La invitación le había llegado a Garmendia como un regalo
del cielo. Hacía dos años que no tomaba vacaciones y la oferta de pasar unos
días en la costa, en un pueblito pesquero con calles de tierra, sin Shopping, sin
cines, solo descanso, sol y playa, le resultó un placer. La vivienda era de un
primo que deseaba venderla y pensó que Garmendia sería un posible comprador si
se enamoraba de la casa y el pueblo.
En pocos días la piel descolorida de Garmendia tomó un
tostado que le dio una apariencia saludable, corría cada mañana y pasaba horas
en la playa. Pero no todo suele ser paz, cuanta más pequeña es una comunidad
más límites y presión social surgen.
Una tarde un grupo de personas comenzó a deambular por la
playa y por las calles, quebrando la tranquilidad que Pedro Garmendia había
admirado. El motivo: una joven había desaparecido, la búsqueda no tuvo éxito,
hasta que al anochecer encontraron su cadáver en una playa alejada.
Mariana tenía diecinueve años, era empleada en un bar
cercano al puerto, concurrido por los pescadores, no tenía novio, vivía con sus
padres, llevaba una vida tranquila, sin escándalos, ni malas compañías. ¿Qué
había sucedido?
Garmendia no pudo evitar que Bermúdez, el comisario del
pueblo, le pidiera su colaboración.
Garmendia pidió a los forenses que no dijeran a los medios, cómo dieron muerte a Mariana, en
especial por respeto a los padres de la joven, solo lo sabían Bermúdez y Garmendia, los medios publicaron
que murió debido a golpes.
Octavio el dueño del bar dijo casi al pasar que la
mayoría de los parroquianos estaban enamorados de Mariana por su belleza y
amabilidad, ella sonreía a todos, pero no se enamoraba de ninguno.Garmendia fue
conversando con los asiduos visitantes al bar, buscando descubrir en sus palabras
algún indicio de celos, enamoramiento o sentimiento hostil hacia la joven.
Nada descubrió.
Alejada del lugar que encontraron a Mariana, hallaron una camisa
blanca, tenía manchas de sangre y en el bolsillo se veía un desgarrón, alguien
había tirado hasta arrancarlo y provocar la rotura. Cabía la posibilidad de que
fuera del asesino, no era de las que usan los pescadores, que generalmente son
de brin fuerte, era de un algodón de fina calidad. ¿Quién usa este tipo de
camisas? Preguntó Garmendia al comisario.
—Cualquier joven vendedor, de supermercados o tal vez los
empleados de la oficina de Telefoncal —respondió.
Garmendia se dispuso a investigar. Primero en el supermercado, había uno solo en el pueblo, los empleaos usaban buzos de algodón. En los negocios era variada la indumentaria, generalmente chombas con el logo de la empresa, quedaba Telefoncal, allí losempleados llevaban camisa blanca de manga larga, los jefes vestían traje.
Algo llamó la atención de Garmendia, las jovenes también llevaban camisa blanca. Regresó a la oficina policial. Pidió ver la camisa, Bermúdez la trajo en la misma bolsa en que la habían guardado. El detective la extendió sobre la mesa.
-Es pequeña, no le parece Bermúdez – preguntó.
-Debe ser un hombre muy delgado -exclamó el comisario- o
tal vez….
Dejó la palabra en el aire, Garmendia olió la tela.
-Tiene perfume, apenas se huele, creo que vamos a visitar
a las empleadas de la Telefoncal.
Los recibió el gerente de la empresa y escuchó
sorprendido lo que le informaron, en seguida autorizó que una a una, las tres
empleadas pasaran a un box donde Garmendia era el encargado de hacer las
preguntas, mientras Bermúdez observaba cada detalle. Las tres dijeron no
conocer a Mariana.
Bermúdez las investigó y descubrió que una de ellas
estaba casada con el dueño de una lancha pesquera, Javier Salinas y asiduo
visitante al bar de Octavio. A partir de ahí fueron a buscar a Salinas. Resultó
un tipo amable, buen mozo, se lo veía más joven que su esposa, al nombrar a
Mariana, Garmendia descubrió que la tristeza le sombreo la cara.
-Si la conocí, trabajaba en el bar y yo iba todos los días
a tomar una cerveza -dijo evitando mirar a Garmendia- ella y yo charlábamos…no éramos
amigos, pero conversábamos siempre de nuestras cosas.
-La apreciaba… ¿No?
Salinas inclino la cabeza, se lo notaba turbado
-Si, era un ser encantador, no solo por su belleza, su
ternura, sus sentimientos, no entiendo como alguien pudo hacerle daño…
Al decir esto no pudo contener las lágrimas y fue
Bermúdez quien aportó su impresión:
-Estimado me parece que usted la conocía bien y sabe más
de lo que dice…
-Por favor, que no se entere mi esposa, Mariana y yo nos
habíamos enamorado y pensábamos escaparnos al Uruguay apenas yo pudiera vender
mi lancha, mi vida con mi pareja, es un infierno, tiene un pésimo carácter y es
violenta. Varias veces me agredió por problemas de dinero y celos, en el
hospital del pueblo va a encontrar varias entradas mías que figuran por
accidentes domésticos, pero en realidad fueron ataques, me provocaba para que
yo respondiera y la golpeara y luego denunciarme….
Garmendia entendió que el dolor del hombre era real y
casi con temor pregunto:
—¿La cree capaz de matar a Mariana?
—¡No! —exclamó Salinas—No, Silvia es celosa y algo
violenta, pero conmigo es así, con otras personas es amable.
Bermúdez palmeo el hombro de Salinas, Garmendia lo saludó
con un gesto y salieron.
—¿Qué te pareció?—pregunto Garmendia.
—No le creo, hay algo que no me cierra, el tipo tiene una
edad parar razonar que Mariana a su lado era una nena, si la quería tanto
porque no la cuido, tal vez la chica se negó a irse con él, perdió los estribos
y la mato…no sé, es todo muy confuso.
Fueron caminando en silencio, cada uno enfrascado en sus
pensamientos, fue Bermúdez que dijo:
—¿Qué te parece si convocamos a la esposa de Salinas a la oficina policial? Es una forma de ponerla
nerviosa y ver cómo actúa y que dice…
Garmendia asintió, le pareció buena la idea. A la mañana
siguiente un uniformado se presentó en empresa de Telefoncal y entregó a Silvia
Galeano la orden que debía presentarse en la sede policial.
Silvia Galeano llegó ante Bermúdez y Garmendia con una
sonrisa, elegantemente vestida y con un
maquillaje que acentuaba sus bonitos ojos celestes. Fue Bermúdez quien comenzó
con las preguntas. Ella lo escuchaba, su sonrisa se fue perdiendo, se la notaba
molesta, se movía incomoda en la silla, al fin, fastidiada exclamó:
—Ya les dije el otro día que yo no conocía a la chica. Me
entere del caso por el diario del pueblo y por las conversaciones de algunos
vecinos, no entiendo por que me han citado… ¿Me pueden explicar el motivo?
—Mariana y Javier Salinas, pensaban escapar a Uruguay
-dijo Garmendia en forma pausada y sin dejar de mirarla —queríamos saber su
opinión…
—Hace mucho que Javier y yo estamos separados, el tiene
derecho de hacer su vida con quien quiera, hasta con una mocosa a la que le
dobla la edad y más.
Acentuó las últimas palabras con rabia.
—¿Usted conocía esa relación?
Titubeo, no sabia que responder, al fin asintió con un
movimiento de cabeza.
—¿Cree que Javier puede haberla asesinado?
Se puso de pie y dio vueltas por la oficina, los miraba a
los dos buscando en ellos una respuesta. Al fin respondió:
—Que se yo, Javier es medio loco, es capaz de cualquier
cosa cuando se pone nervioso, hasta de matar a una criatura por celos, en un
arranque de furia todos somos violentos.
-¿Hasta matar?
Volvió a sentarse, parecía más tranquila.
—Matar en un momento de furia resulta fácil, un golpe y
puede dejar desmayada a una chica tan delgada y frágil —La voz de Silvia iba subiendo
de tono con cada frase— pero ahí no termina la violencia de un hombre como
Javier, seguramente ya iba provisto de lo necesario para ahogarla hasta dejarla
sin aire, seguramente se cansó de ella, él siempre fue un casanova.
—¿Intento ahogarla a usted alguna vez?
—Nunca logro hacerlo, yo tengo la fuerza de un hombre y
se defenderme.
—¿De Mariana también se defendió con su fuerza?
La pregunta de Garmendia sonó burlona. Bermúdez se agarró
el cabeza sorprendido por las frases de Silvia. Ella los miraba sin entender
que estaba sucediendo, ni por qué Garmendia le hablaban así.
—¿Qué quiere decir Garmendia? ¿Usted se cree que me puede
acusar porque es un detective de la ciudad y yo una empleada de un pueblo del
interior? —Silvia estaba frenética, le temblaba la voz, se puso de pie con
intención de irse, cuando la voz de Bermúdez sonó alta y clara:
— ¡Queda arrestada señora Silvia Galeano!
— ¿Usted está loco? —Dijo mirando con furia a Bermúdez.
—Solo quien asesino a Mariana sabia de que forma lo hizo,
nunca se publicó que fue ahorcada y usted lo sabía, encontramos la camisa que Mariana
le rompió en la lucha por defender su vida y quedo enredada entre los arbustos
de la playa, podemos probar si es de su talle y si el perfume es el mismo que
usa usted…y si la sangre que hay en ella le pertenece. ¿Qué le parece?
Silvia golpeó con sus puños la mesa y exclamó:
—Esa mocosa me robaba lo único que tenía, mi amor, yo no
podía competir con su juventud y belleza, la cite para hablar, le suplique que dejara a Javier, que era mi pareja desde hacía
quince años, pero a ella nada le importo, se reía, la tomé por los hombros, la
sacudí, mis puños se estrellaron contra su cara hasta dejarla casi desmayada,
era frágil como de papel, encontré un cable y lo demás ya lo saben, vi que mi
blusa estaba rota, me la saqué y la tiré entre los arbustos, me cerré el bléiser
y llegué a mi casa, perdí el control, no se que me sucedió…
Los dos hombres la miraron con lastima, era un ser destruido, no lloraba, golpeaba
despacio la mesa.
—¿Qué va a ser de mi? —pregunto con un hilo de voz.
—No se preocupe, el juez va a decidir.
¡Qué historia! Comienza como el sueño vacacional perfecto y termina en un inesperada aventura. Los giros lo mantienen a uno en vilo hasta el final. Bien narrado
ResponderEliminarGracias José, me alegran tus palabras.
ResponderEliminarSaludos.
Que tal Maria Rosa!
ResponderEliminarla complejidad de las relaciones humanas y la presion social fueron como una olla a presion para la pobre Silvia, perdio los papeles por un tipejo. Por otro lado, que genial Garmendia, ni en vacaciones en un pueblito tranquilo su olfato se desconecta y siempre ser exitoso resolviendo casos.
Besos, feliz inicio de semana!
Gracias Hadita, siempre eres fiel a Garmendia, me alegra.
EliminarCariños.
Buenísimo el relato, me mantuvo en suspenso queriendo conocer el desenlace. Creo que a Garmendia no le disgustó usar sus vacaciones para resolver el misterio.
ResponderEliminarUn abrazo
Garmendia es un personaje que busca y encuentra, hasta a los problemas. Gracias Cecilia. Un abrazo.
Eliminarmariarosa
disfruto
ResponderEliminartodo lo que escribes
abrazos siempre BELLA!
Agradezco tus comentarios y que disfrutes mis cuentos.
EliminarSaludos.
Pobre Garmendia que no puede tener vacaciones.
ResponderEliminarY pobre la chica asesinada, no puedo sentir lástima por la asesina.
Fue más que un impulso, en cualquier momento se pudo haber detenido. Y cayó en la confesión por pretender inculpar a su esposo.
Un abrazo.