—No… no escuché nada.

— ¿Recibió algún llamado en su puerta?

—No entiendo.

—Digo —Garmendia se mostró impaciente, y Ramón soltó una risita estúpida—, digo si no la llamaron o le tocaron el timbre.

— ¿De qué se trata?

—Queremos saber si usted escuchó o vio algo.

—No. ¿Pero que sucedió?

—No podemos informar —respondió el detective—. Estamos investigando ¿Vive sola?

—Con mi esposo, pero él se fue a trabajar muy temprano. ¿Qué pasa?

El detective Garmendia la miraba a los ojos: buscaba en ella, dudas, temor.

Viendo que no quedaba nada por preguntar, se retiraron. Desde el recodo del pasillo, Garmendia se dio vuelta y le preguntó, señalando su bata:

— ¿Tiene una bata azul, señora Falcone?

—No —mintió—. ¿Por qué?

—Por nada.

Mientras caminaban por el pasillo rumbo al ascensor, Garmendia dijo a su compañero:

-Esta señora está demasiado nerviosa, algo sabe y calla, vamos a tener que citarla en la seccional.

-¿Te parece? -preguntó Carmona.

-Algo noté en sus ojos, algo parecido al miedo…quiero que la oficial Rosales la vigile, dónde va, qué hace, hasta quienes la visitan.

 

4

 

 

Ahora los temblores se acentuaron. Sudaba, las imágenes volvían como si alguien pasara una película ante sus ojos, la mujer caída, la sangre, la había tocado y vio que estaba muerta, salió corriendo del departamento.

Se dio una ducha. Se vistió.

En un rincón del baño, arrugada como un desecho, estaba la bata azul. Debía deshacerse de ella, pero ¿cómo?

La idea surgió rápida, dejarla en un conteiner, recordó que a varias cuadras de su casa había uno enorme. La envolvió en un papel film y la guardó en una bolsa de zapatos nueva, no llamaría la atención.

Caminó varias cuadras hasta llegar al lugar indicado, arrojó la bolsa y desandando las calles hasta el edificio, creyó ver un coche policial en la esquina, estarían de ronda, pensó desechando una mala idea.

La oficial Rosales llegó a la oficina de Garmendia con una bolsa de zapatos, Carmona la miró sonriente.  Y le dijo:

-Te gastaste el sueldo, esa casa de calzado es carísima…

-No -respondió Rosales- se van a sorprender con lo que hay adentro.

Garmendia rompió el papel film y ante sus ojos la bata azul manchada de sangre apareció como un regalo sorpresa.

-Lo sabía —dijo Garmendia— esa mujer me resultó sospechosa.

-¿Y si lo niega y dice que esa bata no es de ella?

-El forense va analizar la sangre de las mangas y la que encontramos en el mueble del 5°C y se va a comparar con la de la señora, hay que detenerla.

Falcone fue detenida, y no quiso declarar, se le hicieron pruebas de sangre, solo quedaba esperar el resultado del laboratorio.

El resultado del análisis fue una sorpresa, la sangre de la bata azul era de la mujer asesinada, y la sangre que encontraron en los muebles no pertenecía a ninguna de las dos mujeres.

-Hubo otra persona en esa habitación- dijo Pedro- ¿Quién fue?

Los dos detectives quedaron en silencio. Volvieron a interrogar a la señora Falcone.

-Díganos que recuerda de esa mañana…

La mujer estaba pálida, retorcía sus manos, las lágrimas rodaban lentas por sus mejillas. Al fin habló lo poco que recordaba, la sangre en su bata, en sus manos y el miedo de que su esposo la abandone por esa mujer del 5° C.

—¿Dónde está su esposo?

—No sé, después de insultarme y decir que no quería seguir a mi lado, se fue y no volvió.

—¿Quién le dijo que él la engañaba con la señora Morrison?

—Encontré una foto de ella en el bolsillo de su saco con una frase romántica, sólo recuerdo que salí furiosa, la puerta del departamento estaba abierta, entré y nada más...

Falcone se agarró la cabeza, gemía con un llanto de animal herido.

—No sé, estaba tan aturdida, tampoco recuerdo haber agarrado la navaja, era un recuerdo de mi padre y estaba guardada desde hacía años en la parte de arriba de un mueble, no sé cómo apareció en mi bolsillo.

Garmendia y Carmona se miraron, por un momento le dijeron a la mujer que descansara y salieron fuera de la sala de interrogatorio.

—Hay que encontrar al esposo de Falcone -dijo Garmendia- creo que él puede aportar algunas luces en este caso.

7

   Lo encontraron en la casa de sus padres. Dijo que se quedaba con ellos porque no aguantaba más a su mujer. Cuando le preguntaron por la señora Morrison, dijo conocerla de vista, sabia que era vecina de su piso, pero nada más. Eso hizo dudar a los detectives, una simple vecina no escribe palabras de amor en una foto a un vecino. Fue detenido. Al analizar su sangre resulto ser del mismo grupo y factor a las encontradas en el departamento.

¿Cuál de los dos había dado muerte a la señora Morrison?

¿Falcone o su esposo?

8

    Garmendia se acercó al portero, quién mejor que él para conocer las historias de los habitantes del edificio.

Luego de hablar de futbol le preguntó que pensaba del tipo del 5°D.

-Es un sinvergüenza, está casado y la engaña a su mujer con cualquiera, primero lo hacía con la doctora del 1° B, ella lo dejo porque era violento, luego con una maestra del edificio de enfrente – se apoyaba en la pared y bajaba la voz comunicando su secreto, así Garmendia se enteró de las varias personitas a las que había enamorado ese tipo.

Al entrevistarlas, Carmona se puso al corriente que la mayoría de ellas, lo dejaron por violento.

-Parece que casi lo tenemos, habrá que apretarlo un poco -dijo Pedro.

Al interrogarlo, le dijeron que alguien del edificio lo vio salir del 5°C muy temprano, ¿Qué estaba haciendo? Es más, escucharon gritos…

-Mienten, nadie me vio, porque no fui -dijo con tono burlón, ustedes saben que fue mi mujer, la navaja en su bata lo prueba.

Garmendia sonrió.

-Nunca dije que la habían matado con una navaja y que estaba en la bata de su esposa, ¿cómo lo sabía?

-Ella me lo dijo.

-Miente. Usted no vio a su esposa desde el día que se fue de su casa dando un portazo.

-Usted me está embarullando… quiere acusarme de algo que no hice…

-Ha mentido demasiado señor Falcone, sus “novias” lo acusan de violento, a su esposa la trata como a un trapo de piso… ¿a la señora Morrison por qué la mató?

    La rabia le salía por los ojos, se puso de pie e intentó golpear a Garmendia, Carmona lo tomó por atrás y lo calmó con su fuerza.

-Era una loca, como todas, quería contarle a mi esposa y luego al portero para que él lo publicara en todo el edificio, estaba piantada, quise calmarla y se me fue la mano.

Carmona lo sentó y no se movió de su lado.

-Usted fue preparado para matarla, no fue una casualidad, ¿por qué llevó la navaja?

-Para asustarla, pero ella me hizo frente, me arrojó una estatuilla de bronce, si no la esquivo me mata, estaba fuera de sí -se ponía rojo de rabia recordando aquella situación- la amenacé con la navaja y se lanzó sobre mi como una fiera, estaba loca, le corté en el brazo y en el costado, me fui y ella estaba herida, pero no de muerte.

-Eso creyó usted, pero la abandonó y le había cortado la arteria braquial, ella se desangró.

La cara de Manuel Falcone se contrajo, cambió de color.

-Yo no sabía, fue un accidente…

-Usted fue con la intención de darle una paliza y amenazarla con la navaja, La Morrison lo enfrentó y se creyó el justiciero, no iba a permitir que una mujer no le tuviera miedo como pasó con sus otros amores clandestino, esta vez lo enfrentaron y no lo soportó.

-Ahora va a enfrentar al juez -dijo Carmona- veremos dónde va a parar su machismo prepotente.

Manuel Falcone quedó en manos del juez de turno, acusado del asesinato de  Olga Morrison.

La señora Falcone regresó a su hogar libre de culpa y cargo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                                                                    

sábado, 27 de septiembre de 2025

Desde el Norte.


 


 

Mendizábal les dio un papel con un nombre y una dirección: Cornelia Guantay, calle Lima 19...

Garmendia lo interrogó sin palabras.

-Vayan a verla.

Sin explicaciones se fue. Accedieron de mala gana, Pedro y Carmona sabían que los casos de Mendizábal siempre eran problemáticos, casos que nadie quería aceptar, causas serias o complicadas. Salieron a buscar la dirección.

La casa era muy vieja, usada como pensión, como tanta que hay en Bs Aires, preguntaron al que parecía ser el encargado, y les señaló el fondo.

-Las tobas, pieza 16 – dijo.

El lugar era deprimente, cuartos pegados uno al lado del otro, niños llorando, el pasillo cubierto de papeles, latas de cerveza y el aire cargado de gritos, un borracho pasó, los miró torvamente y siguió su camino.

Golpearon la puerta, con pintura roja se leía; 16.

Una joven abrió, se presentaron, los hizo pasar, dentro los recibió una anciana sentada en el borde de la cama, los miró con ojos donde la tristeza parecía vivir desde siempre. La que habló fue la joven:

-Soy Lucia, Cornelia es mi mamá, mí naa, vinimos porque hace un año no sabemos nada de mi hermana Chola, hace tres, se vino a trabajar a la ciudad, nos escribía diciendo que estaba muy bien, tenía trabajo…

Hizo silencio y continuó la madre:

-Algo le a pasado, hace un año que no escribe, ella no es así, en la última carta nos decía que quería volver, que tenía mucho miedo -miró a Garmendia llorando- no entendimos a qué tenía miedo, no lo decía…

Los detectives salieron de la pensión con angustia, llevaban una foto de la joven, el dolor de esa madre y hermana era difícil de evitar, lo sintieron propio.

Garmendia comprendía después de hablar con las dos mujeres, por qué Mendizábal les había dado el caso.

Con la foto de la joven y los datos armaron un desparramado tablero, sus cartas, un collar de piedras de la montaña y una oración, los Tobas rezan al Dios Kharta, no tiene imagen, ellas le contaron que oran mirando el cielo, que es su morada. La anciana le había entregado la oración; rece, le dijo.

Comenzaron preguntando a sus amigos del bajo; nadie la conocía. Debieron buscar en los burdeles, mostrar la foto a las chicas de la noche que pululaban por la Panamericana, por Constitución. Hasta que una de ellas, mirando de reojo a un hombre que caminaba cerca y que comprendieron que era su proxeneta, les paso sutilmente, un número de celular. Al día siguiente la llamaron, los citó en un bar del barrio de Once, alejado del tumulto del centro.

La joven de rasgos norteños y muy bonita les dijo:

-La conozco, trabajó conmigo en un burdel del centro, no le gustaba la vida que hacemos, algunas nos acostumbramos, otras quieren irse, pero los mandamases no te dejan. Creo que la mandaron a Santa Fe, no supe más de ella.

Garmendia le dejo su número de celular, por si había novedades, al día siguiente Lucia apareció en la oficina.

Comunicaron las noticias a la hermana, quien sorprendida les rogó que no dijeran nada delante de la madre. Algo enojada les dijo:

-Nunca sospeché que hacía esa vida… mañana regresamos a nuestra casa, no podemos aguantar en la ciudad, tenemos animales que cuidar… gracias…- les dejó su dirección- cualquier novedad nos avisan, en nuestros pueblos perdidos las cartas tardan, pero llegan...

Salió de la oficina con la cabeza gacha, se la notaba apesadumbrada.

Carmona se comunicó con un investigador de Santa Fe que conocía los barrios bajos al dedillo, prometió ocuparse.

En el decurso de los días, ninguna novedad apareció, perecía que a la Chola se la había tragado la tierra.

De Santa fe llegó una noticia, la joven había sido trasladada por su proxeneta a Bs Aires, posiblemente al barrio de Las cañitas y junto a ese informe llegó otro más cruel, en la morgue judicial de San Fernando había entrado un cuerpo sin datos, las señas revelaban que podía ser la que buscaban.

Era Chola Guantay. Era hermosa, rostro moreno, ojos aindiados y un cabello renegrido y sedoso. Quedaron helados al reconocerla por la foto.

-¿Qué le sucedió? – pregunto Pedro conmovido ante la imagen.

-Una paliza brutal, el desgraciado era su proxeneta, ya tienen los datos, lo están buscando respondió el médico forense.

A los pocos días fue reconocido en un control de alcoholemia, mientras viajaba en su coche con dos menores de edad y fue llevado ante las autoridades.

Semanas después de escribir la carta con la triste noticia, Lucia se presentó en la oficina de Garmendia.  Los detectives quedaron sorprendidos con su presencia, sus ojos demostraban la misma tristeza que en la visita a la pensión vieron en su madre.

-Mi naa ha muerto, estaba enferma, por suerte no llegó a saber de la muerte de mi hermana, pero hay algo que no logro entender, por eso he venido, mi naa rezaba día y noche, sabía que su salud se deterioraba – hizo silencio, la emoción le brotaba por los ojos- le rogaba a Kharta que le dejara ver a su Cholita antes de morir.

Lucia estalló en un sollozo que pareció un lamento ahogado. Le alcanzaron un vaso de agua y se fue serenando.

-¿Qué día murió mi hermana?

Carmona buscó en los informes y leyó:

-14 de abril. Entre las 2 y 4 de la mañana.

Lucia se aclaró la voz:

-No lo puedo entender… el sábado 19 de abril, Chola llegó a mi casa, los gritos de alegría de mi madre resuenan aún en mi cabeza -miró a los detectives, extendió las manos como intentando aferrar el aire y entre lágrimas dijo- ¡¡Estaba muerta y vino a ver a mi naa…!!

Su llanto era desgarrador, los detectives la observaban sin saber que decir.

Carmona y Garmendia estaban desorientados, incrédulos. Pedro dio unos pasos inciertos, sin saber que hacer ni decir, la situación lo sobrepasaba. Lucía continúo:

-Al día siguiente, Chola se fue, no quiso que la acompañáramos hasta la ruta, nos quedamos en la puerta de casa mirándola partir, caminaba despacio y de pronto se desvaneció en el aire, ante nuestros ojos, como la luz de un fosforo, dos días después la naa partió al cielo, agradeciendo a  Kharta haber podido ver a su Cholita, y yo he quedado sola.

- ¿Qué va a hacer ahora Lucia? -preguntó Carmona.

-Volver a mi pueblo, tengo mi casa, mi tierra, mis animales, me llevaré las cenizas de mi hermana y quería contarles lo que había pasado y que yo no puedo entender…

Garmendia movió la cabeza en señal de desconcierto y dijo:

-Nosotros tampoco, tal vez las oraciones de su madre llevaron de alguna manera a que esto sucediera…no sé, nunca escuche nada igual, solo en las películas pasan estas cosas…

Lucia se fue, dejando a Garmendia y a Carmona apabullados y sin saber qué decir, fue Pedro quién tratando de salir de la situación, dijo:

-Vamos al bar del gallego, un café doble tal vez nos haga bien.

Y se fueron calle abajo, cabizbajos y contando las baldosas para no hablar.

 

 

 


martes, 2 de septiembre de 2025

El músico y la abogada.



 


El balazo, había sido certero al corazón.

La mujer murió en el acto, un testigo que vio todo desde su balcón, dijo que ella venía caminando, arrebujada en su abrigo, por el frío y la llovizna, de pronto, un coche frenó cerca suyo, bajo un hombre y sin mediar palabras, le disparó.

Según las primeras averiguaciones, la mujer, Cecilia Vargas, era asesora de una abogada del congreso. Cecilia era una persona sin antecedentes, sin enemigos a la vista, querida y respetada por sus compañeros.

Fue la abogada la que dio la primera y posible pista. Hacía mucho frío en ese atardecer de julio, Cecilia debía llevar una carpeta a un estudio, a pocas cuadras de la oficina, apurada se puso el abrigo de su jefa. “Posiblemente la confundieron conmigo”.

A Garmendia le pareció posible el error, pero por los datos que dio el hombre del balcón, el asesino bajó de un coche viejo y descuidado, un matón a sueldo no anda en un coche así, seguramente sabía muy bien a quién estaba atacando. Cecilia Vargas era abogada, asesora en economía, trabajaba desde hacía un año en ese estudio y no había dado señales de conflictos familiares, ni amorosos, al menos nunca los había comentado. Vivía sola, en un pequeño departamento del barrio de Villa Urquiza. Su madre y su hermana vivían en Mendoza, estaba sola en la ciudad. No tenía amigas, ni se le conocieron romances en el corto tiempo de su estancia en B. Aires.

-Algún amigo, un romance de esos de fin de semana debía tener…- dijo Carmona.

-Puede que sí -respondió Pedro- pero hasta el momento no lo encontramos.

-¿Y si preguntamos al portero del edificio, ellos saben vida y obra de los inquilinos?

Garmendia encontró al encargado, en plena tarea de limpieza, en un principio se mostró reacio para hablar, cuando le dijeron que no había problemas que lo iban a sitar en el departamento de policía, cambió de opinión.

El portero le dijo a Pedro:

-La señorita Cecilia era muy amable, a veces la venia a visitar un tipo algo raro, parecía un músico de rock pesado, pelo largo, lleno de tatuajes, no daba para ella, tan fina y educada…pero bueno, era cosa de ellos.

-Recuerda haber escuchado su nombre o algún otro detalle.

-Recuerdo que venía en una moto Gilera, otras veces lo traía un Ford Sierra un tanto destartalado, lo dejaba y se iba.

-¿Vio alguna vez al chofer del Sierra?

-No, no se me ocurrió mirar al chofer, pensé que sería un Remis.

- ¿Un Remis destartalado? es difícil – dijo Garmendia.

Carmona se dedicó a recorrer a los vecinos del Edificio y comerciantes del barrio, algún detalle iba a encontrar sobre la vida de Cecilia.

Algunos vecinos corroboraron las palabras del portero, el rockero solía visitarla seguido. Un dependiente del supermercado que escuchaba la conversación de Carmona y la cajera se acercó y aportó la mejor noticia.

-El novio de la señora es el guitarrista de “Carbón blanco”

-¿Y eso qué es- dijo Carmona.

-Un grupo de Heavy Metal, fui a verlos varias veces, por eso lo reconocí.

-¿Sabes el nombre?-preguntó Carmona.

-Si, es Lucas, Lucas Mantieri, es muy buen guitarrista.

Con esa información llegaron fácilmente a Mantieri, lo encontraron en un garaje, en San Martín, ensayando con su grupo.

Nada sabía sobre la muerte de Cecilia, se puso pálido, se lo notaba sincero, dijo que se conocieron, en el aeropuerto, los dos viajaban de Puerto Madryn a B. Aires, conversaron, se pasaron los teléfonos y así comenzaron.

-Era una mina sincera, tan diferente al mundo en el que me muevo, que me enamoré- se le llenaron los ojos de lágrimas- no puedo creer que no la vere más…

Se sentó sobre una desvencijada silla y quedó mirando la pared sin decir palabra.

Los detectives se fueron, dejando a Mantieri rodeado por su grupo que en vano intentaban consolarlo, y él, sin poder entender que ya no vería más a Cecilia.

El Sierra destartalado pertenecía a uno de los músicos de “Carbón blanco”. El día del crimen de Cecilia, los músicos estaban en Entre Ríos, dando un recital. Había que comenzar de nuevo con la investigación.

-Se nos vino abajo la investigación -comentó Carmona.

-Era demasiado fácil como venia todo, debemos buscar en la vida de Cecilia -exclamó Garmendia.

Mientras hablaban, golpearon la puerta de la oficina, dos mujeres, una joven y otra mayor se presentaron.

-Soy Gina, la hermana de Cecilia Vargas y ella es nuestra madre.

Garmendia y Carmona quedaron helados, ¿qué le iban a decir, estaban en cero?

Comenzaron por decir la verdad, lo que habían investigado y que hasta el momento no tenían nada seguro.

-Puede que ayudemos con esta pista – dijo la hermana- poniendo en el escritorio algunas fotos de Cecilia con un hombre algo mayor que ella- Juan Carride, fue pareja de mi hermana y ella lo dejó por violento, sabemos que esta aquí en esta ciudad, creo que vive por Fiorito, allí tiene familiares.

Garmendia miraba las fotos, estaba mudo. Gina les contó que su hermana se vino a Buenos Aires escapando de Carride y que él juró buscarla y llevarla de los pelos a Mendoza, esas fueron sus palabras. Las dos mujeres estaban seguras de que había sido Carride quien dio muerte a Cecilia.

En Fiorito vivian unos tíos de Juan, ellos no sabían dónde estaba, los detectives dejaron policías de civil por si regresaba. Se tendió una red de investigación en la Provincia de Buenos Aires, durante la primera semana, nada sucedió, a Juan Carride se lo había tragado la tierra.

Comprendieron era un tipo muy despierto, no usaba tarjetas de crédito, cambió celular y se mantuvo escondido en barrios poco recomendables, su búsqueda fue infructuosa, hasta que cometió un error. Conoció a una joven, la chica era ligera de manos, intentó robarle y él la golpeó, ella fue a atenderse a un hospital e hizo la denuncia. Como su imagen y nombre estaba en todas las seccionales, la chica lo reconoció y en seguida cayó preso.

En un principio negó todo, dijo que vino a Buenos Aires por trabajo, pero no dio pruebas de ninguna conexión, ni empresa que lo haya contratado. Estaba acorralado.

Su tío declaró que Carride, llegó a su casa una noche, alcoholizado, agresivo, y que se vio en la necesidad de echarlo, pidió por favor quedarse y que después de cenar se iría, por la noche escapó llevándose el coche, que, aunque viejo era el medio de trabajo del tío, con el repartía mercadería.

Carride se declaró arrepentido de su crimen y juró que fue un arrebato de celos al verla con el músico, tan feliz como nunca la había visto a su lado. Esperó el momento justo, ese día el frío y la llovizna dejaron la calle vacía, consideró que era su momento esperado…y lo hizo, la mató.

Hay historias que no terminan, al menos para la madre y hermana de Cecilia Vargas su recuerdo quedara en ellas y en el corazón de un musico, un rockero, que nunca la olvidara.

 

 




martes, 12 de agosto de 2025

El secuestro.


 

¿Qué sucedía entre la fiscal Suarez y Garmendia?

Se preguntaba Carmona.

Pedro andaba de capa caída, como se dice en el campo cuando alguien está triste y no dice que le pasa. La fiscal no aparecía por la oficina como solía hacer unos meses atrás, cualquier motivo bastaba para que ella llegara con su sonrisa y se iluminara la cara de Pedro. Se han peleado seguramente, pensó Carmona, parecen dos adolescentes celosos, chiquilines, entre los dos no sé cuál es el más tonto.

Pero el trabajo no sabe de peleas de enamorados y el Juez Batastini los convocó para resolver un caso que lo tenía a mal traer.

Una niña de diez años, hija de un comerciante amigo del juez, había desaparecido en Pilar. La pequeña solía reunirse todas las tardes, con sus compañeros de colegio en la plaza frente al municipio, el lunes pasado se despidió de los chicos y nada se supo de ella, a su casa no llegó, ni los vecinos la vieron, fue como si se hubiera esfumado en el aire.

Los detectives visitaron a los padres, estaban desesperados.

-Es una chica tranquila -dijo Jaime Ovelar, el papá- estudiosa, sus amistades son las chicas del colegio, siempre van a la plaza después de clase, extrañamente el martes, no regresó a casa, siempre lo hacía acompañada de Juan y Carina, los vecinos, ellos se quedaron un rato más y ella no quiso esperarlos… se fue sola, así nos dijeron

La madre lloraba, era un murmullo quedó, que apenaba a Garmendia.

-¿Algún enojo con sus compañeros o con ustedes? ¿Le dijo algo que la preocupara?

- Nada -respondieron los dos al unisonó.

-Titina nos cuenta todo -dijo Sara, la mamá- suele ser observadora, hace unos días nos contó que al pasar por la esquina del colegio; alguien la miraba, era un hombre que estaba parado en la puerta del bar, ella iba con Juan y su hermana, luego el hombre los siguió, ellos echaron a correr y el personaje desapareció.

-¿Les dijo cómo era? -preguntó Pedro- ¿alguna seña particular?

-No, sólo dijo que era raro…

-¿Dónde viven Juan y Carina?

La respuesta fue interrumpida por el timbre de calle. Era la fiscal Emma Flores. Entró muy seria, saludó a los detectives y se acercó a los desconsolados padres. Pedro aprovecho la presencia de Emma para tratar de escapar, parecía sentirse incomodo con su presencia.

-Vamos a visitar a los amigos, para ver si conseguimos alguna información- dijo Garmendia a la madre de Titina.

-Un momento -intervino la fiscal- vamos a ir juntos, esperen...

La fiscal repitió las preguntas que ya había hecho Garmendia, los padres dieron las mismas respuestas, luego, los tres, salieron juntos rumbo a la casa de los amigos de la niña.

La casa de Juan y Carina era muy elegante, la madre de los chicos lo hizo pasar, se la notaba preocupada.

-¿Ustedes piensan que es un secuestro extorsivo?-preguntó mientras los hacía pasar. Ellos no respondieron. Los llevó hasta el living y les pidió que tomaran asiento, Juan y Carina ya estaban allí. Fue la fiscal la primera en hablar.

-¿Cómo están chicos?

Se los notaba atemorizados.

-Cuenten sobre el día que el hombre los siguió…

Fue Juan el que tomó la iniciativa:

-El tipo estaba en la puerta del bar, nos miraba fijo, en especial a Titina, pero noté en su cara algo raro, como si estuviera emocionado, sus ojos brillaban, no me dio miedo, pero Titina se asustó – miró a su hermana- ¿notaste lo mismo que yo?

-No vi si estaba emocionado… -respondió Carina- me asusté igual que Titina, lo que recuerdo es que tenía ropa vieja, no sucia, era vieja, nos siguió.

-Por lo visto lo observaron muy bien -exclamó Suarez- ¿qué más recuerdan? ¿Los siguió y ustedes qué hicieron?

-Corrimos una cuadra y cuando miramos atrás, ya no estaba.

-Ya dijeron todo lo que recuerdan – interrumpió la mamá- será mejor que los dejen tranquilos.

-Señora no queremos molestar, pero son los únicos que nos pueden dar algún dato – dijo Garmendia y preguntó- ¿les pareció joven o mayor?

-No sé- dijo Juan- tal vez cuarenta años, tal vez menos, se lo veía descuidado, sufrido…

La fiscal y los detectives se miraron, agradecieron a los chicos y se retiraron, fueron caminando hasta el bar donde supuestamente había estado ese hombre.

Tomaron asiento cerca de un ventanal, Garmendia se acercó al mostrador, pidió tres cafés y charló con el encargado. Al volver les dijo:

-El mozo lo recuerda, vino varios días, se sentaba en aquella mesa desde donde se ve la plaza y miraba a los chicos jugar, pero no sabe quién era, ni su nombre, confirmó lo que dijo Juan, su cara era de una persona sufrida, y estaba mal entrazado, tal cual dijo Carina, los chicos fueron buenos observadores.

Un dibujante de la policía fue al bar y con los datos del mozo, realizo un identikit del hombre misterioso.

Luego Garmendia fue a ver a Juan y Carina, la madre lo miró con fastidio, los chicos contemplaron el identikit y confirmaron el parecido, Carina dijo que el pelo era más largo.

Fueron directamente a la casa de Titina, los padres seguían en la misma desesperación. Garmendia les dijo lo sucedido con los chicos y con el mozo del bar. Les mostraron la imagen. La observaron y el primero en hablar fue Jaime:

-Me resulta conocido, pero no sé de dónde…

Sara contemplo el identikit y Carmona que estaba frente a ella pudo observar un estremecimiento, desvió los ojos y dijo:

-No lo conozco.

-Está segura señora Sara -preguntó Carmona mirándola fijo a los ojos.

Ella de mal modo respondió:

-Si digo que no lo conozco es porque no lo vi nunca en mi vida.

Los detectives se retiraron. Durante el viaje de regreso Carmona comentó como la mujer se estremeció al ver el identikit, la reacción a su pregunta y su parecer sobre ella.

-Vamos a investigar a los padres -dijo Garmendia.

Comenzaron por los compañeros de trabajo de Jaime, él era gerente del banco zonal, desde que había llegado a Pilar. Todos lo apreciaban, decían que era buen compañero. Al consultar a los vecinos, declararon que el papá era amable, sobre la mamá, la respuesta fue más ambigua, pocos la conocían, era una mujer retraída, poco conversadora y no gustaba de socializar con el entorno, generalmente vivía encerrada.

Investigaron que su última residencia había sido en CABA, alquilaban un departamento en el barrio de Almagro, los vecinos del edificio no supieron dar detalles, no los recordaban, solo una anciana les dio datos que arrojaron algo de luz al tema de la desaparición de la niña. Según la mujer, Sara no podía tener hijos, hasta que un problema de salud de su empleada doméstica, sufría de un cáncer terminal, les cambio la vida. La empleada, les entregó en adopción a su pequeña de dos años y les dijo que el padre estaba preso por robo.

Para evitar comentarios en el barrio, se mudaron de la noche a la mañana sin dejar dirección.

La fiscal Suarez visitó a los padres, a solas con ella, se sentirían más cómodos para confiar su secreto. Suarez les dijo como iba la investigación y hasta qué punto habían llegado, ellos no negaron nada, confirmaron todo lo que Garmendia y Carmona investigaron.

-Ahora dígame la verdad -dijo la fiscal mirando a Sara- ¿usted reconoció al hombre del identikit?

Jaime miraba a una y otra sin entender. Sara estaba muda.

La fiscal suavizo su voz al decir:

-Señora es importante que sea sincera, es su hija la que estamos buscando, no ponga trabas y diga la verdad.

La cara de Sara era de piedra, se negaba a hablar, Emma perdió la paciencia y exclamó:

-Sara entienda que Titina puede estar en peligro, para usted qué es más importante, ¿la vida de su hija o el qué dirán?

-Es su padre biológico. – dijo con rabia y mirando a la fiscal a los ojos.

-¡¡Qué…!! – la voz de Jaime fue un grito- ¿No me dijiste que había muerto en la cárcel?

-Era mentira, por eso quise irme del edificio de Almagro, la madre murió, sabía que al quedar en libertad iba a reclamar a su hija -no lloraba, se la notaba amargada, miró a los presentes uno a uno -¡Es mi hija, ese ladrón no me la va a quitar!

La fiscal comenzó a dar vueltas por la habitación, al fin se detuvo y se sentó frente a los padres.

-¿Sara cómo se llama el padre de Titina?

-Montero, Santiago Montero.

-¿Se comunico con usted en algún momento?

-Si, cuando salió de la cárcel hace dos años me llamó, no sé cómo consiguió mi número, tiré el celular y compré uno barato con otra línea y creí que nos iba a dejar tranquilos.

- ¿Por qué no me dijiste la verdad? ¡Es el padre! - Jaime estaba indignado.

-Titina es mi hija, no me la va a quitar -Sara estaba fuera de sí.

Emma intento tranquilizar a los dos, les hablaba suavemente, pero Sara no entraba en razón.

-Buscaremos los datos de Montero y seguro encontraremos a Titina – les dijo Emma.

La fiscal se reunió con Garmendia y Carmona, la frialdad que hubo entre los dos, al principio del caso, parecía haberse quebrado. Carmona sonreía por dentro al ver que la fiscal y el detective hablaban mirándose a los ojos.

Fue fácil dar con Santiago Montero. Encontraron a la niña, en buen estado, el padre le había contado la verdad, pero ella no entendía nada, lloraba clamando por sus padres.

Regresó con ellos, entre sollozos, preguntó si verdaderamente ese hombre era su papá, le dijeron la verdad, la muerte de su mamá biológica y la vida equivocada de su padre.

El juez se compadeció de Montero, no volvería a la cárcel por el rapto de Titina, pero debía demostrar arrepentimiento, y presentarse mensualmente ante él, conseguir trabajo y si cumplía con los requisitos le permitiría visitas a su hija.

Estaba en sus manos cambiar su vida.

Carmona satisfecho con el final de la historia, se dedicó a observar a Garmendia y a Emma, el enojo había pasado, Emma lo llamaba al celular, pero no salían juntos como antes.

-Ya se están acercando -pensó Carmona- en una semana volverán a dormir juntos.

Y colorín colorado, está historia ha terminado.